Kagome Higurashi trato de controlar el miedo. Durante la última semana la sensación de que algo iba mal, había aumentado progresivamente hasta hacerse insoportable; como un zumbido constante que tiraba de su nuca obligándola a volver la vista hacia todos lados, esperando que una horda de demonios cayeran sobre ella, o que Naraku en persona (muerto desde hacía cinco años) resurgiera para vengarse.
Sango culpaba a sus nervios, por la ceremonia que se realizaría esa noche, alegando que ella misma se había sentido igual en su momento.
Miroku le había sonreído tiernamente, alegando que en todo caso eran los nervios de la virgen frente al altar, acompañando sus palabras de una mirada lasciva, que Sango corto rápidamente con una bofetada en pleno rostro. Una vez aclarados los conceptos, Miroku le había recordado, que el sello colocado sobre la aldea temprano por la mañana, ese mismo día; sería suficiente si algún demonio vagabundo andaba por ahí. Así que no tenía por qué preocuparse.
La anciana Kaede los había escuchado en silencio, mientras continuaba peinando los obscuros cabellos de Kagome, cuando sus amigos se retiraron se acercó a la última portadora de la Shikon no Tama, mirando sabiamente en el fondo de aquellos enormes ojos azules.
- No es prudente ignorar nuestros instintos - le decía mientras colocaba otro par de sarcillos en su sobre decorado peinado - Yo me he sentido inquieta todo el día, tal vez porque mi poder es mucho menor que el tuyo, mi percepción del peligro es muy leve. Mantente alerta.
Nunca olvidaría esas palabras.
Corría sin descanso entre los árboles, las ramas golpeando su rostro y cuerpo, se detuvo un instante para mirar atrás antes de seguir internándose en las sombras.
A lo lejos brillaba tristemente el resplandor del fuego.
Personas, casas y animales, conformaban los leños de aquella hoguera de pesadilla; que levantaba una densa columna de humo negro hacia el cielo, ocultando las estrellas como una nube pasajera.
Las piernas le dolían de tanto correr entre las ramas cada vez más bajas, las piedras le habían herido infinidad de veces los pies desnudos; que ahora se encontraban llenos de sangre y lodo. El cabello volaba tras ella en desordenados mechones mientras los muchos y delicados sarcillos que lo habían adornado, caían al suelo en su loca carrera.
No disminuyo su marcha, solo tenían una oportunidad y esa era el pozo. Confiaba en resguardar su preciosa carga al abrigo de la energía remanente en la vieja construcción.
Sabía que no podría abrir el portal, lo había intentado durante años antes de aceptar que el viaje que había hecho no tenía retorno. Aun así, la poca magia que quedaba en el pozo serviría para sus propósitos desesperados.
Sus pasos se hacían cada vez más fatigosos, no estaba acostumbrada a los esfuerzos físicos de esa magnitud, y menos aún con tanto peso en los brazos. La silueta del viejo pozo devora huesos, se perfilo tenuemente gracias a la claridad de las estrellas que se filtraba entre las nubes.
No había luna aquella noche, un enorme disco negro la vigilaba desde el cielo. Mas amenazador de lo que ella recordaba haber visto jamás.
Solo la separaban unos pasos, cuando cayó al suelo. La sensación de calor corriendo arriba por su pantorrilla, el dolor serpenteo por su espalda hasta hacerla jadear. Apretó los brazos asegurando con más fuerza su tesoro.
Con la poca energía que le quedaba coloco una barrera. Justo en el momento en que una garra se estrellaba contra ella, la barrera comenzó a grietarse.
Se arrastró lentamente hasta ponerse en pie de nuevo, la sangre brotaba de múltiples heridas, haciendo que los jirones de su kimono se pegaran a su cuerpo en algunas zonas; a sus pies el goteo continuo había creado un pequeño rio carmesí. Miro un momento a los niños en sus brazos antes de dejarlos caer dentro del pozo y sellarlo con lo último que quedaba en ella de energía espiritual.
La barrera cayó en ese instante. Ella se deslizo suavemente hasta el mullido pasto, la espalda apoyada en la madera, las piernas ligeramente dobladas bajo su cuerpo; las pequeñas manos, llenas de heridas, reposaban finalmente en su regazo; desde lejos daba la impresión de estar descansando tranquilamente, al abrigo del viejo pozo.
Pero la vida se le escapaba con cada latido, y aun entonces seguía orando; invocando a todo poder en el cielo y en la tierra para salvaguardar a los pequeños. Rogando a Kami, que alguien los encontrara al día siguiente y les diera su protección.
No pediría por Ella. No había necesidad. Ya nada la ataba a la vida; lo que había vivido esta noche era lo último que podría soportar. Ella estaba muerta desde hacia un rato, solo que se había propuesto una ultima misión, y ya estaba hecho. Sus parpados pesaban y sentía frio... tanto frio.
Trato de enfocar la mirada hacia la sombra oscura que se acercaba rugiendo su triunfo final hacia ella.
El demonio podía ver la figura diminuta y hermosa, cubierta de sangre y heridas, pero aún viva. La sangre de la deliciosa mujer aun goteaba caliente de sus garras, y el aroma lo estaba poniendo enfermo de ansiedad. Ella era tan poderosa y fuerte, le había tomado mucho vencerla. Sería un bocado exquisito.
Levanto una garra dispuesto a dar el golpe final. La mujer cerró los ojos con una sonrisa en el rostro; preparada para morir, pero el golpe final nunca llego.
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Brother in law
FanficDe cuántas maneras se puede destrozar un corazón y lograr que siga latiendo?