Capitulo 4 Desavenencia

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Después de la charla con el hombre lobo era momento de decirle a Alexander que tendría que partir. La situación era muy preocupante. A pesar de que Maximiliano no fue concreto al referirse a lo que nos enfrentamos, pude darme una idea bastante clara en cuanto mencionó que se habían adueñado de una mansión que abandonada y que ahora el propietario, ni más ni menos el vampiro de Londres, la quería de vuelta. 
¿No se podían meter con otro? No. Tenía que ser con el líder. Negué con un movimiento de mi cabeza, mientras subía nuevamente a la habitación. Al entrar dos cosas pasan por mi mente: uno, a Alexander no le gustará que viaje solo y dos tenía que hacerle el amor pero de ya. 

No importaba cuantas horas estuvimos en el jacuzzi, lo deseaba ahora. Agarré mi prominente erección de camino a la cama y separé las sábanas para ver el hermoso espécimen que estaba allí acostado. Su cabello estaba desordenado, las marcas de runas distribuidas en gran parte de su piel, al seguir mirando su trasero firme y en forma de globos me dieron ganas de morderlo y también de darle de nalgadas. Reí por lo bajo, el día en que hiciera eso Alexander muy bien podría lanzarme una flecha en la sien.

Solté mi erección para acariciar su cuerpo, empezando con la espalda dándole suaves masajes, los pequeños gemidos se hacían escuchar. Me quito la bata que tenia puesta y la lanzo al suelo para luego colocarme al lado de mi nefilim y seguir dándole masajes. 
—Magnus... -escuché un gemido ronco. 
—Aquí estoy amor, relájate. -Empiezo a besar y acariciar con mis manos su espalda, a la vez que voy lamiendo cada runa que voy encontrando. Cuando llego a su trasero no lo puedo evitar: muerdo con mis dientes una de sus nalgas. 
—¡MAGNUS! ¡NO ME MUERDAS! 
Río divertido al escucharle.— Ok me porto bien, ¿prefieres esto?.— comencé a besar su nalga, lamiendo con suavidad donde había mordido.

—Sí.
Sonrío. —Entonces quédate quieto que quiero comerte.— En mis manos siento un pequeño temblor y río. —Quieto... 
Puse mis piernas a ambos lados de sus muslos, mejorando de este modo mi posición. —Ahora sí. 
Masajeo sus nalgas con suavidad, besándolas para luego empezar a pasar mi lengua por el valle entre ellas. Alexander aprieta las sábanas con sus manos, mientras que yo continúo con mi exploración. A pesar de los años juntos aún podía seguir experimentando este deseo tan fuerte que siento por él, por mi nefilim.
Estaba tan duro como una roca, ya había empezado a expulsar presemen, pero aún no podía estar dentro de él: quería volverlo loco primero y luego hacerlo mío.

Mi lengua no se detiene, con ayuda de mis manos abro sus nalgas, entrando más a fondo, esperando a que muestre lo que tanto deseo.

—Ma... Magnus maaas—. Gime.
—Paciencia nefilim... 

Empieza a apoyarse en sus rodillas y me tengo que echar un poco hacia atrás para no caerme. Empina su trasero de forma suculenta, por lo que muerdo mi labio mirando lo que hace. —He creado una maquina del sexo. 

Mueve su trasero invitándome. No espero más y mi lengua empieza lamer desde la cima del valle hacia abajo, hasta llegar a su ano. Los gemidos por parte de mi pareja no se hacen esperar y sigo lamiéndolo. Ronroneo al sentir el almizcle de la zona, y sin detenerme esparzo mi saliva por todo su ano y luego con la punta de mi lengua lo follo tratando de que entre en su interior. Sigo comiéndome su ano por completo, lamiéndolo y pasando mi lengua por sus testículos con apenas vellos en ellos. 

—Eres muy hermoso—. Introduje rotando un dedo en su apretado ano, follándolo. Empiezo a moverlo hacia delante y hacia atrás para luego seguir el ritmo hasta sentir que está preparado para otro dedo. Ahora que hay dos dedos follando su ano, empiezo a abrirlo moviendo mis dedos en forma de tijera, lamiendo su ¿nie? mientras tanto. 
—¡Por el angeeeel!—. Escuchar los gemidos de mi pareja me ponen a mil, sintiendo como mi erección palpita. 
—Te deseo Alexander—. Digo con voz ronca. 
—Hazme tuyo Magnus—. No lo había terminado decir cuando mi erección empezó a empujar dentro de su interior con una sola arremetida, escucho el grito de Alexander y le gruño en el cuello abrazándolo por el torso con un brazo para sostenerlo.
—Siempre me acoges tan bien, nací para estar dentro de ti—. Gimo en su cuello, mordiéndolo deseoso. —Mastúrbate Nefilim.
Ambos nos estremecemos. Él por supuesto hace lo que le pido y mi mano libre sostiene su cadera para que no se mueva y empiezo a mover mis caderas para meterme cada vez mas a fondo de su interior llenándolo por completo, su interior siempre tan acogedor y caliente. —Ohhh siii... Me matas Alexander. 

Mis penetraciones eran suaves, quería disfrutar de cada segundo, cada minuto haciéndonos el amor. Mi polla se desliza hacia atrás y nuevamente dentro de su ano en donde me siento pleno, feliz y jodidamente caliente. 

—Te amo mago—. Dice entre jadeos mi pareja y cuando rota su rostro se que lo que desea: beso sus labios ahogando nuestros gemidos mientras nos besamos; nuestras lenguas se chupan y juegan deseosas. 
—Te amo nefilim—. Cuando ya no aguantamos más nos corremos de forma increíble, yo llenando su interior con mi semen, gruñendo y sintiendo como me absorbía. —Joder si esto no es el paraíso entonces no se que lo será—. Mi pareja se corre en su mano eyaculando sobre las sábanas, gimiendo, a lo que respondo con un bajo grito. Caemos en la cama y con un gemido me salgo de su cuerpo para luego acostarme a su lado, él de inmediato se sube sobre mi para besarme en los labios y devoro tan suculenta boca. Lo amo tanto. 
Cuando nuestras respiraciones se tornan regulares empiezo a explicarle por qué vino Maximiliano al medio día. En cuanto le digo que viajaré a Londres se sienta en la cama y me mira con furia en los ojos.
—¿Y piensas viajar solo? ¡Ni hablar! Voy contigo Magnus—. Me siento de igual manera en la cama y lo miro tratando de calmarlo. 
—Alexander, tienes que quedarte aquí. Tienes cosas que atender y tu trabajo para los cazadores es importante—. Eso solo parece molestarlo aún más, se levanta de la cama y comienza a vestirse. 
—¿A dónde crees que vas Alexander?— Pregunté preocupado. 
—¡Eres un imbécil Magnus! ¡Haces planes con ese lobo y no me tomaste en cuenta! ¿Qué fue lo que acabamos de hacer? ¿Me hiciste al amor para despedirte de mí y ahora simplemente me tratas como un niño que no puede defenderse? ¡Soy un cazador de sombras, cretino! Me voy al instituto y no vayas a buscarme, estoy muy cabreado contigo—, dice mientras continúa vistiéndose y gritándome.
—¡ALEXANDER! ¡VUELVE AQUÍ, JODER!— Mierda, ahora si la embarré. Esta no era la clase de despedidas que quería. No quiero llevarlo porque me preocupa lo que pueda encontrar en Londres y tengo un mal presentimiento sobre el asunto, solo quiero protegerlo. 

Fui al baño por una rápida ducha, y al salir me puse pantalones con rayas negras y blancas, unas botas con hebillas hasta las rodillas, un suéter verde muy llamativo, y por último me coloco una gran capa lo suficientemente larga para cubrirme por completo.

No tardo mucho en salir del Loft, ya era de noche por supuesto, había dejado pasar 6 horas después de la discusión con mi nefilim. Al llegar al instituto me quedo frente a la puerta después de tocar la campana, ahora solo me quedaba esperar a que me atendieran. Gruñendo molesto me cruzo de brazos, y después de casi una hora sale Isabelle, mi cuñada, notándose muy molesta también. Oh si, genial, los hermanos maravilla molestos conmigo. 

—Magnus, pasa, adelante—. Toma un respiro, alzando su barbilla y manteniendo su mirada fija en la mía. —¿¡Qué fue lo que le hiciste a mi hermano!? Desde hace 5 horas está en la sala de armas dándole a un muñeco con sus flechas... —Seguía hablando mientras nos dirigíamos a la Sala de Armas, una vez allí abro la puerta y efectivamente Alexander estaba allí, cubierto con mucho sudor y sus músculos hinchados. Sí que había estado lanzando flechas. 

—Alexander...— No se esperaba lo que iba a suceder. Alexander iba a disparar una flecha al muñeco, pero cuando escuchó su nombre volteó, soltando la flecha directamente hacia mí. Dí un grito, moviéndome rápidamente, aunque no lo suficiente: la flecha rozó mi cuello haciéndome sangrar de inmediato. Escucho a todos gritar mi nombre mientras yo simplemente presiono mi cuello con mi mano; el sangrado se torna rápidamente en hemorragia, mis manos ya no podían cubrir mucho, lo que me hace creer que le ha dado a una arteria. ¡Mierda! Empiezo a ver todo negro y de ahí lo último que observo es a un nefilim preocupado y corriendo hacia mí.

El tiempo corre (Malec +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora