Capítulo 7

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Salir por esta ventana requería un esfuerzo mayor, ya que de este lado no había enredadera sino un caño que venía del techo era el único elemento para llegar al piso. En otros tiempos lo habría hecho sin pensar pero hoy me requería un poco más de coordinación. En qué momento deje de tener quince años.

  —Tony, no lo sé —dije.

  —Vamos ¿qué puede pasar? ¿Caerte de culo? —. Reía.

  —Si me caigo, te juro que voy a hacer todo lo posible para que sea encima de ti.

  —Eso quisieras, preciosa.

  «¿Preciosa? ¿Enserio?» Bueno, una no puede pretender que todo siga igual después de una ausencia tan prolongada.

  —¿Qué estás esperando? —me apresuraba.

  Iba apoyando como podía las punta de los pies en cada aro que sujetaba el oxidado tubo a la casa y lo abrasada con fuerza para que la caída, de tener que pasar, fuera lo menos dolorosa posible. Seguía escuchando a Tony reír cuando, estando lo bastante cerca, di un salto al piso.

  —Me gusta tu nuevo look.

  —Gracias, es la última tendencia en la ciudad. De la colección Oxido antes que caída —dije sacudiendo la única camiseta blanca que había llevado, que ahora era de un lindo color cobre— ¿A dónde vamos?

  —A dónde crees —dijo señalando una caja de cervezas debajo de un árbol.

  —No sé si sea lo correcto, ya no somos unos niños y no vivimos aquí. Se podría considerar invasión a la propiedad.

  —No exageres, Clara.

  —¿No acabas de firmar contrato para trabajar en una de las empresas de esta familia?

  —Quién me dijo alguna vez que el mundo era injusto, que si nadábamos en alguna de las piscinas no era algo malo sino que estábamos tratando de igualar la balanza social.

  —No conozco a esa persona.

  Sí, tal vez de adolescente era un poco anarquista, lo admito. Pero quién no lo era a esa edad, las hormonas están a tope y la injusticia se ve aún peor de lo que realmente es. Hoy, como alguna vez me dijeron me fui más para el otro lado aunque sigo reclamando porque todos tengamos las mismas oportunidades para poder construirnos a nosotros mismos. Yo así lo hice, y me gustaría que todo el mundo pudiera hacerlo.

  —Vamos —dijo tomando las cervezas y tomándome de la mano.

  «Alto», pensé. Le solté la mano y se me quedó mirando.

  —¿Ahora qué? —preguntó dándose la vuelta hacia mí.

  —¿Cómo sabías que estaba en esa habitación? Esa no es mi habitación desde que era una niña.

  Tony no sabía mentirme, se le notaba demasiado. Tenía algunos tics difíciles de controlar. Cuando estaba aburrido empezaba a mover la pierna izquierda sin darse cuenta y cuando trataba de concentrarse en algo tocaba su lóbulo derecho.

  —Te escucho —dije llevándome la mano a la oreja. Él hizo una mueca de desagrado.

  —No lo sabía. Esperaba que Liliana se asomara a la ventana para ver cómo se sentía y luego iba a a la habitación de tu madre.

  —Ahhh —dije y me moví como lo harían las actrices enamoradas en las viejas películas de Hollywood, con pestañazos y todo.

  —Basta —dijo pero no me detuve—. No es lo que piensas.

  —Tony está enamorado, Tony está enamorado —. Empecé a cantar como cuando éramos niños.

  —No estoy enamorado de Liliana —gritó tomándome de los brazos—. No de ella.

  Lo miré esperando que me dijera, entonces, de quién estaba enamorado. Pero parecía aun más molesto, como si las palabras quisieran salir pero no lo lograran. Estaba quedando rojo como un tomate, así que tomé el toro por los cuernos:

  —¿De quién?

  —No importa —contestó dejando de mirarme.

  —Si no te importara no estarías agarrándome con tanta fuerza.

  —Perdón, no, no me di cuenta.

  —No pasa nada; somos amigos ¿no?

  —Sí, claro que lo somos.

  No lo noté muy convencido. Desde que me fui de la mansión Tony me llamaba casi todos los días pero hace un año y medio, la frecuencia de sus llamadas fue disminuyendo al igual que la duración de estas. Supuse que se había enamorado y ya no tenía tiempo para mí o que sus nuevas amistades, fiestas y trabajo no le dejaban tiempo para su vieja amiga. Debo de admitir que eso me puso un poco triste, así que empecé a salir más seguido con amigas y chicos, ya no estaba tan al pendiente de su llamada. Ni de las noticias que con ella venían, sobre John.

  —Tenemos que hablar —dijo tomándome de la mano para que lo siguiera.

  —¿De qué? Dime

  —Aquí no —contestó y comenzó a apresurar el paso.

  Varias veces me tropecé con raíces de arboles, caminábamos a oscuras. Ya había realizado varias veces, a oscuras, ese camino. Sabía dónde estábamos y hacia donde nos dirigíamos pero la naturaleza no le gusta estar en pausa. Ella se mueve, se retuerce, muere, se pudre y se vuelve abono para transformarse en vida otra vez. Volviendo el camino incierto para una persona que no lo transita hace ya un tiempo. Como el oxido en mi camiseta o el dolor en la espalda baja por la caída al llegar, todo me decía que ya no estaba en Kansas.

  Pero allí, a lo lejos, una luz parpadeante me anunciaba que no todo había cambiado.

  —Abajo —dijo Tony.

  Ambos nos escondimos tras un abedul que reconocí de inmediato. En él había tallado con un destornillador, que le había robado a Antonio: J y C por siempre, rodeado de un desastroso corazón, hecho por una adolescente que al parecer le temblaba bastante el pulso. Estaba tan embobada en el recuerdo que no me di cuenta cuando pronuncie su nombre.

  —John.

  —Sí, eso dije —me regaño Tony, trayéndome de nuevo a la realidad—. Qué mierda, tendremos que volver por donde vinimos.

  Eso fue, supongo, lo que mi amigo dijo porque esas a esas alturas yo estaba muy ocupada tratando de subirme al árbol para tener mejor panorama de la situación.

  —¿Clara, qué haces?

  —Silencio, te van a escuchar —le dije tratando que fuera solo él quien me oyera.

  Tony estaba rojo de la furia, no sabía qué hacer, si mover los pies o tocarse el lóbulo de la oreja. Se decidió por decirme:

  —Loca.

  Loca, eso no era ninguna novedad, así que me afirme con todas mis habilidades de escalar. Y le susurré:

  «Tú sabes que no soy buena para pedir cosas en general. Pero voy a hacer un esfuerzo. Sé que dentro de ti habita un alma buena y generosa, que respeta todos los mandamientos sagrados de los arboles, por eso te imploro que no me dejes caer aguantando mi cuerpo ya agotado por el viaje...

  No tenía el mejor calzado para escalar, ni la habilidad que se requiere pero cuando estás enamorada por tanto tiempo de una persona esas cosas sobran. Sentí como una que otra ama crujía debajo de mis pies y como Tony refunfuñaba en la base del árbol con una cerveza en las manos. Solo un poco más, necesitaba un último impulso antes de llegar a la sima. Como la mejor de las equilibristas, en un movimiento digo de ser aplaudido, alcance la rama más alta y la abrace como si se me fuera la vida en ello. Lo que en esas circunstancias era literal, el piso se había perdido en la oscuridad.

  En cuanto dejé de temblar y logré sentarme, pude divisar la piscina rodeada por velas encendidas.

  Y lo vi.

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⏰ Última actualización: Aug 16, 2020 ⏰

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