Deseo: Liberarte

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El rocío que le humedecía la piel era fino esa mañana en la que nadaba entre las aguas saladas de la tierra sacando la cabeza de vez en cuando buscando por los alrededores de los dos medios aquello que necesitaba.

Recorrió cada uno de los puntos cardinales, el Este, Oeste, Norte y Sur, pasó de arriba a abajo y fue antes y después del horizonte, pero la respuesta no era diferente a la que ya conocía.

La única forma de liberar a su pirata, era condenándose en su lugar. Porque claramente, no tenía el valor suficiente como para asesinar a alguien de su especie.

Su mirada soñadora se perdía del brillo de las estrellas por concentrarse en las profundidades y, con el pasar de los días, la obscuridad de ese lugar insondable se reflejó en sus ojos.

El humano se daba cuenta de ello. Lo notaba todas las noches cuando, al refugiarse de la intemperie que no sentía en la húmeda cueva, el tritón regresaba sin falta a su lado, desanimado, e inventaba historias de sus magníficas hazañas en la sociedad de las burbujas.

Mentía. Y en aquel lecho caliginoso trató mil y una veces de recriminar este hecho hasta que la criatura intuía sus palabras y lo sometía con hechizos en un sueño profundo para que, al amanecer, cuando sus ojos volvieran a encontrarse con el sol, la bestia marina ya hubiera huido una vez más en busca de la llave que abriera las puertas de la muerte que tanto buscaba.

Durmiendo bajo el embrujo que lo abandonaba en cuanto el tritón se alejaba estaba cuando la alteración de la marea nocturna lo despertó.

Estaba solo y la melancolía, que no lo visitaba desde sus días de rebosante mortal, lo atacó.

Era extraño y, echado sobre la húmeda piedra caliza, se preguntó si aquel sentimiento molesto plenamente le pertenecía o si se había colado del alma del tritón hasta la suya a través de la conexión que las unía.

No quería pensar más, pues la reflexión le llevaba últimamente a la ridícula suposición de que extrañaba la compañía del irritante ser acuático y le mosqueaba que su pecho doliera cuando su cabeza se vaciaba tristemente de aquella voz que lo invadía sin reparo por las noches.

El agua salina se agitó violentamente fuera de su refugio y el sonido de las olas rompiendo contra las rocas lo hizo incorporarse, vigilante en la obscuridad de la madrugada.

Del ojo de agua interior, se asomó precipitada la cabeza de cabellos cerúleos con una expresión apurada.

—¡Ohm, toma! —gritó lanzando al aire una llave dorada antes de ser fuertemente atraído hacia las profundidades de donde había salido.

El ofuscado pirata no alcanzó a tomar el objeto pues dos enormes tentáculos que apenas eran visibles bajo las sombras por su intenso color negro salieron a la superficie velozmente para tomar el artefacto y su tobillo simultáneamente.

Con fuerza impresionante fue atraído hacia el agujero y el dolor de un golpe brusco se asentó en su espalda baja cuando cayó al suelo antes de ser sumergido.

Costó un esfuerzo sobrehumano por la velocidad con la que era hundido, pero logró abrir los ojos antes de quedarse sin oxígeno y buscó con limitada visión el cuerpo del tritón.

En su medio, Fluke se retorcía furiosamente buscando liberarse del tentáculo que aprisionaba la punta de su cola sin éxito. La extremidad enemiga sintió sus movimientos y respondió zarandeándolo de un lado a otro agresivamente.

Observando cómo el rostro inocente de la criatura se tornaba en el aterrador de su lado bestial, el hombre trató de observar que cosa era a la que se estaban enfrentando, mas su visión terrestre era limitada y la luz de la superficie ya había desaparecido por completo, dejándolo en una obscuridad absoluta.

Salvando al pirata [OhmFluke]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora