Capítulo 4 (Editado)

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Desconcentrada e inmersa en mis locos pensamientos, comienzo a hurgar dentro de mi bolso, que está sobre el banco a los pies de la cama. Busco el cambio de ropa interior que siempre guardo por si acaso.

Sin embargo, un inesperado movimiento me saca de mis ensoñaciones. Mi bolso sale disparado hacia un lado con una brusquedad que hace que todo su contenido se esparza por el suelo.

—¡Oye! — exclamo enojada hacia la nada cuando entiendo que todo fue causado por el maleducado fantasma.

Molesta, comienzo a recoger todas mis cosas mientras sueltos improperios para Casper, consciente de que muestro mi culo desnudo cada vez que me agacho a recoger algo. Maldito fantasma pervertido, seguro eso era exactamente lo que quería.

Cuando termino de levantarlo todo, lo dejo sobre la cama con brusquedad, molesta. Pero luego reparo en aquel objeto rosa que se encuentra al pie de un enrome espejo situado a un lado de la puerta del vestidor. Mi vibrador.

Rápidamente, me acerco a él, sintiendo por alguna extraña razón, mis mejillas se tornándose rojas de vergüenza. Cuando estoy frente al pequeño aparato y me inclino para tomarlo mi piel se eriza de repente.

Antes de que si quiera pueda enderezarme, vuelvo a sentir su presencia detrás de mí y, para mi sorpresa, como posa un frío dedo sobre la curvatura de mi trasero, bajando hasta la costura de mi sexo y sacándome un gemido ahogado. Por la sorpresa, suelto el agarre en la toalla sin querer, buscando sostenerme del suelo para evitar caer de cara al suelo por la repentina caricia. Quedo totalmente desnudo en el proceso.

Mierda.

Un movimiento a mi derecha me hace enderézame rápidamente. Pero cuando observo, me quedo helada. En el gran espejo de piso a techo no solo mi cuerpo desnudo se refleja en él, sino que también se encuentra reflejado el cuerpo del fantasma. Y me deja sin aliento reparar en su apariencia.

— Ay, mierda — jadeo.

Está justo detrás de mí, sacándome por lo menos dos cabezas. Por lo que puedo ver, tiene la misma forma que un hombre, solo que su piel es de un color entre negro y azul oscuro, mide por lo menos dos metros y un poco más, tiene unos músculos de infarto y su miembro...

— Eso no puede ser real — susurro, totalmente anonadada mientras le miro sin pudor — ¿Qué digo? Tú no eres normal. Claramente tu pene no podía serlo tampoco — estoy delirante por hablarle a esta cosa.

Es enorme y, ahora que lo puedo ver, no logro entender cómo eso ha podido entrar en mi la noche anterior y no hacerme daño en el proceso.

Dejando de reparar en su cuerpo, subo a su rostro. Me estremezco, porque él no está observando mi reflejo en el espejo también, sino que me mira a mí, con sus ojos totalmente oscurecidos y su rostro sin expresión mientras me observa de una manera tan aterradora como caliente. No parece muy alarmado de que pueda verlo, por lo que comprendo al instante que ha tirado mi bolso con este propósito. Él quiere que lo vea.

Apretando el consolador en mi mano y tratando de quitar toda la cobardía de mi sistema, me giro en mi lugar, esperando encontrarlo frente a mí. Pero no encuentro nada y solo siento aquella fría y estremecedora sensación de tenerle cerca de mí.

De pronto, siento sus manos en mi cadera, tirando de ellas para volver a girarme sobre mis pies y dejarme frente al espejo de nuevo. Jadeo por la brusquedad del movimiento. La gravedad ya no me sostiene al suelo, ahora es él quien me sostiene a su antojo y me pone donde quiere.

Vuelvo a poder verlo a través del espejo. Y esta vez él tiene su atención en el reflejo del espejo también. Con sus ojos atravesando los míos y demostrándome con su mirada aquello que me quita el aliento y hace palpitar los músculos alojados en el vértice de mis piernas. Lujuria, deseo, ansias.

Balthazar [1]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora