CAPÍTULO XIX

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Aún conservo intacta mi capacidad de pensar, de sentir y todo esto lleva consigo una cantidad de dolor emocional.

Sin poder decidir sobre mi vida, le temo a un futuro incierto, a la postración total, a los medios invasivos en mi cuerpo, a las llagas, a las ulceras en la piel, a la dependencia absoluta, a la experiencia de una muerte lúgubre que cercena de a poquitos mi vida.

Estar atada a una cama y cosida a mi propia piel, a mi cuerpo, cual golondrina presa en una jaula.

Vivir un dolor que solo crecerá en el tiempo, mientras me deterioro a cada minuto conectándome veinticuatro horas a un respirador.

Pero eso será solo el comienzo, vendrán pronto las ulceras que profundizaran hasta que se logre ver el hueso y con ello las infecciones, y no moriré. Ese infierno será eterno y mi mente estará lucida, gritando cada dolor en una cama de hospital queriendo morir. 


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NOTA DE AUTOR

Escriban algo feliz aquí. 

Ana quiere volar  |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora