|06.12.2020|

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Aún quedaban cerca de quince minutos para que la grabación comenzara y a él solo le faltaba ponerse el micrófono fuera, sin embargo, la nueva chica de vestuario no acababa su trabajo y buscaba cualquier excusa, por tonta que fuera, para retrasar su partida.

Estaba desesperada. No aguantaba que esa chica se hiciera la inocente cuando ya había demostrado que de eso no tenía ni un solo pelo.

Como segunda mánager, mi obligación era acompañar a los chicos al escenario y comprobar que todo marchara bien antes de que el piloto en rojo se activara. Pero, para mi desgracia, esa mosquita muerta se las estaba arreglando bastante bien.

Su tarea era bastante sencilla: terminar de vestir a San lo más rápido posible. Sin embargo, por alguna razón que ninguno en el camerino conocía a ciencia cierta, no conseguía abrochar correctamente las tiras de aquel crop top. Podría achacarlo a puros nervios y tendría sentido, pero yo no le había quitado el ojo de encima y ya había podido asegurarme de que sus manos se entretenían más de lo necesario en el cuerpo de San.

—Quince minutos, Minah —le recordé, molesta—. Debes acabar ya. Vamos con mucho retraso.

—Lo siento, Aeri-ssi —se disculpó, sin despegar la mirada de los abdominales del modelo—. Solo falta esto...

Dos años después de obtener mi empleo en la empresa y tras más de un año siendo la pareja de San nunca me había sentido de esa manera.

No eran celos. Sabía que nuestra relación no sería tan fácil de quebrantar y que, si San se fijaba en otra, me lo habría dicho desde el primer momento.

Consciente de mi comprometida posición, observé a San y fruncí aún más el ceño, dándole a entender que no estaba de humor para continuar con aquel paripé. Él simplemente me regaló una mueca, confirmando su incomodidad al respecto.

Muchas otra estilistas le habían puestos las manos encima, no obstante, cualquiera sabría diferenciar un acto profesional de lo que esa niña estaba haciendo. Hasta yo podría haberle preparado sin perder todo ese tiempo.

Cansada de esperar y presenciar la libertades que se estaba tomando, me acerqué a ella y alejé su mano del abdomen de San. La joven aprendiz me miró, sorprendida por la reacción que había tenido, y yo le sonreí con toda la rabia que había acumulado los últimos minutos.

—Ve a avisar de que estaremos allí pronto —le indiqué.

—Pero no he acabado de ... —me replicó.

—Lo haré yo misma. No te preocupes —aclaré, chirriando mis dientes.

La chica parecía dudar sobre lo que hacer. Al final, apreció más su puesto de trabajo que aquel momento de libertad en el que pudo recrearse, palpando y tocando más de lo debido.

Se incorporó e hizo una vaga reverencia. No le hacia gracia que me metiera en el asunto, pero a mí tampoco me agradaba que estuviera abusando de su labor como estilista del grupo.

Se fue, de mal humor, y cerró la puerta de la habitación tras su paso. El portazo resonó a lo largo de todo el pasillo y esa indignación me sacó una risa seca.

—Será ... —me detuve antes de maldecirla y tomé su lugar a regañadientes.

—¿Tan molesta estás? —me preguntó, atento a la fuerza con la que tiré de aquel arnés—. Solo tocó un poco. No es tan grave.

La sinceridad en sus palabras me aseguraba que ni siquiera la había generado la mitad del enfado que a mí. Puede que aquello me incordiara más y por eso lo pagué con su atuendo, descolocando una de las bandas que ya habían sido fijadas.

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⏰ Última actualización: Mar 04, 2021 ⏰

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