CAPÍTULO 2
La última vez que fui enviada a la Tierra arruiné el sueño de un pequeño niño. Lo mire a los ojos y le dije "Adolf, tu pintura apesta". Y el resto es historia, de la cual no tuve nada más que ver, por cierto. Pero los historiadores dirán que allí empezó todo, argumentaran que yo sembré la maldad en él, lograran que la gente se enfade, que quieran viajar en el tiempo y hacer del niño un pintor. Me retrataran como la mala de la película y me enredaran en una narrativa de la cual no podré escapar nunca más.
De todas formas no me molesta. Me fascina que me presenten como la villana, la culpable, la que todo lo controla. Hace más fácil mi trabajo y establece mi reputación. Pero la realidad es que no controlo el resultado y el futuro me sorprende tanto a mí como a los humanos.
Quizá si sea la culpable de sembrar la maldad o quizá siempre estuvo allí guardada, reprimida, esperando la más mínima excusa para ser liberada.
Observo mí alrededor contemplando el silencio en el que me encuentro. Solo el ruido de las pequeñas gotas que escapan del grifo llenan el vacío del departamento, invadiéndolo con su característico sonido. Ploc, ploc. Pero no logran distraerme lo suficiente de los sucesos que se repiten en mi cabeza ya que al cabo de unos minutos el constante sonido logra ausentarse dejándome en soledad nuevamente.
Lo detesto. Detesto la forma en la que puedo oír el ruido que proviene de mí, ese que retumba en mi cabeza. También soy consciente de las palpitaciones dentro de mi cuerpo, la manera en la que mi pecho parece latir a un ritmo constante y se replica sin parar hacia todas mis extremidades. Las palmas de mis manos amenazan con derretirse quizás ante el tacto de mi cara ardiendo.
¿Qué es esto que estoy experimentando?
Los ruidos contenidos en mi cabeza, logran escapar de ella comenzando progresivamente a inundar el vacío del departamento. Resuenan en las paredes haciendo las palpitaciones cada vez más frecuentes. Mi pecho se llena de aire rápidamente por un breve momento y se contrae con la mima rapidez generando un dolor agudo en la zona. Dirijo mi mano a esa área con el fin de alivianar el dolor, de parar aunque sea por un instante aquello que no puedo controlar.
Pero no para.
Y sigue.
Y resuena sobre los tímpanos de mi oído hasta vibrar con fuerza, hasta lograr que cierre con fuerza mis ojos y me recueste sobre el piso.
҉
−Necesito algo para apagar el ruido− le exijo al chico que se encuentra detrás del mostrador.
Éste me observa a través de sus pestañas, casi sin levantar la mirada, mientras sigue escribiendo sobre una libreta. Debe tener alrededor de 25 años aunque no los aparenta debido a la poca masa muscular presente en su cuerpo y al hecho de que probablemente nunca pudo hacer crecer su barba.
− ¿El ruido de alguna canilla goteando? ¿El de un circuito eléctrico? -indaga sin expresión alguna en su rostro, con una voz monótona evidenciando sus pocas ganas de vivir.
−El de acá− señalo indicando mi cabeza.
Ni bien logré salir del departamento me dirigí a la tienda que se encuentra justo al lado del edificio. Nunca antes había sufrido algo por el estilo, por lo que mi primer instinto fue acercarme a cualquier humano para indagar más sobre el hecho. Estoy segura que es alguna especie de condición que viene con los humanos y que esto se puede evitar, ya que nunca antes vi a alguien padecer lo que yo sufrí.
El chico parece entender a lo que me refiero confirmando mi hipótesis anterior. Me guía por un pasillo estrecho y sin decir una palabra toca el botón de un aparato. Éste comienza a emitir ruidos un tanto extraños acompañados de unos gritos ahogados que bien podrían provenir del infierno. Después de un tiempo estoy moviendo la cabeza a la par del chico, siguiendo el ritmo de los sonidos que hacen vibrar las paredes.
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Arriba no hay ángeles
Misteri / ThrillerEn la Tierra los humanos piden que su ángel de la guarda los cuide desde arriba. Arriba, fuerzas oscuras trabajan para que esto no suceda.