Al despertar aparezco en el mismo lugar dónde empecé, solo que ahora el espacio es blanco y el haz de lo que alguna vez se le pudo haber llamado luz se ha tornado oscuro y revela en el suelo un camino gris que me tienta a seguirlo.
me he puesto de pie, parece que todos los colores se han invertido, ya no es blanco lo que porto, sino que visto prendas negras y en los bordes de las mangas ya no son cisnes rojos, ahora son unas ramas de color azul llenas de espinas que dan vuelta a toda la muñeca.
hecho a andar con tranquilidad y algo más cómodo, ahora uso unos zapatos de vestir elegantes que a pesar de ser negros reflejan un brillo espectacular. Como los encuentro muy cómodos empiezo a correr, cada vez más rápido y de nuevo siento mi pelo volar con el aire que choca contra mi.
Llevando ya unos minutos corriendo tropiezo con algo y durante la caída giro para caer mas suave... cosa que no pasó. Me golpeo en la cabeza muy fuerte y mi vista se nubla hasta ver blanco, cierro los ojos y pasados unos segundos siento como si mi cuerpo desapareciera.
Al recobrar la conciencia no quiero abrir los ojos, me siento débil. unos dedos abren mi ojo izquierdo y me dispara una luz, uno, dos, tres segundos y la apaga. Luego el derecho, repite el proceso. Por fin retiran esa fastidiosa luz de mi rostro y puedo cerrar los ojos por unos segundos. Al abrirlos puedo apreciar una luna llena que poco a poco es cubierta por una nube de humo negro que sale de abajo. Intento girar la cabeza para ver el origen de ésta nube pero solo consigo un dolor insoportable en mi cabeza.
Comienzo a escuchar voces y sirenas como si se aproximaran a mi, pero al parecer estaban ahí desde hace tiempo. Con un dolor de cabeza con la intensidad de mil demonios el ruido ascendiente no es de gran ayuda que digamos.
Siento un golpe que mueve todo mi cuerpo, y me percato de mi posición actual. Estoy en una camilla y me están subiendo a una ambulancia. El blanco techo que aparece encima de mi me despoja de la vista a la luna.
Alguien sube conmigo a la ambulancia y comienza a hablar, por su voz supongo que es un hombre de ya unos cincuenta años.
-Hola, emm, ¿puedo hacerte unas preguntas? vengo de parte de la aseguradora.- intento hablar pero solo consigo sacar de mi garganta un gemido de dolor- sabes, mejor si quieres no hables, haré preguntas sencillas que puedes responder con un "sí" o un "no", así que parpadeas una vez para un "sí" y dos para un "no", ¿de acuerdo?- parpadeo una vez.
Comienzo a sentir el resto de mi cuerpo. siento fría mi pierna derecha y húmedas mis manos.
-¡Excelente!, ahora bien, ¿recuerdas qué pasó?- intento recordar pero nada. Parpadeo dos veces.- oh... ya veo. entonces no creo que pueda continuar. Gracias por tu tiempo, iré a verte en unos días para hacerte las preguntas de nuevo. Buenas noches.
El sujeto se marcha y llegan dos personas que se suben precipitadamente y cierran las puertas. Son dos enfermeros jóvenes, una mujer y un hombre.
El jóven prepara una jeringa con un liquido y me la inyecta sin mayor dificultad en el brazo izquierdo.
Es anestesia -ríe un poco- te hará sentir menos jodido que ahora.
¡Carlos! ¡las vendas! -la joven lo mira con enojo por no ser lo suficientemente rápido al parecer- ¡se le está saliendo el mole!
¡El mole!, el lenguaje de estos enfermeros me está preocupando, no sé si en realidad estoy en manos de estudiantes, tu vida en manos de estudiantes, no puede ser. Aún así no muestro ninguna expresión, duele hacerlo y no vale la pena.
-Toma, carajo. Ana, no grites, sabes que no tiene tanto riesgo de morir. -sin comentarios...- aparte no nos rebajan el salario si se nos muere.
-¡No seas mamón! es una vida, ¿qué pensarías si esto te pasa a ti?
-Pues que estoy jodido -en eso estamos de acuerdo- está bien, solo bromeaba, no sabes divertirte.
-No es el momento.
De ahí en adelante solo se hablaban para pedirse cosas como tijeras, más vendas, entre otros. Ana solo trata de detener una hemorragia en mi pierna y se pasa el tiempo retirando vendas empapadas de sangre y colocando nuevas.
Al llegar al hospital me bajaron y me llevaron a un cubículo en la sala de emergencias, aún en camilla oí una voz que hablaba con Ana.
-¡¿Qué estaban pensando cuando lo trajeron a urgencias?! ¡rápido al quirófano!
-Como usted ordene doctor.
Y ahí vamos de nuevo, a ver como pasan las luces del techo, es lo único que puedo hacer sin que me de un dolor infernal. Pasados unos segúndos de esos que te parecen eternos, llegamos al quirófano y rápido cortaron toda mi ropa y me despojan de ella.
Otro grupo de enfermeros de un aspecto más profesional entran a la sala y comienzan a acercar instrumentos metálicos a la camilla. Uno de ellos me acerca una mascarilla a la cara, respiro hondo y caigo en un profundo sueño.