Deseo: Que me salves

170 26 3
                                    

Todo dura siempre un poco más de lo que debería; las condenas aplastantes que un actuar penoso debe otorgar, los sentimientos asfixiantes que se deben recibir y entregar, los dolores agonizantes que exponen un mal decidir y las torturas ardientes a las que, comúnmente, se acepta someter.

Los continuos amaneceres trajeron consigo cambios que las criaturas, hambrientas de control por las circunstancias, no podían comprender.

Con el paso de los días, el inmortal era castigado por una falsa ilusión de mortalidad. Lo que durante años se había mantenido impasible, comenzaba a moverse. Su estómago rugía, sus músculos dolían, su cabello crecía, su piel se arrugaba, su andar se alentaba y su corazón latía.

Las cosas que le parecieron indiferentes por extensos siglos, ahora le molestaban, le entristecían, le frustraban y hasta lo hacían sonreír más seguido.

El hombre se mostraba terco, enfurruñado la mayor parte del tiempo por su falta de conocimiento acerca de los síntomas que presentaba, pero la bestia que lo acompañaba, aquella a la que le entregó tanto como recibió, lo leía detrás de ello.

Cuando el pirata maldecía por sentir hambre, el tritón lo veía salivar ante la imagen de la comida, cuando chasqueaba la lengua por la sed, lo veía lamerse los labios por el vino, cuando se quedaba en silencio ante una escena triste o feliz, tratando de evitar sentir, lo veía tocarse el pecho con las manos temblorosas y los ojos brillantes, excitado por los miles de sentimientos que lo atravesaban.

Ohm hacia escuchar su mentira de anhelar la muerte y Fluke escuchaba su verdad de necesitar la vida.

—No te estas volviendo mortal, ingenuo infeliz —le aclaró un día la cecaelia al condenado—. No estás tratando con una maldición que puede ser revertida con bendición, sino con una condena, un pago por haber pecado en contra de un ser superior a ti.

El hombre solitario, suspiró sentado en su gastada barca.

—¿No podrías ser más delicada con tus palabras? —pidió el tritón con su característico ondear de cola.

—¿Por qué sería más cuidadosa con la verdad? Suavizar la realidad jamás la ha cambiado, pequeño.

Fluke rodó los ojos—. ¿No lo ves? Creo que está a punto de llorar —señaló apuntando al inmortal con uno de sus largos dedos.

—¿Quién va a llorar, pescado tonto? —reclamó y maldijo cuando sus ojos se humedecieron.

Las criaturas marinas suspiraron al unísono.

—¿Eras así de sensible cuando eras mortal? —preguntó la cecaelia.

—Soy un pirata, fiera. En mis buenos días, robé, bebí y comí de todo el que pude solo por el placer de hacerlo.

La mujer sonrió—. ¿Es que de ese rufián que narras ha quedado solo la cáscara, entonces?

Ohm arrugó el gesto en desacuerdo, mas no discutió, pues tan frágil como un cascarón es que se sentía—. Deja las burlas para después y dime qué es lo me pasa si esto no es mortalidad —-
gruñó señalando su barba con las primeras muestras de vejez en blanco.

—No tengo idea, pero de lo que estoy segura es de que las condenas no se rompen, se cumplen. La tuya parece solo estar cambiando.

—¿Cambiando?

—Algunas voces me han traído historias de condenados que, al tratar de romper o acortar su condena, se encuentran con una más tormentosa —contó—. ¿Has hecho algo que pudiera modificar tu castigo, pirata?

—Lo único que he hecho diferente a los últimos siglos ha sido empezar a convivir con este pescaducho y es tan débil aún que ni con toda su sangre alcanzaría la muerte.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 30, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Salvando al pirata [OhmFluke]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora