Prólogo.

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Si hay algo que Larissa no se permitía, era no tener control sobre alguna situación. Le ponía de los nervios sentirse a la deriva, sin tener todo organizando y planeando.

Sin embargo, estaban los momentos en que actuaba de manera natural. Aquellos donde se permitía descansar de tanto orden, y ser ella misma, sin preocupaciones. Pero eso solo lo hacía en soledad, o en compañía de su mejor amiga.

Lo triste es, que casi no podía ser esa chica espontánea, que se acopla a lo que la vida le impone, y no necesita de planes, tampoco tener control sobre todo, todo el tiempo.

Hasta que lo conoció.

Sus ganas de tener la atención y el poder sobre todo, la llevaron a encontrarse con algo más. Más de lo buscaba, más de lo que pensó tener.

Él, esa bocanada de aire fresco, esa persona con la que puede ser ella misma, sin barreras. Sin planes.

Si a algo estaba acostumbrado Luka, era a estar rodeado de chicas. A ser deseado. Pero, él no se permitía mostrar su interior a nadie, jamás.

Siempre era ese chico seguro de sí mismo, sin preocupaciones, aparentemente feliz.

Pero solo cuando nadie estaba, podía ser el chico con problemas, solitario, el que se permite sentirse triste y exteriorizarlo.

Hasta que la conoció.

Lo que pensó era solo atracción, ganas de sacar de su zona de confort a aquella chica, lograr lo que siempre obtenía: atención y sentimientos que él no correspondía. Se transformó en algo más, algo que lo llevó a encontrar lo que siempre buscó.

Ella, esa compañía que el necesitaba, esa persona en la que puede confiar, aquella que lo motiva a mejorar para si mismo, y no para los demás.

Ellos no planeaban enamorarse, jamás lo imaginaron. Y menos el uno del otro.

No sabían que se necesitaban. Y no saben cómo, ni cuándo, llegaron a ese punto. Aquel en el que, durante las noches, mientras pensaban, se encontraban murmurandole a la nada.

No sé en qué momento me enamoré de ti.

No sé en que momento me enamoré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora