Capítulo siete. -
❝Cuando las luces se apagan...❞
Jefe, amo, dueño, señor, Don Oliva y muchos mas sinónimos le cabían en el pecho a Valentín. Sus hombres trabajaban para él, le hablaban con respeto, inclinaban su cabeza y no levantaban la vista del piso hasta que él pasaba, porque hacer contacto visual con el señor Valentín rabioso Oliva en uno de sus malos días era sinónimo de castigo.
Castigar al débil.
Así se había criado Valentín.
Y agh repugnante niñez, asquerosa, nauseabunda y podrida niñez, donde la infancia no es infancia y en la mafia un nene inocente de trece años aprende a sostener un arma para quitar la vida, por la presión, por la obligación y el constante grito de su padre obligando a acabar la vida de uno de sus tíos abusivos. Las lágrimas pesadas como piedras en sus mejillas, y frías, con las palabras nacidas del centro de la garganta de su padre rondando por su cabeza, haciendo eco.
Si no matas, el débil se hace fuerte, y el fuerte pierde poder.
Entonces así era, Valentín con trece años, con ojos azules cargados de inocencia jugó a ser Dios, mancho sus manos con sangre desde ese día y desde entonces, la infancia ya no fue infancia. Porque dejó de saber lo que era que le celebren un cumpleaños desde los nueve, y aprendió a agarrar vidas con manos temblorosas desde los trece.
Y puede o no que ahora esté borracho, sentado en el medio de su despacho, con un puñado de lágrimas golpeando por salir de sus ojos claros, porque era de noche, y él lloraba a menudo desde entonces, solo en medio de la oscuridad cuando las luces se apagan, con los destellos de la Luna filtrándose por el gran ventanal que había a sus espaldas.
— Estuve pensando y ni se te ocurra decir, "al fin" porque no es gracioso cuando lo decís, es gracioso cuando yo te lo digo a vos pero no importaba. ¿Viste las estadísticas que marcó Dmitry en el contrato? Bueno, descubrí que...—Las palabras de Pinocho se cortaron cuando vio los ojos de Valentín.
Tragó saliva en un tono seco y enderezó sus hombros, sin saber muy bien que hacer. Ver llorar a Valentín era algo que ocurría una vez en un millón, en realidad nunca pasó, excepto esa vez que su mamá falleció, y solo se le escaparon algunas a duras penas, caminó a pasos dudosos cuando vio un movimiento de cabeza de parte del castaño.
Ni siquiera lo miró. Sus ojos azules aguados estaban fijos en el vaso cristalino de licor, viendo los hielos flotar y el contorno sudar pequeñas gotas hasta desplazarse y mojar el papel que estaba abajo del vidrio.
— Hey.
— Raja de acá Pinocho, volvé mañana.
Ah bueno, entonces era uno de esos días en donde Valentín estaba más hijo de puta de lo normal. Costaba creer que podía ser mas insoportable de lo que normalmente lo era ya.
— Vos no me mandas a mi.—Se trató de defender, acercándose hasta sentarse en la silla de roble tallada con elegantes detalles que estaba en frente del escritorio de Valentín, se sentó con las piernas cruzadas.
— Creo que tengo muy claro que sí te mando Pinocho.
— Bueno sí, pero no viene al caso.
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Imperio Salvaje ; Wos
Fanfiction❝Ni contratando a toda la mafia china vas a poder salvarte de mi.❞ · Queda totalmente prohibida la copia completa o parcial de esta novela, todos los derechos reservados.