03|

129 11 45
                                    

Argenis Soleidis

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Argenis Soleidis

Murmullos se hicieron presentes en mi mente, voces que hacían eco una y otra vez, helando mi sangre y trayendo consigo dolor. Siempre me hubiera gustado decir que mis pesadillas eran solo eso, sueños creados por mi cerebro luego de haber visto una película de terror o leído algún libro, pero la suerte nunca había estado de mi lado, obligándome a revivir aquel día todas del noches. Porque mis sueños no eran sueños, mis pesadillas no eran algo que mi cerebro creaba por si solo, eran memorias, las cuales haría lo que fuera por eliminar, porque lo único que lograban era hundirme cada vez más en un pozo oscuro del cual no veía salida.

Gritos aparecieron, mi nombre saliendo de su boca por ultima vez, el suyo deslizándose con dolor por mi garganta, ambos acompañados de un "te amo" mudo, las lágrimas entorpecían mi visión, pero eso no me impidió ver la sangre. Un disparo resonó en el salón del trono, deteniendo mi corazón, luego otro, y otro, y otro. Su cuerpo inerte cayó al suelo, haciendo un ruido sordo, tiñendo la blanca y pulcra alfombra de color rojo. Mi cuerpo reaccionó por si solo, tratando de llegar hacia el suyo, el cual se volvía cada vez mas pálido a medida que la sangre salía, pero me detuvieron, no les había bastado con dispararle frente a mis ojos, sino que tampoco me permitieron acercarme. Recuerdo sus ojos abiertos, sin vida, con la ausencia de aquél brillo característico que tanto había halagado en su momento. Su cabello rubio caía sobre su rostro con gracia, logrando así que cualquiera pensara que, si no fuera por la sangre que salía de su cuerpo y que teñía de rojo todo a su paso, sería una hermosa imagen.

Lo que sucedía a continuación solo me hervía la sangre, su voz me daba ganas de vomitar, su rostro inexpresivo, su actitud indiferente, como si no acabara de matar a alguien, disparándole, no una, sino cuatro veces, su actitud tranquila me provocaba rabia, su persona en sí me daba rabia, pero no había nada que yo pudiera hacer, nadie era rival para él, eso lo tenía claro. La impotencia fluía por todo mi cuerpo, mi garganta dolía de tanto gritar, porque, aunque sabía que no me traería nada bueno, no pude evitar alzarle la voz. Tantos años guardando silencio me habían pasado factura en ese momento, ver su cuerpo sin vida había sido la gota que derramó el vaso, así que grité, lo maldije como si no hubiera un mañana, viendo como su rostro se oscurecía cada vez más, su paciencia colgando de un hilo, uno que no debí haber cortado. El disparo siempre se sintió muy vívido, como si lo estuviera recibiendo otra vez en cada sueño. El dolor se amontonó en mi pecho, donde la sangre salía de un orificio, manchando mi ropa, pero más allá de asustarme, de dolerme y de desconcertarme, lo acepté, acepté que ese sería mi final y que de una vez por todas, y luego de tantos años, podría ser libre a su lado.

La pesadilla terminaba ahí y siempre me despertaba de la misma manera, sudando en frío y con la respiración acelerada, como aquella vez en el hospital. El disparo no me mató como hubiera deseado, la bala no había perforado ningún órgano vital y los doctores habían actuado con rapidez, dejándome fuera de peligro. No había quedado una cicatriz de aquél día, por lo menos no una física, mis heridas no eran visibles, no había forma de tocarlas o de darse cuenta de que estaban ahí, pero me atormentaban día y noche, me dolían y me recordaban lo ingenuo que había sido al pensar que realmente podríamos escapar. Yo no había pedido ésta vida, yo nunca deseé el trono, pero eso no significaba nada para nadie, después de todo el trabajo de un príncipe es callarse mientras su vida es escrita por alguien más y si uno no entiende eso, o trata de desafiar el sistema, muere.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 09, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

HerederosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora