Capítulo 4: La chica de la velocípeda.

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- ¿Estás seguro de que es el lugar correcto?- preguntó el ángel a su compañero a la vez que ambos caminaban hasta aquel lugar.- Esto no parece un hospital... y-

Aziraphale detuvo a Crowley, casi uniendo sus manos, y un suspiro escapó de sus labios. Sonrió.

- Se siente amor- el ángel puso su otra mano sobre su pecho, aún respirando lentamente.

- No. Si es el lugar- respondió Crowley mirando alrededor.- ¿Cómo que amor?

- Es lo opuesto a cuando ustedes dicen "no me gusta este lugar, me da escalofríos"

- Yo jamás digo eso, eso me gusta, escalofríos para mi. Mira, ahi están las monjas.- el demonio siguió caminando, evitando unir su mano a la de Aziraphale.

Mientras caminaban sobre aquel suelo rocoso, alguien muy ajeno a ellos sabía de su presencia, y fueron atacados por un arma poco convencional que casi los derriba por el impacto.

- Azul- murmuró Aziraphale al tocar la mancha en su abrigo.

Había problemas. Aziraphale era la prueba viviente del estereotipo de que las personas de clase alta son "de sangre azul", o algo muy importante se había estropeado con su anatomía.

- Es pintura- aclaró el demonio con aquella extraña sustancia entre sus dedos, después de probarla.

- ¡Oigan!- exclamó un hombrecillo con traje de camuflaje y también con una de esas extrañas armas en sus manos. - Les dispararon a los dos, ah, ¿qué no saben lo que están jugando?

Aziraphale sólo lo miraba en silencio, y obviamente a Crowley le pareció divertido sacar su parte de serpiente en ese momento para infortunar al pobre humano. El hombre cayó desmayado.

- Eso fue divertido- dijo el demonio con una sonrisa.

- Bueno si, tal vez para ti, pero mira como quedó el abrigo. Lo conservé en perfectas condiciones por más de ciento ochenta años. Esta mancha no se quitará

- Pues lávalo con un milagro- sugirió Crowley después de rodear al ángel, observando la mancha.

- Si, bueno... siempre sabré que la mancha estuvo ahí, ¿sabes? En lo profundo- Azi miró a Crowley con ojos de cachorrito triste, seguro de que eso funcionaría para convencer al demonio de que limpiara el abrigo por él.

Crowley hizo un puchero, sintiendo que se derretía ante las acciones del ángel.

Hubo un momento de silencio, hasta que el pelirrojo sopló hacia el ángel e hizo un pequeño milagro y limpió las manchas en la ropa de ambos.

- Oh, gracias- dijo Aziraphale con una de sus sonrisas más encantadoras, sus ojos brillando y un leve sonrojo.

- Cuando lo necesites- Crowley observó a Aziraphale mientras se adelantaba, con una pequeña sonrisa.

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Las dos entidades viajaban en el auto del demonio después del primer intento por encontrar al anticristo perdido. Un intento que como era de esperarse y aunque no querían aceptarlo, fue fallido.

El demonio conducía a la velocidad de siempre, mientras el ángel se aferraba al asiento intentando mantener la conversación.

- Hay una sensación muy peculiar en toda está área- Aziraphale miraba los alrededores con una pequeña sonrisa.- Me asombra que no lo notes

- No hay nada fuera de lo ordinario- el demonio negó con la cabeza.

- Pero está en todas partes, por todo el lugar... es amor. destellos de amor- el pecho del ángel se movía rápidamente, sintiendo la calidez del ambiente y acelerando su respiración como consecuencia.

24 horas (tres segundos) para enamorar a un demonio| ineffable husbands Donde viven las historias. Descúbrelo ahora