Epílogo

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En Algún Lugar De Dinamarca...

La brisa fresca golpeaba su rostro, el aroma del mar, el sonido de las pequeñas olas al chocar, sus pies dentro del agua fría, sintiendo la calidez del cuerpo grande que lo rodeaba.

Sus ojos se enfocaron en la Luna, ese hermoso regalo del universo.

- No tienes idea de lo mucho que te amo.

La voz varonil resonó en su mente, el hombre que en un inicio fue su amante y ahora es su esposo, el hombre con quién formó un hogar y criaron juntos a un hermoso niño, ese hombre que todas las noches le pedía disculpas por no cuidar de él, por tardar tanto tiempo en separarse de esa mujer, el hombre de su vida, aquel ser humano que esperaba encontrar una vez sus almas abandonaran sus cuerpos.

- Emilio - El sonido afirmativo le hizo continuar hablando - Tengo frío...

Sintió cómo un brazo dejaba de abrazarlo y al instante fue cubierto con aquella manta tejida por su madre.

- Anda, hay que regresar a casa - Las piernas a lado de las suyas se movieron, el sonido del agua siendo abandonada, él siguió los movimientos de su esposo, las plantas de sus pies sintiendo la madera mojada - Ven aquí- Cuándo menos lo sintió ya era cargado por los brazos de ese hombre encargado de hacerlo soñar despierto.

- No puedo creer que aún tengas bastante fuerza cómo para llevarme en tus brazos hasta casa - Se acomodó a modo que sus brazos rodearán el cuello y pudiera besar la mejilla lisa.

- Vamos cariño, sí apenas tengo 50 años...

Y cayó en cuenta... 20 años de matrimonio, 20 años junto a este hombre...

La puerta de su casa fue abierta y la calidez del hogar era tan reconfortante, en donde pasarían su vejez.

- ¡Maldición! - En un parpadeo los dos ya se encontraban en el suelo cubierto por una alfombra afelpada.

- ¿Pero qué pasó? - Preguntó entre risas mientras se sentaba bien sobre la alfombra y veía a Emilio meter su mano bajo sus muslos y sacar un cochecito de juguete.

- Megan - Dijeron los dos al unísono.

Megan, esa pequeña niña que les alegraba la vida con tan solo sonreirles, su nieta de 3 años a quién tanto adoraban.

La puerta fue abierta de nuevo y a sus risas se unió la risa infantil de su nieta.

- Hey, ¿Qué les trae por aquí? - Preguntó Emilio a la pareja en el umbral de la puerta, la mujer a lado de su hijo mantenía entre sus brazos un bulto - Ron...

- Así es padre... Vengan a conocerle - Ron mostró una hilera de dientes blancos en su sonrisa.

Emilio volteó a ver a Joaquín quién se mantenía con un semblante sorprendido, la pequeña Megan sacudía su mano para alentarlo a levantarse, Emilio le tendió la mano y ambos se dirigieron hasta Christine, Joaquín sujetó el bulto aún sin descubrirle el rostro, un bulto cálido que se removía, con su mano libre destapó el rostro de...

- Ha sido un niño - Christine habló, su rostro se encontraba demacrado pero eso no impedía mostrar la más radiante de sus sonrisas.

El pequeño de cabellos rojizos cómo Ron, con las mejillas regordetas y coloradas, sus ojitos se abrieron, un hermoso azul celeste enfocándose en el claro avellana de Joaquín, un balbuceo fue emitido y después una pequeña sonrisa.

- Es tan lindo - Emilio susurró,  captando la atención del pequeño, la manito del niño sostuvo con fuerza el dedo índice que Emilio le tendía.

La familia que logró formar junto a Joaquín, porque él siempre buscó más que una aventura, el recuerdo de cuándo rescataron a Ron llegó a su mente al ver a su nieto...

Caminaban por las calles frescas de Chicago, después de disfrutar de un musical y atiborrarse de dulces y sodas. Escucharon un llanto al fondo de un callejón oscuro, caminando con sutileza y prestando atención a los depósitos de basura y las bolsas que por ahí rondaban logrando divisar un bulto, el llanto se intensificaba, caminando a paso apresurado y llegando a la fuente, levantando entre sus brazos a ese pequeño que lucía tan pálido.

- Vamos, tendremos que darle algo de comer antes que muera - Habló y ambos cubrieron al niño con sus abrigos sin importar que la nieve descendiera y sus narices se encontraran rojas.

Después de alimentarlo y llevarlo a un pediatra para que pudiera checar sus signos vitales, empezaron el trámite de adopción, ese pequeño cambió sus vidas y simplemente ellos seguían sin creer que en el mundo existiera gente tan miserable que era capaz de abandonar a un bebé inocente en un lugar tan despreciable cómo un basurero en dónde los insectos y ratones no tardarían en comérselo una vez su débil corazón dejara de latir.

- ¿Cómo le llamarán? - Joaquín preguntó, recorriendo con su dedo índice la mejilla del bebé.

- Bruce - Respondió la pareja, los cinco fueron hasta el sofá, tomando asiento.

Emilio sosteniendo en sus rodillas a Megan, provocándole cosquillas, Bruce dormía nuevamente y Joaquín no podría estar más feliz, dos hermosos ángeles que llenaban de dicha y amor su corazón, la vida que deseaba junto al hombre que soñaba, un hijo a quién adoraba y dos nietos que llenaban de luz su vida.

Y así quería morir, entre risas y amor, junto al ser humano que cautivó su corazón, dar el último suspiro pensando en él y todo el camino por el que anduvieron juntos, esas caídas que superaron, las lágrimas y el dolor que le enseñaron a ser fuerte, el amor y la dicha que reforzaron los pilares principales de su vida.

El pasar de ser un amante a ser un esposo.
Ser un amor a oscuras que a veces un cigarrillo les brindaba su luz y al día siguiente ser un amor libre que disfrutaba de los besos y las caricias fugaces en medio de un parque o cine.
Ser un secreto de amor a un grito de amor.
Ser discreto y después indiscreto.
Dicha y dolor.
Lagrimas y risas.
Amor y desamor.
Terciopelo y piedra.
Agua y arena.

Porque así era, es y fue su amor, un amor en secreto, amor criticado, sufrimiento, rebeldía, entrega de mente, corazón y alma, sexo prohibido y exquisito, sexo libre y delicioso, fluidos que se volvían muestras de esas noches a escondidas, piel de ángel, 25 rosas.

Algo de ellos nunca murió, ninguno se fue, en las mañanas siempre eran recibidos por el calor y los besos por parte del otro, ese sitio era ocupado y así seguiría por toda la eternidad...

Fin.

Algo De Mí | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora