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La figura, la bella figura de su Shijie fue desapareciendo, a medida que las notas perpetraban en sus oídos con más fuerza y consistencia, la sonrisa y cálida mano extendida de Jiang YanLi se desvaneció, las voces se disiparon y al fin, Wei WuXian estaba reaccionando.

Volver a escuchar tal melodía inevitablemente le calentaba el corazón, aun si la lucidez seguía viéndose algo lejos y la confusión le arrastraba todavía hacía abajo, dicha melodía era suave, las notas eran tan dulces... y podía decirse, que tal y como lo había hecho aquellos tres meses, aquellos horribles y desdichados tres meses, lo había mantenido con vida, cuando las voces gritaban y las sombras parecían estar por alcanzarlo, Wei WuXian tareareaba dicha melodía, sacada desde lo más recóndito de su mala memoria, hacer tal cosa le traía paz, le daba algo de fuerza y acrecentaba el deseo de salir, de levantarse y continuar con todo, sin importar cuanto doliese; podía decirse que, de la misma manera, dicha melodía acababa de traerle de vuelta ahora, le ha regresado un trozo de cordura, el habla y hasta el aire.

Para Wei WuXian esa melodía tiene algo, no sabe lo que es y no lo entiende, de la misma manera en la que no sabe su origen, no sabe porque, o para quien es que existe, no sabe que esa melodía confiesa sentimientos, que esa melodía así como brilla, sangra, y aún si es inexplicablemente significativa para él, no lo es ni a la mitad de lo que debería serlo.

Sus orbes grises apenas logran ir enfocando, aunque su vista es algo borrosa, se incorpora en la cama con algo de dificultad pues el cuerpo le duele, aunque claro, no más de lo que le duele el alma, el corazón; es ahí cuando su mente despierta un poco más, nota que dichas notas esta vez no consisten de un suave tarareo, si no de las vibraciones de las cuerdas de algún instrumento, de un Guqin, para ser específicos.

Un Guqin...

Nadie aquí toca el Guqin.

Su mente vaga y aterriza de inmediato en la prístina y etérea imagen de Lan WangJi, tal y como lo recuerda, y cuando está por convencerse de que tal presencia es imposible ahora, su vista por fin se aclara y le regala el ni tan afortunado ni tan desafortunado saber de que no se equivoca.

Lan WangJi está ahí, está sentado en el suelo de piedra, sobre su regazo descansa WangJi mientras sus dedos se mueven con gracia y destreza sobre las cuerdas transparentes; sin embargo, luce diferente a la imagen que le mostraban sus recuerdos, la ropa de luto ha desaparecido, no hay tintes celestes, no hay bordados de nubes, la ficha de jade está ausente, en su lugar, se encuentra este azul oscuro que le envuelve y le ensombrece, y muy a pesar de eso, a sus ojos, sigue siendo tan hermoso como siempre.

Ahí donde está es etéreo, su piel clara reluce aun más en este color, casi parece brillar, el cabello que se derrama a su alrededor y vuela ligeramente con el viento, es negro como la tinta, y aún si no hay un elegante tocado de por medio, le da la pinta de ser algún tipo de Deidad, un Dios inmortal, es majestuoso y tortuosamente sublime.

Y aún si está maravillado, confundido y afligido en partes iguales, se pregunta que hace él ahí, cuanto tiempo ha pasado desde la fatídica noche, reconoce los alrededores de la cueva y no entiende como han llegado ahí, no entende porque Lan WangJi está vistiendo algo diferente, porque está ensuciando su pureza en un lugar como aquel, con él; no entiende que sucedió después de haber tenido a Jiang YanLi sin vida entre sus brazos y perder en su totalidad el control.

Tal pensamiento, repentino y horrible, acompañado de la trágica imagen, le llena los ojos de lágrimas, lágrimas que se niegan a derramarse, el labio inferior le tiembla a medida que su mente comienza a trabajar y atar cabos, se mira asimismo y no ve rastros de sangre, ve túnicas nuevas y limpias, nota que su cabello está atado, nota las hierbas y los trozos de tela que aun cubren algunas de sus heridas, nota que está vivo... está realmente vivo.

Hēi'ànDonde viven las historias. Descúbrelo ahora