La cita |XXIII|

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El camino hasta la salida fue incomodo, los dos hombres miraban los muros como si en este mundo no hubiese nada más interesante. La realidad era que ninguno de los dos quería revelarle a otro lo que llevaba pensando. Jefferson por su parte, avergonzado de haber estado tan excitado por salir con el más bajo. Hamilton, nervioso por el simple hecho de estar a solas con el otro, sobre todo ahora que sus sentimientos eran un manojo de ideas y de pensamientos sin principio ni final. Así que ambos atravesaron los pasillos y llegaron hasta el portón. Thomas, en ese tiempo no pudo evitar pensar en lo raro de la situación. "Tengo el título de mujeriego no por nada. ¡No es quedándome en silencio que conseguiré que él me quiera!" y el que él mismo se sorprendía de lo tímido que estaba siendo. Hacía ya años que el virginiano había superado esa introvertida faceta suya sin embargo cuando se trataba de Hamilton todos los esquemas y planes que tenía preparados se caían con castillo de cartas. Una mirada, un rose, un contacto cualquier cosa que proviniese de Hamilton despertaba en él una pequeña chispa que ni él entendía. Era raro y si lo quería explicar con palaras solo sonidos sin sentido saldrían de su boca. Era inexplicable, abrumador y adictivo. Jefferson entonces decidió que no perdería más su tiempo. Le dejaría ver a Alexander todo de él así, pasase lo que pasase, no se arrepentiría. Con esa resolución se armó de valor y tomo al más joven de la mano.

Hamilton sintió que fue alado fuertemente y se percató que era Jefferson que lo guiaba hacia... ¿A dónde iban? Alexander realmente no sabía por lo que simplemente siguió al más alto prestando atención a la espalda del más alto y otra vez su corazón se aceleraba. Otra vez sus pensamientos explotaban como fuegos artificiales y sus mejillas se sonrojaban. Pero...pero mejor no. "Mejor no...verdad...después de todo esto es solo por el contrato", le susurro su conciencia. Lentamente parpadeo y soltó un suspiro antes de sonreír débilmente. Mínimo podría divertirse.

Después de correr por un tiempo Hamilton empezaba a cansarse y es que cada paso de Jefferson eran tres de él. El de melena risada se percató de eso y no pudo evitar sentirse culpable de lo desconsiderado que había sido con el "pequeño hombre" sin embargo estaba apurado de llegar a su destino así que tomo la opción más eficiente. De la nada Hamilton sintió que sus pies ya no tocaban el piso y de un minuto para otro se encontraba entre los brazos del moreno siendo cargado como novia de boda. El más alto no parecía darse cuenta del público que estaba atrayendo, simplemente sonreía como niño que había hecho algo bueno mientras corría loma abajo. Por otro lado Hamilton tampoco se inmuto, le daba vergüenza estar en los brazos del sureño mas la situación era increíblemente cómica a su parecer. Hamilton nunca fue del tipo a tener vergüenza de pequeñeces como esta por lo que no pudo más que retorcerse de la risa. Puesto que, si se ponía en el puesto de un espectador, la imagen parecía escena de persecución salida de una de esas comedias de antaño. Al llegar al final de la cuadra se encontraron frente a un pequeño restaurante de apariencia rustica. La fachada era de piedras y largas enredaderas colgaban de ellas. A la izquierda yacía un ventanal que dejaba ver al interior y a la derecha estaba la puerta de madera verde y cuatro cristales hacían de mirilla. Jefferson sonrío orgulloso y depositó a Hamilton en el suelo. Alexander por su parte lo miraba de forma inquisitiva mientras que Jefferson abrió la puerta haciéndole un ademan al latino para que este pudiese pasar.

Al entrar un refrescante aire frio los atravesó de pies a cabeza y un agradable aroma les dio la bienvenida. Jefferson saludó a la anfitriona la cual parecía conocerlo bastante bien. Ambos fueron guiados a una mesa la cual yacía al lado de una pecera la cual parecía separar la pequeña mesa para dos del resto del lugar. Luego de tomar asiento Alexander le dio una barrida con los ojos al local. Había poca gente, la luz era tenue y los muros interiores también eran de piedra lo que le daba un aire antiguo, como taberna medieval.

- ¿Te gusta? – cuestionó el sureño son una sonrisa socarrona. Alexander era muy fácil de leer para él.

- Sí. Definitivamente es un hermoso lugar. ¿Cómo lo encontraste? Es tan interesante encontrar una joyita así aquí donde todo es moderno.

¿Por qué no? ||Jamilton|| (Cancelado y puesto en adopción)Where stories live. Discover now