Capitulo 3 (Editado)

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Volvió.

Bruscamente, me giro en la ducha y observo toda la extensión del baño, buscando desesperadamente al causante de todas estas sensaciones contradictorias que mi cuerpo siente con su presencia. No encuentro nada. Pero sé que está aquí, lo siento.

Puedo sentirlo; en mi piel, que se eriza. En mis piernas, que tiemblan sin razón, tal vez temerosa de la perturbadora presencia del fantasma o tal vez por la necesidad que, en contra de todas las alarmas que resuenan en mi cabeza, comienza a aparecer en el vértice de mis piernas en forma de una humedad caliente.

Porque sí, aun cuando me avergüence admitirlo, aquel fantasma -al cual no puedo ni ver ni tocar- logra mojarme con tan solo sentir su mirada sobre mí. Me hace dudar de mi propio raciocinio al encontrarme deseosa de volver a sentirle dentro de mí, de volver a ser poseída por él.

Y sé que es una locura, pero, tan loco como pueda sonar, lo perturbador de la inexplicable capacidad de poder sentirle aun sin poder verle, lo hace -de alguna terrorífica y placentera forma- mucho más excitante. No lo sé, lo más probable es que me esté volviendo loca, pero la necesidad de correr de esta situación ni siquiera se me ha pasado por la mente desde que desperté y mucho menos lo hace ahora con todo lo que me hace sentir.

Definitivamente me he vuelto loca.

Soltando un suspiro frustrado, cierro la llave del agua de la ducha y salgo de ella. Busco por alguna toalla, pero no encuentro ninguna. Reviso todos los posibles lugares donde pueda haber algún rastro de tela para secarme, en tanto soy observada por el fantasma que tiene a mi piel erizada en cada paso que doy.

Debí bajar las cajas de mi auto en vez de echarme a dormir apenas llegué. Me lamento y reviso hasta el último estante, no encontrando nada. Me resigno, y comienzo a caminar hacia la salida del baño mojada y desnuda, en busca de mi bolso sobre el banco al pie de la cama.

Sin embargo, la sensación de tener aquella extraña y a la vez reconfortante frialdad en mi espalda, detiene mi paso. Mi respiración se atora al sentirlo repentinamente detrás de mí.

Esta vez no me doy la vuelta y siento como, lo que supongo es su mano, toca mi trasero húmedo, incrustando sus dedos en mi carne con fuerza y haciéndome estremecer y jadear por el frío contacto, que se siente posesivo y dominante.

De la nada, el contacto desaparece, dejándome desconcertada. Extrañada, me giro en mi lugar y observa hacia todos lados como si fuera a poder verlo, lo cual claramente no sucede.

Es un fantasma, Valerie, ¿qué esperabas?

Dispuesta a perder la poca dignidad que me queda para hablarle a un ente invisible, doy un paso hacia adelante con la esperanza de que aquella frialdad siga estando en algún lado de la habitación, pero me detengo antes de que si quiera pueda abrir mis labios para soltar cualquier cosa, porque el sonido del timbre retumba en toda la casa. Me sobresalto por el sonido inesperado, es imposible que alguien haya venido a visitarme, aún no conozco a nadie en Gautier.

Extrañada, rápidamente saco un short de algodón de mi bolso y una camiseta unos altos más grandes que visto rápidamente en tanto salgo corriendo de la habitación y comienzo a bajar las interminables escaleras de dos en dos.

—Por favor que no sean mis padres o Thomas, por favor, por favor — susurro.

Cuando llego al primer piso, mi corazón tarde con fuerza debajo de mi pecho y mis manos tiemblan de un nerviosismo que rápidamente muere al abrir la puerta y encontrarme con un alto y fornido hombre, que en nada se parece a mis padres o a mi imbécil exnovio.

Mis agradecimientos internos se ven interrumpidos cuando reparo en el hombre de unos treinta y tantos años, vestido con el típico uniforme de oficial y observando frenéticamente hacia los lados con una expresión aterrada que me levanta una ceja.

Balthazar [1]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora