Capítulo 2

130 17 5
                                    


Su olor lo golpeó incluso antes de que estuviera cerca. Recordaba su risa, su cabello negro, y sus ojos. A medida que se acercaba, el olor se intensificaba, haciéndose más fuerte a medida que se acercaba a su destino.

Se detuvo frente al edificio, apagó el motor del auto y se bajó, pero se quedó inmóvil cuando la vio. Su aroma abrumaba sus sentidos. Su cabello largo y negro, el intenso azul de sus ojos, sus pequeñas manos. Sus ojos se negaban a dejar de mirarla, temía que ella desapareciera otra vez.

Kagome lo estaba viendo y sonreía.

¿Era posible que ella lo recordara?

No, no podía ser.

Caminó hacia ella hasta que vio que estaba saliendo del edificio con alguien, el chico la tomo del brazo mientras le decía algo, y la había hecho reír. La condujo hacia la calle donde estaba un auto negro aparcado.

Había planeado llegar a su apartamento y contarle todo, pero lo que estaba pasando no era para nada lo que tenía en mente. No podía cometer una locura, no era de ese tipo. Apretó los puños hasta que los nudillos se pusieron blancos.

.-..-.-.-.-.-.

Kagome vio al hombre parado frente al edificio en el que vivía. Tenía un semblante frío, y su cabello... su cabello se le hacía un poco familiar. Ame la tomó del brazo y le recordó lo sucedido cuando la conoció.

Había sido a la entrada de la universidad, un día de lluvia, estaba subiendo las escaleras cuando su paraguas salió volando tras una fuerte ráfaga de viento, Ame la ayudó, y después quedaron en ir a comer para conocer un poco la ciudad, desde ese día se habían hecho muy buenos amigos.

La condujo a su auto y se dirigieron al restaurante.

.-.-.-.-.-.

La noche había sido muy tranquila, después de cenar Ame la llevó a su pequeño apartamento.

-Kagome, yo quería preguntarte sobre... -empezó el chico- sobre el último informe.

-Sí, dime.

En realidad, no era eso, y durante la cena intentó decirle, declararle lo que en realidad sentía, pero temía ser rechazado, y que su amistad se viera afectada. Kagome siempre había rechazado a todos diciendo que no tenía tiempo para esas cosas, sus estudios requerían toda su concentración.

-Bueno, si necesitas algo, dime. Podemos trabajar juntos en el.

-Eres muy amable. Gracias. Y, ¿llamaste a tu madre?

-Aun no. –Kagome lo miró entrecerrando los ojos- Pero lo haré, lo prometo. Es solo que le dije cosas muy feas ¿si no quiere perdonarme?

-Tu madre te ama. Lo que dijiste estuvo mal, pero ella sabe que estabas molesto –el chico bajó la cabeza- no te justifico, pero habla con ella. Nada la hará más feliz que verte, y que estés presente en su boda.

-Lo sé. Y ahora lo entiendo. Cuando papá murió, ella hizo todo por y para mí. Sacrifico mucho. No quería aceptar su relación porque no quería que nadie ocupara el lugar de papá. Ahora me doy cuenta de lo idiota que fui –Kagome se acercó y lo abrazó.

-No eres idiota –Kagome rio- bueno, quizá un poco –se separó de él.

Él tomó su mano.

-Gracias. Te veo mañana.

Besó su mejilla y Kagome entró al edificio. Subió por las escaleras hasta el segundo piso. Entro a su apartamento y cerró la puerta para luego dirigirse al baño. Se lavó la cara, y se quedó viendo la pequeña luna en su cuello. Su madre le había contado que había nacido con ella. Era una marca de nacimiento muy extraña.

Se puso su pijama, cepillo sus dientes y su cabello, se acostó, estaba cansada y se quedó dormida rápidamente.

GamanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora