III. El Café Dulce de la Amarga Espera

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SeHun no volvió a encontrar a BBH de nuevo. No se había vuelto a presentar en ningún lado. De forma penosa, cinco meses transcurrieron desde la última vez que lo había cruzado en el parque, sin sacarlo de su cabeza en ningún momento, su voz resonaba en sus oídos como si lo hubiera escuchado apenas unos minutos atrás.

Ya no le importaba esa estrella que había visto, cosa que ni él llegaba a poder explicar. Todo eso había quedado en el pasado, tal vez olvidado gracias a que su cerebro no estaba acostumbrado a retener imágenes, sino sensaciones. Ahora simplemente quería volver a escuchar aquella voz que en su momento, lo hizo experimentar mil cosas llevándolo a lo más alto y transmitiendo calidez, como si se tratase de una dulce nana. Extrañaba aquel aroma envolvente a rosas y vainilla que le llenaba el corazón de melancolía y a su portador misterioso.

Se sentía vacío. Tenía la leve esperanza de volverlo a cruzar, pero no había vuelto a ocurrir y probablemente no pasaría en el futuro. Se lamentaba porque no podrían cumplir ese trato que hicieron y él no sabría nunca su nombre. Tendría que conformarse tal vez para siempre con su seudónimo.

Las últimas semanas en específico, SeHun acudió con bastante regularidad a la orquesta, debido a que la música lo ayudaba a pensar y reflexionar. Los sonidos de los instrumentos lo hacían olvidar momentáneamente el vacío que sentía y también lo ayudaban a relajarse e inspirarse.

Durante aquel tiempo, había estado trabajando en la edición de su último libro que, como siempre, lo publicaría bajo el seudónimo de Oshie. Y necesitaba la inspiración de la música, la cual lo ayudaría a terminar todo el trabajo para poder concentrarse entonces en un proyecto diferente.

Por lo que allí estaba él, sentado casi al fondo de la sala de concierto, escuchando con total atención cada uno de los instrumentos. En ese instante la sonata que armonizaba al compás era una melodía dulce para sus oídos, deleitando por completo su cuerpo, que vibraba por la música.

—Lo siento, perdón, permiso, disculpe. —Escuchaba un susurro a su izquierda, que provenía probablemente de entre los asientos de su fila. Intentó no distraer su atención de la música, pero este hombre continuaba avanzando de forma escandalosa hacia donde estaba él—. Perdón.

Oyó por sobre los instrumentos el distintivo roce de telas y supo que aquel hombre estaba a punto de pasar por delante suyo. Segundos después comprobó que sí, caminaba entre su fila de asientos, pero lamentablemente no podía saber qué sucedía.

Un roce contra su pierna le indicó que la figura estaba transitando justo por delante suyo. No acostumbraba a estar en situaciones de ese estilo. Y por eso se tensó cuando sintió cómo este se sentaba abruptamente sobre sus rodillas.

—Auch —se quejó una voz masculina, levantándose entonces con rapidez de su cuerpo antes de que él pudiese extender sus manos para palpar—. Disculpa, lo siento mucho, en serio, me tropecé.

Sintió un aroma tan delicioso y ya familiar envolverlo por completo. No pudo hacer otra cosa que sonreír.

—No te preocupes —murmuró, moviendo la cabeza hacia él, esperando que su rostro no revelase lo feliz que se sentía en ese momento.

—No sé con qué me choqué. —Escuchó una leve risa y supo que este se había sentado justo a su lado, en el último asiento pegado a la pared del teatro—. ¿Comenzó hace mucho?

Para SeHun, la orquesta era algo sagrado. Su oído se concentraba en deshilar la melodía y concentrarse en todos los instrumentos al mismo tiempo, tocando al compás. Si alguna otra persona se hubiese puesto a hablarle en medio de la obra u osado a interrumpir su audición, probablemente le habría pedido de forma amable que guardara silencio.

Los Otros Sentidos ✎ SeBaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora