Único

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Rechazados. En la misma fiesta, el mismo día, a la misma hora. Tanto Ben como Rose no lo vieron venir, incluso aseguraban de que serían bien aceptados por sus respectivos intereses, lastima que el destino tuvo distintos planes.

Ambos amigos salieron de aquella desastrosa fiesta rápidamente, huyendo de las curiosas miradas que los invitados les lanzaban. Los dos se sentían heridos y engañados, por lo que Rose le pidió que, para pasar el mal rato, fueran a comer algo en un buen restaurante, Ben no se negó, no tenía intención de irse solo a su casa y que sus padres le llenaran de un sinfín de preguntas.

—Espero que haya algo para tomar también —dijo él, arrastrando sus pasos.

—La idea es comer, no emborracharnos —rió ella y le abrió la puerta del local, para luego entrar.

Era de noche y los dos estaban demasiado bien vestidos para pasar desapercibidos en cualquier lugar, por eso fueron a un buen restaurante en el que nadie repararía en ellos y sus semblantes derrotados.

—Vamos a la barra, quizá en un rato haya alguna mesa libre.

Rose lo guió entre el gentío y las mesas que se encontraban, ya en la barra distinguieron una aglomeración cerca de lo que simulaba un escenario. La chica no le prestó mucha atención, pero Ben no pudo ignorar simplemente a la joven con un micrófono que se acercaba al centro. 

—Buenas noches —saludó una educada voz —¿qué se les ofrece?   

Ambos amigos voltearon casi al mismo tiempo, viendo de frente al que les había hablado. Era un hombre joven, de ordenada cabellera rojiza; Ben lo pasó por alto, pero tuvo que codear a Rose para que le quitara de encima su interesada mirada al pelirrojo. 

—Dos tragos, por favor —pidió él por los dos, ya que su amiga parecía estar muy concentrada en algo que desconocía —¿Qué ocurre?

La chica le iba a contestar la primera mentira que se le cruzara en la cabeza, mas se salvó de sus ojos inquisitivos cuando una suave voz empezó cantar una dulce melodía.

Oh Fuerza, pensó totalmente embelesado el alto muchacho. La misma joven antes vista era dueña de lo que consideraba una perfecta música para sus oídos. Rose sonrió al verlo, él le iba a cuestionar por su anterior distracción y, ahora, ella también tendría con que molestarlo.

—¿Disfrutando del show? 

Ahora era su turno de agradecer su buena suerte. El pelirrojo de la barra le sonreía mientras secaba tranquilamente unos vasos recién lavados, Rose le asintió casi de inmediato.

—Sí, aunque creo que mi amigo lo disfruta más.

Por otro lado, Ben había olvidado que siquiera venía acompañado; cuando oía su voz, solo la veía a ella, lo demás daba igual no existía. Incluso llegó a jurar que la radiante joven le sonreía desde el escenario, llenando su corazón de suma alegría.

Finalmente, el público aplaudió merecidamente a la joven cantante, quien se agachaba y agradecía por la atención recibida.

—Tierra llamando a Ben, Tierra llamando a Ben, —escuchó como zumbido —¡Ben!

El aludido despegó su vista lo más rápido que pudo y encaró, con el rostro ruborizado, a su burlona amiga. Ben jamás se había sentido tan expuesto.

—¿Qué? —preguntó, modulando sin éxito su intranquilo tono.

—Oh nada, solo que parecías en otra —y nuevamente rió, el muchacho la ignoró, tomando a tragos bruscos de su vaso.

Rose pretendía preguntar de una vez por el misterioso y agradable pelirrojo que los atendía, pero él ya no estaba. Desapareció.

—¿Te gustó el show? —retomó el tema, haciendo que su amigo por poco y escupiera su bebida.

Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora