Dos albas habían surcado los cielos desde su trato con la cecaelia y la criatura marina ya estaba rebosante de energía para ascender a la tierra de los caminantes.
Su forma acuática, sus características escamas reflejantes y el color mágico en sus ojos desaparecieron cuando la esencia de mar cambió por la de tierra. Dos largas piernas aparecieron reemplazando su enorme cola. El tono de su cabello dejó de semejarse al cielo y se transformó en la representación de una obscura arena. Las nuevas extremidades sintieron la frescura del viento de un pronto atardecer y la piel que cubría desde los dedos de los desconocidos pies hasta las extrañas piernas, se erizó por completo.
El neófito de humanidad se sacudió de forma salvaje en la orilla de la bahía y cubrió su frágil cuerpo con los brazos para apaciguar el frío que su desnudez sentía.
—Que fastidio, ¿cuándo vendrá ese mugroso pirata? —se preguntó, indefenso.
—Cuida la lengua, tritonto —advirtió el hombre caminando hacia su encuentro y lanzando las prendas que cargaba al suelo en el que se encontraba—. Usa eso, rápido. Alguien podría asomar su nariz husmeadora en cualquier momento.
El joven asintió y agradeció el haber aprendido a usar aquellas telas la primera vez que cambió el agua por el aire.
De pie en tierra firme después de un centenar de años, los pies del inmortal se sentían intrusos, sus pulmones casi rechazaban el aire sin la carga salada y la corteza de su cuerpo, siempre húmeda, se percibía reseca.
Reconociendo la nostalgia que invadía lo que sobraba de su alma, el hombre examinó la complexión humana de su acompañante.
—Luces demasiado ordinario, pescado oloroso —mintió sin poder evitar fijar su mirada en la curva estilizada que se formaba en la terminación de la espalda del muchacho que luchaba tratando de coordinar las piernas para hacerlas entrar en el pantalón.
—Retráctate, infeliz marinero —rugió logrando deslizar la tela hasta su cintura para girarse y enfrentar con humanidad en el rostro al que le agredía tan gravemente.
El pirata guardó su diversión y se limitó a observar con fingida indiferencia la apariencia humana del ser de agua.
Era real el hecho de que la magnificencia de su especie lo había abandonado, sin embargo, una misteriosa onda de pomposidad lo rodeaba, alardeando de manera natural su superioridad con los hombres de pies sucios.
Sus cabellos, de un común castaño, estaban cenizos y alborotados. El brillo de su piel estaba ausente y su mirada bailarina carecía de las olas que la acompañaban originalmente. Sus facciones habían perdido parte de su delicadeza y los dientes afilados (que estaba seguro estaría mostrando en ese momento si los tuviera) eran reemplazados por una dentadura pequeña y de apariencia indefensa.
Ohm trató de memorizar los defectos mas, en cada uno de ellos, localizó virtudes que los opacaban descaradamente.
Su cabello, aunque soso, le recordaba a un nido de pájaros que le ponía expectante por saber cuándo las avecillas tejerían el hogar perfecto. Su piel, desértica, mantenía un tono vívido y hasta rosado que le hacía imaginar que de las grietas surgirían rosales espinosos y sus ojos, menos fulgurantes, todavía lograban verse salvajes y traviesos, avispando sus deseos de controlarlo a su antojo.
Chasqueó la lengua, molesto ante sus pensamientos y se dedicó a observar el camino que dirigía a la villa.
—Camina de una vez, nos alcanzará la noche si no nos apresuramos —avisó comenzando a caminar lejos de la orilla en donde estaba anclada su desgastada nave.
El hombre avanzó a pesadas zancadas hasta que escuchó a sus espaldas un fuerte golpe.
Fluke le sonrió con las mejillas coloradas y la frente roja y adolorida desde el suelo—. Estoy bien, ya mismo te alcanzo —aseguró apretando dientes y puños para aguantar las ganas de llorar que la caída de bruces le había provocado.
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Salvando al pirata [OhmFluke]
Fiksi PenggemarOhm es un pirata que fue maldecido hace más años de los que cualquier mortal podría vivir por una criatura de las profundidades a la que le robó su tesoro: lágrimas de sirena para la inmortalidad, haciendo que las beba y, ahora, vive en completa so...