|relax|

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—Por esto no quería ir —le expliqué—. Sabía que mis padres la invitarían, joder ...

Dejé los zapatos en la entrada y caminé directamente hacia la cocina.

—Venga, no digas eso, cariño —dijo él.

Bufé al tiempo que abría la nevera para coger algo de agua.

Mi estúpida antigua mejor amiga. Ella era la maldita razón por la que estaba echando humo. A pesar de que mi madre conocía todo lo que me hizo en su momento se tomó la maravillosa libertad de invitarla a cenar esa noche en cuanto supo que había regresado a la ciudad.

¿Acaso no me escuchó nunca? ¿Entendió en algún momento todo el daño que esa persona me hizo? No quería volver a verla y mucho menos como si fuera parte de mi familia. Ella se encargó de destrozarme y, al parecer, procuraría seguir haciéndolo.

Cerré la puerta del frigorífico, tomando una bocanada de aire. Vertí el líquido en un vaso cualquiera y esperé hasta que el agua rozaba el borde.

—A veces pienso que mi madre la quiere demasiado como para olvidarse de ella —farfullé.

Bebí, nerviosa por la noche que me había tocado aguantar.

San me abrazó por la espalda, sujetándose a mi cintura.

—No te lo tomes así. Solo vino de visita, ¿verdad? Tu madre no podrá invitarla de nuevo por mucho que quiera —se burló en un intento de calmar mis ánimos.

Esa víbora logró que una buena parte de mi adolescencia fuera un infierno. Yo no lo supe en aquel entonces, así que seguí confiando en ella como si fuera la hermana que nunca tuve. Le contaba todo. Era una persona demasiado importante en mi vida y lo arruinó todo de un plumazo. Y lo peor de todo fue que se rio de mi buena voluntad, dejándome en ridículo por ser la estúpida de turno que solo añoraba tener una amiga de verdad.

Cerré los ojos y apreté la mandíbula para reprimir toda esa rabia que me subía por el estómago.

Mi novio apoyó la mejilla en mi hombro y me abrazó más fuerte. Casi pareciera que trataba de contener todo ese malestar.

—No la soporto, San —dije, sincera—. Pero lo que menos aguanto de todo esto es sentir este odio dentro. Esa arpía ni siquiera se merece mi resentimiento y, aún así, cada vez que la veo me pongo enferma y...

Besó mi nuca, consciente de que, aunque habían pasado los años, tenerla cerca seguía siendo doloroso.

En el fondo, muy en el fondo, esperaba que mi madre no la invitara, pero supongo que ese deseo habría sido muy costoso.

Tenerla alejada de mí y de mis seres queridos iba a ser más complicado de lo que había imaginado.

—Eeeh, preciosa —me susurró al oído—. Relájate, ¿vale?

Acarició mi vientre y yo deposité el recipiente de cristal sobre la mesa antes de girarme y enfrentarme a su amable gesto. San afianzó sus fuertes brazos alrededor de mis caderas, pegándome a él, y me mostró una sonrisa adorable.

—¿Y cómo lo hago? —fruncí el ceño, frustrada por lo que poco que se tomaba en cuenta mi palabra si esa tipa estaba de por medio—. Han pasado más de cinco años y ella sigue apareciendo.

Se inclinó ligeramente y besó mis labios a pesar del mal humor que traía encima.

—No le des más vueltas —me aconsejó—. Puede que marcara tu vida en el peor sentido, pero eso ya ha pasado. No dejes que te siga afectando porque entonces ella conseguirá lo que quiere.

reactions » san |+21|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora