Deseo: Morir

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¿Sabes qué les queda a las sirenas cuando les quitas el canto y la belleza?

Voces escandalosas y complejo de superioridad, pensaba el ya fastidiado pirata en medio de un mar desolado sobre su triste y desgastado barco de madera en el que debía remar para avanzar.

Las sirenas se habían amontonado alrededor de su embarcación para cantar, chismear, llamar y molestar sin cesar como si fuera la cosa más divertida del mundo.

Ohm se preguntó si el brillo cegador del sol que caía sobre sus cabezas no estaría quemándoles el cerebro a través de sus largos y gruesos cabellos con olor a un mar milenario, pero para su desgracia, eso no estaba pasando.

—Pobre, pobre hombre desdichado, vagando solo por el mundo —chilló falsamente una de las mujeres con larga cola marina tocándose el pecho dramáticamente.

—Hey, te haré un favor, hombre eterno, ¿quieres? Te dejaré pasarla bien conmigo en las profundidades —se ofreció una de las criaturas, colgándose con los antebrazos del borde del barco para levantarse un poco del mar y dejarle ver al hombre su perfección —, ¿qué dices?

Semi recostado sobre su nave, el hombre abrió los ojos sólo para encontrarse con el rostro de la media mujer a unos centímetros del suyo. Sus facciones brillaban gracias al rastro del agua reflejando el sol y el color azulado de su piel se intensificó hermosamente contrastando con el rojo intenso en sus labios.

Observó a la sirena acercarse lentamente y sintió sus esqueléticas manos posarse en su barbilla para intentar acercarlo en un beso, pero en su lugar, Ohm la tomó fuertemente por la barbilla, apretando con tal dureza que la criatura comenzó a agitarse, revolver la cola con furia sobre las calmas aguas y mostrar su verdadero y horrible rostro.

Las líneas de expresión finas de repente se marcaron tanto que sobresalían, sus pómulos se abrían, sus orejas se alzaron en peligrosas puntas y sus dientes se afilaron amenazadoramente.

—Digo que sí no dejas de molestarme, voy a subirte aquí, cortarme un dedo y hacer que te lo tragues hasta que te revuelques de dolor, arpía con olor a pescado —contestó con voz monótona.

La mujer cayó de nuevo al agua cuando Ohm se cansó de escucharla gruñir entre sus asquerosos dientes y la soltó, salpicando agua sobre su desgastada ropa.

—Lárguense antes de que me corte el cuello y les llene el mar con mi sangre —las amenazó a todas poniéndose de pie y ahuyentándolas con un ademán de manos.

Con sus cejas casi juntándose, una a una las criaturas fueron regresando a las profundidades dejando completamente solo al hombre.

En medio de una asombrosa nada, el barco se sentía más pequeño de lo que era.

No era nuevo para Ohm, pero cada día que pasaba se sentía un poco más cansado de observar el mismo paisaje, el mismo sol, la misma luna, las mismas nubes, la misma lluvia, la misma niebla y los mismos eclipses.

Cientos y cientos de años habían ya pasado y ninguno de sus músculos se estaba descomponiendo, ninguno de sus huesos se estaba deshaciendo y ninguno de sus órganos de estaba atrofiando.

Y aunque puesto así sonaba a gloria, tampoco podía usar ya nada de lo que tenía para su placer pues, con el tiempo, su estómago había dejado de pedir comida, sus pulmones habían dejado de necesitar el aire y su corazón había dejado de rogar por amor. En sus venas apenas y corría un poco de sangre que le ayudaba a mantener alejadas a las criaturas peligrosas que existían más allá de la imaginación humana y su peso era cada día un poco más ligero, como si en algún punto fuera a desaparecer sin hacerlo.

Salvando al pirata [OhmFluke]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora