3. Libre: Padrastro.

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Advertencia: Me puse a llorar, y ustedes también lo harán. >:'[

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Tal vez su vida no era una típica película porno, pero le gustaría que lo fuera.

Un día, como cualquier otro, se dio cuenta de que estaba enamorado del esposo de su madre. Y estaba mal, muy mal; ¡demasiado mal! ¿Por qué le encantaba ese hecho?

Bien, nunca consideró a Cooper Barnes su padre, ni en lo más mínimo. Él y su madre se casaron cuando Jace tenía dieciséis, a esa edad ya tenía muy claro que su padre era otro hombre, y que ese atractivo ser que fue a vivir con ellos, era simplemente una fantasía. Una de la cual debía desistir de una vez por todas, pero con cada año que vivió con ellos, le fue más difícil todo el asunto.

Al final, él y su madre se separaron, aunque aún iban a la casa de Cooper, puesto que, a diferencia de él, su hermana menor si lo consideraba su padre. Porque lo era. Siempre tenía que acompañarla al apartamento del hombre, y aguantarse las ganas de saltarle encima, por el bien de su salud mental, si es que aún tenía.

Era difícil, no imposible.

Eso creyó hasta que su madre decidió volver a casarse, porque parecía creer que dos matrimonios fallidos no eran significado de que un tercero iba a ser igual. Ella se fue a vivir a un pueblo con su nuevo esposo, un humilde hombre de granja. Bien, nada de humilde. La casa del campo de ese nuevo amor era gigantesca ni cuanto menos, y tenía dinero hasta para tirar del balcón.

Su estado actual en ese momento era negarse a mudarse con ese hombre, puesto que aún quería creer que podría volver a ver a Cooper. Su madre, quien era más lenta e ingenua que cualquier cosa, al darse cuenta de su pelea debido a que Jace había sido admitido en una universidad de la ciudad, le pidió a Barnes que fuera a vivir con él, en su apartamento.

Las cosas no podían ser más convenientes, y peores, a ojos del chico.

Su hermana, medio hermana, pareció olvidarse de su padre cuando fue chantajeada con regalos costosos del nuevo esposo de su madre. Traidora, pensó. Ahora él era quien debía hacerse cargo, por sí solo, de sus sentimientos inadecuados a un hombre mayor, padre de su hermana, y ex esposo de su madre.

En simples palabras, su padrastro.

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El amor no era para él, siempre estuvo y estaba destinado a fracasar como su madre. Por más que su mente tratara de olvidar a aquel hombre de ojos azules, su corazón decía "no, señor" y le recordaba una y otra vez por qué se sentía tan bien a su lado.

No era un simple fetichismo de acostarse con un hombre mayor, o desearlo. Era... todo en general. Cooper era un caballero en los sentidos de la palabra. Nunca le levantaba la voz, nunca lo trataba mal. Le cocinaba lo que deseaba, le compraba dulces cuando perdía alguna materia, lo llevaba a parques... Y, sobre todo, le daba aquellos abrazos que le hacían sentir que nada ni nadie más importaba en el mundo.

¿Por qué su madre dejó a un hombre tan maravilloso?

"Tu madre y yo tuvimos problemas" Dijo el mayor, cuando, un día, se atrevió a preguntarlo, mientras ambos cenaban algo de comida china que había traído Cooper de su trabajo. Él era un director ejecutivo de una organización de derechos humanos. Oh, no podía ser más perfecto.

"¿Por qué?" Había estado viviendo con él unos meses. Hablaban con cordialidad, pero no se metían en el tema de la separación. Al parecer, a diferencia de para su madre, para Cooper era difícil hablar de ello. Su madre siempre decía que Cooper era muy serio, muy rígido y nada jovial. A Jace le parecía todo lo contrario.

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