Capítulo cuatro. -
❝Sangre.❞
Supo que algo andaba mal cuando entró a su despacho y encontró a Adalia rebuscando en sus papeles, se le heló la sangre, sintió que echaba chispas, la estructura sólida de su escritorio rechinó cuando le pegó una patada para asustarla, saltó en su lugar y se puso tensa cuando lo vio, él intentó respirar con calma, despacio, hondo, intentando dejar atrás esa voz en su cabeza que decía un constante gritale, gritale, gritale.
— ¿Qué haces acá?—Le preguntó con calma, tan paciente que un ruido sordo vino después de su voz, tedioso, insoportable casi doloroso para sus oídos.
— No te importa.—Le sonrió de lado, pasó por su costado y le dio una rebajada de ojos antes de seguir su camino, intentando salir de ese lugar.
Valentín suspiró, lento, estuvo a punto de dejar que se vaya, no veía nada fuera de lugar, claro, si dejaba de lado el haberla visto rebuscando en su escritorio, tirada prácticamente en los cajones que no le incumbían, en su lugar importante de papeleo, de cuenta pendiente, pero estaba bajo llave, todo eso, no había de que preocuparse si nada relevante faltaba, estaba siendo blando, él lo sabía, sí, sabía lo blando y poco respetable que se estaba haciendo ver, la voz en su cabeza le decía que no se vaya, que no se vaya, pero no le dio importancia, las apagó.
Contando hasta diez y cerrando sus ojos azules.
Entonces vio eso, una punta blanca de papel asomándose por la tela traslucida de la camisa abotonada que llevaba Adalia, guardada en medio de su corpiño, apretó la mandíbula, caminando a pasos apurados y sonoros, ella abrió la puerta, pero él se la cerró con su solo empujón de su mano sobre la madera pulida.
— No te vas de acá hasta decirme que te llevas.—Le habló firme, con sus palabras chocando sobre su oído, respiró aire caliente, y lo soltó con un gruñido, su mano ancha viajo al hombro delicado de la chica y en un simple movimiento, como si agarrara una pluma, pegó su espalda a la puerta.
La madera hizo un fuerte crujido, vio el susto en sus ojos y le dedico una sonrisa de costado, esa que solía hacer cuando estaba a punto de hacer daño al cuerpo de otro.
— No me llevo nada.—Respondió segura, no noto algún tipo de miedo en su voz o temblor que le indicara que estaba mintiendo.
Ella es buena; se dijo por dentro.
— ¿Ah no?—Volvió a insistir, la vio asentir rápidamente con la cabeza, se quedó quieto unos minutos, mirándola con el azul de sus ojos, clavando estacas afiladas en el fondo de ella, tratando de sacarle la verdad a tirones de su cuerpo.
Parecía un concurso, quién baje la mirada, corra la cara o muestre algún síntoma de debilidad, perdía.
Adalia tragó saliva.
Él sonrió.— ¿Qué te llevas escondido? ¿Ah?
— Te dije que nada, y me soltas ya o sino...—Sus palabras quedaron al aire, como una línea sin escribir en un renglón blanco, se quedó sin aliento, la navaja con cabo negro y filosa hoja en la mano de Valentín hizo que todo diera vuelta.
La palabra Omertá se escribía en cursiva por la parte plateada, de forma elegante y el brillo que se presentó en los ojos de Valentín cuando el filo de la hoja se presionó en su mejilla haciendo una leve seña de que deje de hablar, fue algo radical.
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Imperio Salvaje ; Wos
Fanfiction❝Ni contratando a toda la mafia china vas a poder salvarte de mi.❞ · Queda totalmente prohibida la copia completa o parcial de esta novela, todos los derechos reservados.