Hanako-Kun

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Hola de nuevo, mi estimado. Me entristece un poco el toparme contigo esta vez, pues lo que vendrá no será agradable. Primero quiero empezar preguntándote si has escuchado el rumor. Si, el rumor de aquellos dos hermanos que se amaban, pero no con la misma fuerza; los hermanos Yugi. Aunque no lo creas o suponiendo que eso no sea de tu agrado, uno de ellos comenzaba a querer a alguien más. El corazón es engañoso y sincero al mismo tiempo. Pues con toda sinceridad uno de ellos amaba a ambas personas, pero sin quererlo, engañó a ambas personas, metiéndolas en un problema que jamás imaginó. Sin darse cuenta, causó una serie de eventos trágicos que fueron incrementándose, así como fichas de dominó.

La conclusión de aquella sucesión de catástrofes no iba a tener un final tan espectacular como en el caso del dominó, no, dará algo que para nada será grato de presenciar. Aun a pesar de mis múltiples advertencias, supongo que ya sabias demasiado como para no continuar y ver en que acababa esta tragedia. No te culpo, la verdad me suponía que te volvería a encontrar, al menos una última vez. Lo único bueno que puedo decir es que todos estos eventos trágicos están por terminar, no de una forma agradable, pero terminarán. No quiero cansarte, así que solo permíteme que te acompañe una última vez para que esto sea un poco más llevadero.

La última vez que nos vimos los gemelos Yugi llegaron a un nuevo nivel en su relación, uno donde Tsukasa, el menor tomó el control. Las ideas de Tsukasa no tenían límites. Empezó a innovar en formas para estar con Amane. A veces lo seguía al baño de la escuela y cuando él iba a orinar, se acercaba para besarlo y tomar su miembro expuesto. Otras veces lo buscaba después de gimnasia cuando se cambiaba para tomar su pene y masturbarlo. También se colaba en las duchas para tener sexo con él, sin importarle que algún otro estudiante entrara y los viera. Ese fue el caso de ese día, donde sin aviso Tsukasa solo apareció. Amane fue el encargado de guardar todo, por lo que estaba solo en los vestidores, para cuando vio a Tsukasa entrar desnudo. El menor entró corriendo, con las mejillas ruborizadas, los ojos brillantes y muy abiertos, dando de saltos de modo que su flácido miembro rebotaba de un lado a otro, haciendo sonrojar a Amane. Tsukasa hizo suyo al castaño ahí mismo, dentro de una de las regaderas. Para ese punto Amane solo se dejaba llevar por los deseos de su hermano.

Pasaron más días sin ningún cambio. Amane buscaba ocultar los golpes que Tsukasa le provocaba. De por si aquel chico no era muy sociable con sus demás compañeros, pero ahora le daba miedo tan solo voltear a verlos. Intentaba razonar con Tsukasa, dejándole en claro que no lo perdonaría por haber golpeado a Hayami. Amane le prometió que estaría con él por siempre y que no lo traicionaría con nadie, así como decían cuando niños, manteniendo la condición de que Tsukasa fuera gentil al menos con las chicas. Amane no podría perdonarse sin su hermano golpeaba a alguien más por su culpa, pues aunque Tsukasa prometió no volverlo a hacer, no terminaba de confiar en él.

Un día como cualquier otro, ya al final de clases, Amane recibió una pequeña nota en su pupitre. Al revisarla, leyó:

«Perdón, Yugi. Esto en verdad no es tu culpa y quiero ayudarte».

La nota no estaba firmada, pero con claridad supo de quien se trataba. No quiso deshacerse de la nota, así que la escondió en el cohete que tenia de llavero. Después de eso fue a casa, donde Tsuksa volvió a hacerlo suyo. Pasaron el resto del día dándose placer, más que nada, lo que Tsukasa quería. Amane se resistió, sintiendo más confianza gracias a la nota de Hayami, pero como podrás imaginar, esa carga extra de confianza no sirvió de nada. Un puñetazo en la mejilla y un par de golpes en la parte superior del brazo lo hicieron rendirse. Tsukasa no borró su sonrisa en ningún momento, no por malicia, sino por estar con su hermano, aquel que amaba tanto. Durmieron juntos como todas las noches, permaneciendo desnudos y apenas cubiertos por una manta como costumbre. Amane pudo dormir poco, despertándose al amanecer. Amane vio hacia la ventana. Ya se notaban los colores rojizos del amanecer. Se levantó sin molestarse en cubrir su intimidad para cerrar la ventana que ya hacia su piel erizarse. Al llegar vio sus pantalones arrumbados y, al levantarlos, encontró aquella piedra lunar en uno de los bolsillos. Tomó un banco y lo acercó a la ventana, donde se sentó para ver el amanecer mientras sostenía aquella pequeña roca.

Amor y Tragedia para Dos (Amane y Tsukasa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora