Prologo

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25 de diciembre 1528

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25 de diciembre 1528.

El zumbido del viento soplaba fuertemente llevando las gotas de agua que impactaron contra las coloridas vidrieras, las cuales contaban historias antiguas como el castillo mismo. La noche se avecinaba oscura, la lluvia intensa, el frio calaba a hasta los huesos en cada ser viviente del castillo.

Los sirvientes se movían rápido de un lado al otro corriendo, acarreando todos los objetos que el curandero les pedía. A la luz de las velas temblorosas los gritos de agonía se escuchaban en todo el pasillo. El olor a sangre llenaba cada vez más el ambiente, el futuro padre caminaba de un lado al otro con un semblante pensativo. Podía escuchar el latido de los corazones de los únicos dos seres que le habían importado en su terrenal vida. Uno de esos latidos cada vez más fuerte y el otro cada vez más opacado.

Un trueno cayó haciendo retumbar todas las vidrieras, Iván se estremeció desde su baja espalda a todo su cuerpo cuando el llanto potente y chillante de su primogénito se escuchó haciendo que todos soltaran una exhalación de alivio por unos segundos.

Con una media sonrisa entró a sus aposentos encontrando toda la sangre de su amada Elizabhet regada sin cuidado por sus cobertores.

Tragando el nudo que se instaló en su garganta camino un poco más rígido hasta alcanzar la cabecera de madera de roble. Se inclinó sobre su agotada y aún sangrante amante dormida, dejando un pequeño beso en sus cabellos castaños antes de girarse hacia el despreciable humano el cual cargaba a su heredero con unas mantas blancas también ensangrentadas.

Lo miro por un latido decidiendo si aún era útil o si ya podía prescindir de ese humano.

Su hijo chilló más fuerte en sus brazos y decidió que podía ser aún de su beneficio. Se aclaró la garganta en un carraspeo actuado, chasqueando la lengua de una manera poco educada.

—y bien, ¿está sano? — El curandero emitió un asentimiento inclinándose hacia su bella y cada vez más pálida amante. Y lo noto, su amada no dejaba de sangrar y eso le pareció un poco raro, su querida amada era un licántropo que se supone que se curaban rápido, pero parecía no parar de sangrar.

—Mi Elizabhet, no se mira bien, ¿Hay algo que pueda hacer para parar el sangrado?

—Sangrar es bueno, así limpiara su sangre — frunció el ceño tratando de escuchar el corazón cada vez más lento de su Elizabhet su hijo ahora chillaba en los brazos de la dama de compañía de su amante. —El niño necesita alimentarse salgan todos y que la dama de compañía la ayude a alimentarlo

Aun frunciendo el ceño salió de su recamara para acompañar al humano hasta las puertas del castillo, dejando a su dormida pareja en las manos de su preocupada compañía.

Con una moneda pagó sus servicios y regresó casi volando hacia sus recámaras.

La dama de compañía más querida de su bella amante se encontraba sollozando sosteniendo a su hijo sobre el pecho ahora sin latidos de su amada. Su hijo succionaba la leche con hambre tragando como si fuera su última comida de su existencia.

Los siglos buscándote //Ron y Vino// -LarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora