A base de comida

4.1K 326 274
                                    

(...)

El mexicano se encontraba en la cocina de su casa, con mirada pensativa, observaba detenidamente las ollas y cazuelas, junto a varios ingredientes esparcidos por toda la barra.

"Que flojera, tendré que limpiar todo al final...Pero lo vale"

Pensó, con una sonrisita apareciendo por sus labios. Después, siguió pensando en que podría cocinar ese día, ¿tamales? De ninguna manera, no quería tardarse tanto, ¿chilaquiles? Mmm probablemente pero le iban a salir demasiado picosos...A menos que...

― ¡Ah, ya sé! ― Gritó con júbilo el peliblanco, e inmediatamente fue a preparar las cosas.

―Qué mejor que unas enchiladas, con su crema, en salsa verde, con queso desmoronado y pollo...Ay, ya me dio hambre. Mejor me doy prisa, mi palomita me espera.

Pronto, el tricolor se movió rápido por aquella gran cocina, buscando lo necesario para preparar esas deliciosas enchiladas verdes...Esperaba no tardarse tanto.

Le había prometido a un bicolor, amante de la Inca Cola, sorprenderlo con un rico manjar, que suponía no había probado el pelirrojo. Este aceptó gustoso, aunque quiso preguntar que platillo le prepararía, México no le quiso decir nada, que para mayor expectativa, Perú solamente esperaba que no tuviera tanto picante o su estómago lo pagaría caro.

Mientras el tricolor ponía a cocer una pechuga de pollo, éste sonreía como tonto, con un pequeño rubor surcando sus mejillas, también sentía un nudo en el estómago de tan solo pensar en la expresión que pondría su palomita.

México había declarado, para sí mismo, hace unos cuantos meses, su amor por el peruano. El mismo no podía creer haberse enamorado de tal persona, solo habían intercambiado algunas palabras esa vez en una junta con todos los demás países.

Sin embargo, ese intercambio de palabras duró más tiempo del que esperaba, ya no solo fueron simples hola y adiós. Con el paso de los días el tricolor empezó a generar un cariño inmenso hacia el pelirrojo, cada que su teléfono vibraba en su bolsillo anunciando un mensaje de Perú, su corazón se agitaba alocadamente.

Y ahí estaba el, en su cocina, preparando un platillo para ganarse el amor de la razón de sus desvelos.

Dicen que puedes enamorar con comida, y justo era lo que él estaba haciendo.

Ya casi todo estaba listo, solo faltaba freír las tortillas, para, seguidamente desmenuzar el pollo.

―¡Ah, me lleva la chingada! ―Soltó un fuerte grito, cuando un poco de aceite saltó hacia su brazo, le dolió, sin embargo, siguió en lo suyo, procurando tener más cuidado.

Pasados unos quince minutos, su obra maestra estaba casi lista. Solamente necesitaba esparcir la crema sin que se le tirara tanto y junto al queso desmoronado para poder finalmente decir que su platillo "para enamorar" sería un éxito.

En total colocó las enchiladas recién hechas en un tupper de plástico, bien cerrado, lo colocó en una lonchera térmica.

Cuando acabó de hacer aquello, vió su cocina, hecha un caos, pero prometió que cuando volviera de la casa de Perú, limpiaría todo ese desastre. Primero lo primero. Fue rápido a su habitación para arreglarse y estar presente cuando llegara a casa del peli rojo.

"Puré, con esto, si o si te enamoro"

Acomodándose su chaqueta y viendo que no le faltara nada, dio rienda suelta hacia la casa del peruano, no sin antes tomar de la mesa la lonchera con su poderosa "arma de seducción".

Mientras caminaba por las calles, no pudo evitar que su estómago se encogiera, el enorme nudo cada vez se hacía más grande al saberse cerca de la casa de su objetivo. Las manos las sentía ya sudadas y el corazón arremetiendo contra su pecho como loco. Más, se dijo a si mismo que debía calmarse. Era su mejor amigo, después de todo, habían compartido muchas cosas juntas...Hasta que el amor comenzó a florecer, al menos de parte del mexicano.

México y sus intentos de ligarse a PerúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora