Antes de leer.
De mí, M.A., para N.B.:
Si por alguna razón llegas a leer mis escritos, aquí tienes la explicación de porqué me alejé sin previo aviso o explicación. Espero que te esté yendo bien. Muchas gracias por todo lo que me enseñaste, y perdóname por no saber agradecértelo. Por cierto, más adelante hay otro escrito que sería interesante que leyeras para que entiendas mejor mi posición: el desahogo #3.
Ahora sí, comencemos:
La charla entre el niño y la hormiga / Historia corta #1
En una mañana de septiembre yacía un niño que acababa de desayunar. Él, que se encontraba pensando con la mirada fija en la taza de té, sentía una presión en su pecho.
El joven se levantó de la silla, le dio los residuos de su desayuno a su perro y se dirigió a buscar su cepillo de dientes. Al llegar tomó el cepillo y se fue al baño, olvidando por completo la pasta de dientes. Se miró en el espejo del baño y soltó un suspiro enorme.
«Cómo me gustaría poder ser él», pensó, mientras miraba el reflejo de su rostro.
Por azares del destino una hormiga se puso arriba del espejo, específicamente, en el reflejo de su ojo derecho. El chico movió su cabeza hacia el costado izquierdo, pero la hormiga volvió a ponerse bajo el reflejo de su ojo derecho
-Veo tristeza en tu mirada, chico -dijo la hormiga con una voz de anciano, como si de un sabio se tratase.
El niño sintió algo de miedo, pero respondió como si encontrar a una hormiga que habla fuera lo más normal del mundo.
-¿Podrías dejarme sólo?... -murmuró el joven-. Estoy decidiendo algo importante.
-¡Vamos! ¿Acaso existe alguien más genial que yo, una hormiga que habla, para que pueda escuchar tus desahogos? -añadió la hormiga, sin moverse del ojo del joven.
-Me duele... -susurró el chico mirando a la hormiga. En su mirada se veía alguien puro; alguien que sólo quiere recibir lo que mismo que da, y la hormiga se percató de eso inmediatamente-. ¿Por qué no puedo ser él?
-No sé quién será él, pero créeme, no hay nada más gratificante que ser tú mismo.
-No quiero ser él, yo quiero...
-Estás enamorado, ¿no? -interrumpió la hormiga.
-Yo... -el joven sintió una lagrima correr por su mejilla y la limpió lo más rápido que pudo-. Ayer me enteré de que ella tiene novio; lo supe porque ella me llamó llorando: se habían peleado.
-Oh... Lo siento, chico. A veces la vida es dura, pero siempre habrá alguien que nos consuele en nuestros momentos más difíciles. ¿Pero por qué es una hormiga la que tiene que consolarte? ¿Dónde están tus amigos?
-No tengo -respondió el niño-. La amistad más grande que tengo es con mi mejor amiga, pero...
-Te enamoraste de ella.
-No... Bueno, sí, pero yo me enamoré antes de que fuéramos amigos... -la voz del niño se quebró en sollozos-. Y-yo... Hice lo que más pude...
-Cálmate. Diste todo de ti; eso te vuelve una persona admirab...
-Ella es como mi hermanita... -interrumpió el chico sin tomar en cuenta a la hormiga-. Es mi única amiga, y lo peor es que justo anteayer le compré un poster de su personaje favorito; no sé si tendré la fuerza de voluntad para regalárselo.
-Vaya... ¿Qué piensas hacer? Supongo que no serás capaz de...
-Sí, seguiré intentándolo -interrumpió-. ¡Ella es maravillosa, y estoy seguro de que lo conseguiré!
-Jum... Me refería a que no serías capaz de matar al novio, pero eso sigue siendo malo. ¿Por qué sigues ahí?; no es mutuo lo de ustedes dos
-Yo la amo, y por eso quiero seguir luchando. Sé que tiene novio, pero estoy seguro de que algo se puede hacer. Mira -el niño se limpió las lágrimas-, ella me contó que pelea mucho con su novio, así que mi plan es consolarla siempre que se pelee con él. ¡Boom!... -contestó con ilusión en la mirada-. ¡Así se dará cuenta de que la apoyaré en todo lo que le pase y se enamorará de mí! ¡Es un plan perfecto!
La hormiga no dijo nada al respecto, pues sentía pena del niño y de su plan que, al menos para la hormiga, tendría un resultado mediocre.
-¿Qué pasa? ¿Acaso no es ingenioso? -continuó el joven.
-No -contestó secamente la hormiga-. Eso no es sano, ¿no te das cuenta? ¡No es sano que llores siempre que pienses en ella! -planteó alzando la voz, como si la hormiga supiera toda la vida del joven. El niño bajó su mirada al suelo: tanto la hormiga como el niño sabían que eso último era cierto.
-Entonces, ¿qué debería hacer? -murmuró el niño.
-Sé que sabes la respuesta.
-¡No! -chilló-. No quiero eso; no podría: no tengo la suficiente fuerza como para...
-Cuéntale todo y luego te alejas -contestó la hormiga. El joven miró a la hormiga y sintió como más lágrimas rozaban su mejilla nuevamente, pero esta vez no hizo nada para detenerlas.
-Entiéndeme... -murmuró con la voz rota; casi ni podía mantenerse en pie-. Ella es como mi hermanita. Es mi única amistad real...
-Eso no es cierto; ella dejó de ser tu amiga cuando te enamoraste -refutó la hormiga al instante-. Ella no te hace bien: si te hiciera bien no estarías llorando ahora mismo.
-Pero...
-¡Mírate en el espejo! ¿¡No ves lo grandioso que eres!? ¡Diste todo por alguien que no dio nada por ti!... -El niño sólo escuchaba sus palabras sin decir nada-. ¡Hasta le mostraste tus lagrimas a una hormiga que habla!, ¿sabes lo difícil que es hacer eso? -el joven sonrió ante lo último que dijo. Curiosamente, esa había sido su primera sonrisa del día.
El niño, ya con la voz destruida, no tiene nada que decir al respecto. Cada segundo lo siente como una hora. Se siente mal, pero también siente que no le queda nada más por hacer.
-Tengo una duda -continuó la hormiga-; si eres su mejor amigo, ¿cómo es que no sabías que ella tiene novio?
-Pues... Es una relación secreta. Según ella, solo yo sé sobre la relación.
-Oh, entiendo... -respondió la hormiga, y el niño miró hacia el suelo con tristeza. La hormiga se dio cuenta de ello y, por primera vez en todo el encuentro, se bajó del espejo. Luego pasó por las paredes, por el suelo, y cuando llegó a los pies del chico comenzó a subir.
El niño sintió un hormigueo en su mano izquierda, y rápidamente puso su mirada en dicha mano, o más bien, en dicho hormigueo.
-¿Qué sientes ahora? -cuestionó la hormiga.
Por alguna razón el joven empezó a sentirse mejor. Mientras más tiempo pasaba la hormiga en la mano del chico, mejor se sentía, y no dudó en hacérselo saber.
-No sé porqué, pero me siento tranquilo -murmuró secando su rostro con la manga de su otra mano.
-Escúchame -dijo la hormiga-, ahora que eres capaz de sentir la calma por tu propia cuenta, volverás a ser tú mismo y lograrás todo lo que te propongas.
-¿A qué te refieres? No entiendo.
-Me refiero a que ahora volveré a ti: como siempre debió ser, pues yo solo soy una proyección de tu subconsciente hablándote a ti mismo.
-¿Qué? -preguntó el niño con una cara de sorpresa.
-¿Por qué te sorprendes tanto? O sea, para empezar, ¿desde cuándo las hormigas hablan?
-Pues...
-Oye... -murmuró la hormiga-. Siempre estaré contigo cuando me necesites. Eres genial, nunca lo olvides. Y, por favor, no vuelvas a perderme por alguien más; no te pierdas a ti mismo para encontrar a otra persona.
Y luego de eso, la hormiga desapareció en la mano del joven.
ESTÁS LEYENDO
Esencia
Spiritual¿Te gustan los escritos cortos? Esencia es una compilación de escritos que, si bien tienen una relación entre sí, no se necesitan para coexistir en conjunto. Cualquier sugerencia o apreciación personal es bienvenida. De hecho, me gustaría demasiado...