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Lan Qiren había vuelto a la entrada de los Recesos de La Nubes con el corazón destrozado... casi derrumbándose en el camino en dirección a su habitación, apretaba con fuerza en una mano la cinta ensangrentada que solía pertenecer a Lan WangJi, hacía apenas un tiempo, con tanta fuerza que los nudillos se le tornaban blancos, volvía débil, volvía furioso, y sobre todo y mucho más notable, volvía sólo.

El resto de los discípulos de Gusu Lan le observaban confundidos, dejandole el paso libre y sin interferir, advertidos por el extraña aura hostil que el hombre mayor emanaba, solo algunos pocos tuvieron el valor de acercarse, o mejor dicho la cordialidad mezclada con una genuina preocupación; preguntando que había pasado, si estaba bien, donde se encontraban el resto de los ancianos de Lan que le habían acompañado, y la última pregunta, fue para él la peor de todas.

¿Donde estaba Lan WangJi?.

Él no quería, no podía escuchar más aquel nombre, el nombre de su sobrino que a partir de aquella tarde había dejado de existir, por lo que gritó con furia, blandió su espada de un lado a otro sin intención de lastimar pero si de hacer al mundo entero alejarse, no quería a nadie cerca, no quería escuchar a nadie, quería irse, quería encerrarse, quería por primera vez quizá en la vida entera, derrumbarse en el suelo y llorar, llorar como lo haría un bebé, el viejo hombre solo quiere derrumbarse, disipar un poco su ira y llorar la pérdida de, básicamente, su hijo.

Lan Qiren había sido un hombre estricto, apegado y fiel a sus principios desde siempre, para muchos discípulos era simplemente un hombre amargado y quizás infeliz: después de todo, nunca se había casado, no había encontrado un amor o un motivo de felicidad común, era visto a menudo como un hombre inflexible y hasta cierto punto, intolerable.

Alguna vez fue juzgado por muchos respecto a su forma de criar a sus pequeños sobrinos, una crianza dura y estricta, privada de las diversiones y los disfrutes propios una niñez típica y saludable, al menos en los estándares de un cultivador; bien regulada y perfectamente controlada, una crianza que formó a Lan WangJi como era, frío e intangible, carente de expresión y sonrisa. Algunos pensaban que, detrás de la frialdad del jade quizá debían esconderse múltiples inseguridades, el dolor de la pérdida de una madre, la falta de un padre,  y la felicidad inocente de cualquier otro infante.

De la misma forma, muchos creían que detrás de la sonrisa gentil de Lan XiChen, de su porte sereno y cálido, habían también múltiples complejos, quizás algunos problemas internos que se vestían de esta bonita sencillez, después de todo él era el mayor, él había sido aquel que se encargó de trasmitir amor y calidez a su hermano pequeño, él debió haber madurado muy rápido, y haber visto desde mucho antes, la extraña situación de sus padres, entendiendo así quizás diferentes hechos y circunstancias mucho antes que el pequeño Lan WangJi.

No importaba lo que el resto del mundo pensara, no importaba en lo absoluto pues, incluso si gran parte de todas esas cosas eran en gran medida ciertas e irrefutables, Lan Qiren era el único que entendía sus razones, sus acciones y su estricta forma, pues detrás de ello siempre existió el miedo, un miedo profundo que se mezclaba con el instinto protector y el amor más puro.

Él hombre había visto a su hermano perecer en vida, poco a poco, pasando año tras año en un encierro solitario y permanente, siendo consumido por un amor sofocante que le había traído desgracia, desgracia y un par se luces andantes a las cuales... apenas apreció.

Había visto a su hermano perecer por amor... amor... amor posiblemente procesado a una persona incorrecta, sincero pero no realmente correspondido, el amor debía hacer florecer a una persona, hacerla crecer y hasta renacer, el amor regalaba vida, vida y emoción... entonces... ¿Porque este amor se había encargado de matar a su hermano incluso antes de que su corazón  dejará de latir?.

Hēi'ànDonde viven las historias. Descúbrelo ahora