CAPÍTULO VII

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Desde que empecé a publicar en el blog, he recibido muchos mensajes con la pregunta: ¿Te quieres morir? No he respondido a ningún mensaje en privado, solo lo he hecho a quienes preguntaron de manera pública con una explicación muy puntual: "quiero mi libertad a elegir cómo, cuándo y dónde morir".

Cuando desperté intubada, estaba además, con sonda orogástrica de alimentación, sonda vesical en la uretra, en mi pecho tenía conectores de frecuencia cardíaca, saturador de oxígeno en el dedo, el tensiómetro en el brazo izquierdo, y una vía endovenosa en mi mano derecha por donde me administraban muchos medicamentos. Obviamente, en ese momento, y durante varios días no sabía nada de lo que tenía en el cuerpo, ahora lo puedo detallar y saber qué es y qué función tiene cada aparato porque lo aprendí con el tiempo.

Es importante para mí enumerar e incluso me provoca hacer un manual de instrucciones de cada término clínico que tuve que aprender. Sé que para ustedes sería aburrido.

Pues bien, lo repito, no me quiero morir. Más que nunca amo la vida y por sobre todas las cosas de este mundo, amo la libertad de elegir. Esta búsqueda por la muerte se convirtió, paradójicamente, en una motivación para vivir. Todavía no he tenido un proceso infeccioso este año y no sé cuándo lo tendré, pero lo que digo es que si yo tuviera el "permiso" del Estado para morir, estoy segura que esos procesos infecciosos no serían así de terribles y los llevaría en paz, con esperanza y libertad. Y seguramente, así como en otros países, nunca utilizaría ese "seguro de vida-muerte" mientras yo sea la única dueña de mi cuerpo y no el Estado.


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NOTA DE AUTOR:

Siento mucho lo del capítulo anterior. Sigo aquí. 


Ana quiere volar  |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora