Capítulo 5

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Definitivamente algo raro estaba pasando y era algo malo. Se suponía que lo reconocería al momento de verlo. Cuando su amiga empezó a elevar su reiki estaba segura de que había funcionado y que esta correría a los brazos de Sesshomaru, pero, en lugar de eso había huido, y no mostraba señales de recordar algo sobre su pasado, en cambio sus poderes estaban saliéndose de control. Muestra de ello era lo que estaba viendo en el baño de Kagome.

—Kagome, tu... ¿tu hiciste esto?

—Eso creo —contestó pensativa mientras levantaba los restos de una botella de shampoo.

—¿Sí o no? —replicó.

—Si —respondió molesta.

—¿Cómo? —inquirió curiosa.

—No lo sé— bufó la azabache— tenía los ojos cerrados y cuando —se colocó un mechón de cabello detrás de una oreja— cuando los abrí había una barrera rodeándome y este —extendió los brazos señalando el lugar— este desastre ya estaba.

—¿Dijiste barrera?

—Sí, una barrera —su voz se escuchaba nerviosa— Una de esas que creí sólo eran parte de las historias o que alguien más puede hacerlas y no yo —las lágrimas empezaban a salir—yo no, Haruko, yo no.

Haruko se acercó a su amiga y la abrazó. —Todo estará bien, ya verás que solucionaremos esto.

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Un hombre nervioso caminaba hacia la pequeña oficina al final del pasillo, apresuró el paso y tocó la puerta, aunque no esperó permiso para entrar.

El hombre dentro se dejó a un lado el lápiz que tenía en la mano y levantó la vista debido a la interrupción.

—¿Qué ocurre Yoro? —preguntó intrigado, Yoro no acostumbraba a hacer este tipo de cosas, así que algo no muy bueno ocurría.

—Señor Kouga, lamentó mucho interrumpirlo y me disculpo por la forma en la que entre —hablaba apresurado mientras apretaba las manos— el Señor Taisho está aquí. Y está muy molesto.

—¿Sesshomaru o InuYasha? —quiso saber.

—Déjanos a solas Yoro —la voz, de un tono molesto, del platinado, se escuchó en la oficina.

—Puedes retírate Yoro, gracias. —dijo Kouga dirigiéndose al pequeño hombre que estaba temblando —tomate la tarde libre—agrego con una pequeña sonrisa— será una noche muy larga.

—Claro señor —hizo una reverencia y salió lo más rápido que pudo.

—Siéntate Sesshomaru—señaló una de las sillas frente a su escritorio —o quédate de pie —dijo al ver que el de ojos dorados no se movía y en cambio la furia de este estaba subiendo.

—Te lo advertí —lo señaló— no quería que metieras tus narices es mis asuntos.

—Y no lo he hecho— respondió tomando el lápiz que había dejado unos minutos antes para luego recostarse en su silla —He respetado cada decisión que has tomado por ti y por ella, incluso las que nos impusiste— esto último lo dijo con un tono de reproche.

—Sabías que hoy me reuniría con el Señor Tanaka, en un horario que —alzó una ceja— se suponía ella no estaría ahí.

—¿Y eso qué? —rió mientras giraba el lápiz en sus manos —Seguro se quedó a hacer algo, yo no tengo nada que ver en esto.

—Tu hija estaba ahí.

Eso sí lo tomó por sorpresa. Pero no podía ser, ella no sabía sobre la visita de Sesshomaru a la universidad. A menos que, no, no podía ser, su hija era, la verdad es que si era totalmente capaz de hacerlo.

—Eso no es prueba de nada. Ellas son amigas. —señaló tratando de parecer tranquilo— ella no tiene nada que ver con lo que pasó— el platinado dio un paso— además sabe perfectamente que no puede decirle o hacer algo con respecto a esto. Cada vez estás más paranoico.

La paciencia de Sesshomaru estaba llegando al límite. Se acercó al escritorio y lo tomó de la camisa. Mientras el color dorado de sus ojos empezaba a tornarse a un tono rojo.

—Hablaré con Haruko — Kouga no estaba listo para morir— verás que esto no es más que un mal entendido.

—Ruega por que sea así— dijo Sesshomaru dejándolo caer en la silla. Se giró y salió dejando a un Kouga molesto y asustado.

Tomó su celular y se levantó se dirigió a la ventana que estaba tras de él, y marcó el número de Haruko. Esperaba que ella no tuviera algo que ver.

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Su celular empezó a sonar y la hizo separarse de su amiga. Al sacarlo vio que era su padre.

—Hola, papá ¿Pasa algo?

—¿Dónde estás?

—En casa de Kagome —respondió preocupada al notar el tono molesto de su padre —la mirada de Kagome se dirigió a ella, la miraba intrigada y con el ceño fruncido.

—Te quiero en casa en 30 minutos.

—¿Pasa algo malo? —estaba poniéndose nerviosa.

—30 minutos.

—Pero... —su padre había terminado la llamada, ella vio la pantalla de su teléfono, estaba en problemas, eso era seguro —Kagome tengo que irme.

—¿Qué ocurre? —quiso saber Kagome.

—Es papá, le prometí que iría a comprarle algunas cosas ayer y lo olvidé.

—¿Segura que es eso? —inquirió Kagome.

—Claro, ya sabes como es. Eran sus hierbas medicinales —mintió— No puede dormir sin ellas. El las ama más que a mamá. —bromeó.

—Está bien.

—Kag, vendré en cuanto solucione esto. Pero quiero que estés tranquila. Recuerda que tú misma me dijiste que tu familia se dedicaba a la exorcizar y esas cosas. —puso las manos en los hombros de Kagome —quizá solo sea que tus poderes son heredados y ahora están surgiendo, eso es todo. —Kagome sonrió tristemente— todo estará bien.

Salió del lugar y se dirigió a su casa. Al llegar podía sentir lo furioso que estaba su padre. Se había enterado de lo que pasó, eso era seguro. Sí que estaba en problemas.

GamanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora