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Los días habían pasado lentamente.

En la cabeza de ninguno de los dos, estaba la respuesta a la pregunta de:

¿Por qué habían confiado tan pronto en el otro?

Para Hyungwon, él era un hombre musculoso, pálido, mal de la cabeza, agradable, respetuoso,

mal de la cabeza, honesto, amante del chocolate caliente, mal de cabeza, amante del pan

recién horneado, y mal de la cabeza.

Para Ho Seok, él era un hombre alto, muy delgado, de apariencia hermosa. Muy tranquilo, algo

cansado con la vida, buen anfitrión, buen conductor, amante de tener peces pequeños en

cajas sin color, y un buen maestro.

Hyungwon le había enseñado todo lo que debía saber sobre el año en el que estaban. Ahora,

Wonho sabía manejar los billetes, había hecho su primera compra en un supermercado.

Había descubierto una bebida extraordinaria llamada chocolate. Podía beberse caliente o

frío, y seguía siendo delicioso. Hyungwon decía que lo que hacía delicioso ese chocolate era la

leche, pero Wonho sabía que, lo que realmente hacía deliciosa esa bebida, era el empeño que

Hyungwon ponía al prepararla.

Aquella fría tarde, ambos se sentaron en el sofá color verde que estaba en la sala. Sus manos

sostenían las tazas con chocolate, y sus mentes habían comenzado a vagar.

Wonho fue el primero en hablar.

–¿Dónde está tu familia?

Hyungwon dio un trago al chocolate antes de hablar.

–Mamá murió cuando nací, fui criado por mi padre y, aunque estoy agradecido con él...

Nuestra relación no es muy buena que digamos...- la boca de Hyungwon hizo un pequeño

puchero.

–Mi madre murió cuando tenía 12 años. Las sirvientas fueron quienes ayudaron con mi

crianza. Padre estaba muy ocupado atendiendo asuntos del reino, pero aún así, es un padre

excepcional.

Hyungwon estaba completamente seguro que Wonho era un chiflado que solo quería un lugar

donde pasar el invierno. Pero en ese momento, una sensación de inquietud le invadió...¿Y si

dice la verdad..? Se preguntó mentalmente.

–Oye, Wonho...- el pálido miró a Hyungwon, con las cejas arqueadas.

Hyungwon se quedó en silencio durante un rato, mientras su mente comenzaba a trabajar muy

deprisa. Es que Hyungwon tenía sus razones para dudar...las tenía.

A su mente llegó la primera vez que enseñó a Wonho a ducharse en la regadera. El peliblanco

se había desvestido sin pudor alguno frente a la mirada horrorizada de Hyungwon, quién de

inmediato le aventó una toalla y se tapó la cara con ambas manos.

—¿Qué?- preguntó Wonho con el rostro lleno de confusión- ¿A qué hora vas a ducharme? No

tenemos todo el día, debo entrenar antes de que el sol se oculte.

Hyungwon, muy a su pesar, había tenido que ayudar al otro a ducharse, porque Wonho no

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