Recuerdos y promesas

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Los príncipes de Birum se encontraban en la habitación del mayor.

Se habían encontrado en la biblioteca y Alysha se ofreció a acompañar a Adrien a su habitación.

—¿Qué estás buscando, Adrien?—preguntó la princesa a su hermano, que hojeaba libro tras libro sin encontrar nada de su interés.

—Cualquier cosa que pueda ayudarme a recuperar el reino.

—¿Aún no sabes que hacer?—su hermano negó con la cabeza.—Ya verás que muy pronto hallarás la solución... Pero no la encontrarás en las páginas de un libro.

Se levantó, tomó a su hermano del brazo y lo condujo fuera de la habitación.

—¿A donde vamos?—quiso saber Adrien.

—Solo sígueme—respondió su hermana. 

Lo condujo por los pasillos del castillo. Pasaron junto a la entrada de la biblioteca y salieron a un pasillo muy familiar para ellos.

Ambos hermanos habían recorrido aquel pasillo infinidad de veces durante su niñez.

—Alysha—la llamó el príncipe.—Dime que no es lo que estoy pensando.

—Lo siento, hermano—respondió ella.—Es exactamente lo que estás pensando.

La joven se aferro con mas fuerza al brazo de su hermano y lo condujo hacia el final del pasillo.

Se detuvieron frente a una puerta de madera y cristal.

Ambos reconocerían aquella puerta donde fuera.

Era la entrada a la habitación real.

La habitación que antes había pertenecido a sus padres y que ahora ocupaba el príncipe Aumary.

—¿Qué hacemos aquí?—preguntó Adrien.

—Bueno... Para poder vencer a tu enemigo primero debes conocerlo, ¿no crees?

Unos segundos después, se escucharon ruidos dentro de la habitación.

Alysha miró a su hermano y se llevó un dedo a los labios.

Se asomaron por una pequeña rendija en la puerta. 

Ahí estaba el príncipe Aumary. Pero no estaba solo.

Junto con él, se encontraba una chica de cabello largo y plateado a la que Adrien reconoció al instante.

—¿Quién es ella?—susurró Alysha.

—Se llama Marianne—respondió su hermano, también en un susurro.—Es hermana de Aumary.

Los ojos de la princesa se abrieron como platos y Adrien supo lo que iba a pasar al instante.

Alcanzó a taparle la boca a su hermana en el momento justo en el que ella empezaba a gritar, produciendo una especie de chillido ahogado.

—¡¿Quién anda ahí?!—se escuchó desde dentro de la habitación.

Los dos hermanos echaron a correr por el pasillo en dirección a la habitación del príncipe.

Al llegar, cerraron la puerta lentamente.

Se miraron y, sin poder evitarlo, se echaron a reír.

Aquello les recordaba tanto a cuando eran niños y vagaban por el castillo espiando a los sirvientes o se escabullían en las cocinas para robar comida.

Cuando las carcajadas cesaron, la mirada de ambos se llenó de tristeza y Alysha se lanzó a los brazos de su hermano, escondiendo el rostro en su pecho.

Él la abrazó con fuerza intentando contener las lágrimas.

El recuerdo de sus padres seguía muy fresco, aun más en aquel castillo.

—Prométeme que harás todo lo posible por recuperar el reino—le pidió la princesa.—Prométeme que no dejarás que nuestros padres hayan muerto en vano... Prométemelo.

—Te lo prometo.

La muerte de los reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora