Capítulo 1. Hannah

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«Hannah Marrana»

«Hannah Comebanana»

«Hannah, la que te hace una cubana»

«Hannah, con la que te lo montas en una caravana»

Qué ingeniosos son algunos de mi insti para crear rimas con mi nombre y luego no son capaces ni de llegar a la media neurona juntos.

Tacho con un rotulador permanente negro todas las frases que contienen mi nombre, escritas en la puerta de uno de los cubículos del baño de tíos de mi instituto, mientras aguanto el asqueroso olor a pis y a cosas mucho peores. Cuando salgo, me encuentro en el lavabo a Kevin y a Jorge, dos imbéciles que van a mi clase.

—¿Vosotros también vais al servicio de dos en dos, como algunas mujeres? —me burlo, y me llevo el rotulador a la boca para mordisquearlo.

—¿A quién se la estabas comiendo ahí dentro? —contraataca Jorge, y se le escapa una risotada de descerebrado mientras Kevin bebe agua del grifo.

—A tu padre —le espeto, y abandono el baño con la cabeza bien alta.

El timbre que da por finalizado el recreo suena y me dirijo hacia mi clase de Dibujo Artístico, pero, antes de entrar, siento que alguien me agarra del brazo con suavidad. Para mi bendita suerte, aún no ha venido la profesora, que también es la directora, mi tutora y, por si fuera poco, la mujer que me trajo al mundo, así que me puedo tomar unos segundos libres antes de que aparezca, porque es algo pesada.

—Hola, belleza pelirroja.

Cuando me giro hacia Borja, me encuentro con su intensa mirada oscura. Le sonrío como una niña pava y comienzo a juguetear con un mechón de mi coleta.

—¿Qué forma de ligar es esa? —me burlo.

Borja también va conmigo a clase y llevamos tonteando desde que empezó el curso, pero ninguno de los dos le pide algo más al otro.

—Es mi forma de ligar con bellezas como tú —me responde sonriendo de oreja a oreja—. ¿Qué haces esta tarde?

—Pues... —Pongo expresión pensativa y me imagino mi agenda mental del día de hoy—. Tengo que ir a echarles de comer a los gatitos y perritos de la calle, hacer los deberes, estudiar lo que hayamos dado hoy, ir a clases de Kárate, molestar a mis hermanos, escribir mil palabras de mi novela, empezar a leer un libro nuevo y dormir. ¿Por qué?

Borja enarca una ceja, asombrado.

—¿Hay algo que no hagas?

—Soy una chica polifacética.

—Eso me gusta —me dice, y se pone a jugar con mi coleta—. ¿Qué te parece si te acompaño a darles de comer a los gatos y chuchos de la calle?

—Me parece genial. —Sonrío.

—Perfecto. Entonces, te recojo en tu casa con mi Mercedes-Benz de cincuenta y dos mil euros, que me lo regalaron mis padres por mi cumpleaños. —Me da un beso en la mejilla, saluda con la cabeza a mis amigos, que estaban espiándonos, y se mete en la clase.

Su Mercedes-Benz de cincuenta y dos mil euros, dice.

Hilarante.

—Te comportas como una babosa con ese —me reprocha Samuel cuando me acerco a ellos.

—Ese pijo no sabe ni ligar —se mofa Gigi sin despegar su vista de Borja.

Pongo los ojos en blanco.

—Mirad, ya sé que no os cae bien y no entiendo el porqué, pero a mí me gusta.

—Pero si es un estirado —me responde mi amigo—. Se cree alguien por tener un cochazo.

Tú y yo, perfectamente imperfectos (Disponible hasta el 31 de enero)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora