Capítulo 26

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Estuvimos más de cuatro horas curándole la herida para hacerlo bien. La sangre había entrado y el color de piel de Zulema estaba empezando a cambiar.

-Parece que está bien – dijo Nicolás que iba lleno de sangre como yo.

Me abracé a Zulema y empecé a llorar descargando toda la tensión.

-Tienes que ponerte bien, por favor – le susurré al oído sin poder soltarme de ella.

-Macarena... ¿podemos hablar? – me dijo Nicolás

-Claro... - dije secándome las lágrimas

--Escúchame... tenéis que dejarlo, tenéis que dejar de hacer esto. Ya van varias veces que habéis arriesgado demasiado y cada vez será más difícil. Tenéis todo preparado para iros cada una a un sitio...

-Lo sé...

-Dad un golpe más y ya

-¿Un golpe más?

-El mes que viene van a poner una exposición nueva en el museo Thyssen-Bornemisza de un pintor ruso muy famoso.

-Sí – dije escuchándole y mirando a Zulema, que seguía dormida.

-Yo os puedo hacer pasar como personal que lleva los cuadros al museo. Solo tendréis que dar el cambiazo de un cuadro por una falsificación...

-¿En cuanto está valorado el cuadro?

-50 millones de euros

-¿Lo sabe Zulema?

-Cuéntaselo y dile que me llame

Nicolás se fue y yo me quede al lado de la morena sin despegarme ni para ir al baño. No podía dejar de mirarla y de acariciarla, necesitaba que se despertara y que estuviera bien. Pero tampoco podía dejar de pensar en que lo que me había dicho Nicolás. Llevaba razón no podíamos seguir así, yo estaba embarazada y no quería jugarme más veces la vida. Teníamos dinero de sobra.

Cuando me desperté, vi que estaba en la caravana y que la rubia estaba a mi lado dormida y abrazada a mí. Sonreí y la acaricié el pelo.

-Joder – susurré pensando en todo lo que había pasado. Lo último que recuerdo es estar en el coche volviendo a Madrid. Macarena me tuvo que traer aquí y hacer todo esto. Me miré las vías y sonreí. Era la segunda vez que me salvaba en menos de dos meses.

-Zulema... - la vi despierta y me abracé a ella con fuerza.

-Maca... - la abracé fuerte y la miré a los ojos sonriendo.

-¿Estás bien? – No podía dejar de llorar.

-Estoy bien, rubia... gracias. Un poco mareada

Macarena me hizo una sopa para que recobrara fuerzas y yo no podía dejar de sonreír como una imbécil mirándola. Verla tan afectada y preocupada por mí me hacía sentir querida, una sensación que nunca había experimentado.

-¿Te duele? – dije señalándole la herida.

-Un poco, pero nada que no pueda soportar

Zulema se tomó la sopa y me tumbé con ella acurrucándome en su pecho. Esa noche necesitaba sentir su calor, necesitaba estar con ella y que me tranquilizara como solo ella sabía hacer con sus caricias y sus besos. Cuando lo hacía no existía nada más en el mundo, solo ella y yo.

Sujeté la cara de la rubia y la besé despacio, de una manera cariñosa, casi romántica. Ella me respondió en seguida y estuvimos así, jugando con nuestras lenguas y nuestros labios un largo rato.

Empecé a besarle el cuello con suavidad poniéndome encima de Zulema.

-¿Te hago daño? – le dije acomodándome sobre la morena.

-No – sonreí – y la besé pegándola más a mí.

Nos desnudamos con suavidad, sin dejar de besarnos en ningún momento. La ropa salía volando hacia todas las direcciones posibles hasta desnudarnos al completo. Busqué la postura perfecta y empecé a rozar con suavidad mi coño contra el suyo.

Macarena se estaba moviendo a un ritmo suave e incesante que me estaba matando. No podía dejar de besarla, ni de tocarla, ni de follármela.

-Me encanta así... - dije subiendo el ritmo y viendo la cara de placer que le estaba poniendo a Zulema.

Clavé mis dedos con suavidad en su culo empujándola contra mí y buscando que acelerase el ritmo. Necesitaba que se moviera más fuerte, que me lo diera todo.
Fui subiendo el ritmo poco a poco gimiendo en la boca de Zulema y dejándonos llevar por el placer.

Estábamos haciéndonos el amor y eso me encantaba.

Sentía que iba a correrme si Macarena seguía así. Me agarré a ella con fuerza y aceleré moviéndome yo desde abajo buscando el roce intenso.

-Me corro – gemí en el odio de la morena dejándome llevar por el placer.

Temblamos mientras sudábamos y gemíamos dejándonos llevar por nuestros impulsos en un largo orgasmo delicioso.

A los dos días de regresar, Zulema estaba mejor y yo quedé con Tere para contarle lo de mi embarazo y seguir aclarando mis ideas.

-¿Y qué vas a hacer? – me preguntó después de confesarle que estaba embarazada y quería tenerlo.

-Vamos a dar nuestro último palo en dos semanas y después nos iremos para siempre

-¿Juntas?

-No lo sé... yo... estoy enamorada – era la primera vez que verbalizaba mis sentimientos y me sentí aliviada al hacerlo.

-¿Y Zulema?

-No lo sé, nunca hemos hablado de esto. Pero, cuando nos miramos – sonreí con cara de tonta – se para el mundo.

-Siempre habéis tenido mucha química. En la cárcel hicimos una apuesta sobre cuánto tiempo tardaríais en liaros

-¿Y quién ganó?

-Saray seguro que no porque dijo que nunca y Rizos dijo que antes te pegarías un tiro

-Tampoco yo hubiera pensado nunca que me pudiera pasar esto, pero no lo puedo evitar. He intentado todo Tere... todo. Pero soy feliz a su lado...

-¿Sabes? Alguien me dijo una vez que uno nunca debería sentirse culpable por ser feliz

-Gracias – Tere me acariciaba la mano y sentía una gran confianza con ella. La necesitaba. Era, sin duda, mi gran confidente.

-¿Se lo vas a decir a Zulema?

-Cuando acabemos el atraco. Le voy a pedir que se venga conmigo y le voy a contar también lo de mi embarazo. Si pudiera pedir un deseo sería crear a este niño junto con ella. Las dos juntas.

-Bueno, seguro que su primera palabra es una palabrota, pero te mereces ser feliz, rubia

-Gracias, Tere. Te quiero – la besé y la abracé con fuerza antes de regresar a la caravana. Lo había decidido. Después del atraco le confesaría a Zulema que la quería, que estaba enamorada de ella.

ZURENA / De Cruz del Norte a la eternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora