V

29 4 0
                                    

Nos quedamos ahí un rato, pero nos empezó a rugir la barriga y bajamos a inspeccionar dónde estaba la cafetería del Hospital. Al final la encontramos y nos sentamos, no sin antes pasar a buscar mi cartera, porque no sabíamos si era gratis para los pacientes o se tenía que pagar. Hacía tiempo que Sergio y yo no estábamos así, tomando algo y a punto de hablar de nuestras vidas al tipo sentimental, pero hacía falta ya.

-Bueno... Sergio, ¿has pensado en Natalia?

-No me la quito de la cabeza, y si en 3 días no estoy fuera de aquí no la voy a poder llevar...

-Amigo, estás paralítico, no vas a poder conducir.

Me mira con cara de: joder es verdad. Y luego con cara de: a que me dejas que ella conduzca?

-Sergio...

-Haber ella conduce mucho mejor que yo por lo que será mejor.

Y ahora caigo, mi coche. Joder. Mi puto coche. El cristal delantero roto, y seguro que el morro con algún destrozo... Oh Dios mío, mi coche. Por favor que se pueda reparar porque no quiero cambiarme de coche, muchos recuerdos como para desistir de él. Pienso sobre todo en mi bebé, y creo que me está dando algo porque no me imagino la idea de mi pobre cochecito herido, o mucho menos muerto. Haber creo que estoy exagerando un poco.... ¡Pero es mi bebé!!

-Oye Diego, te pasa algo?

-Pues... Mi bebé

Y él lo entiende todo.

-Oye Diego, el golpe no fue tan grave, el coche no ha quedado tan mal.... Sólo puedo decirte eso, además, nuestras vidas son más importantes.

Y cuando dice 'nuestras vidas' incluye a Alice, que está en coma y ni siquiera sabemos cuando va a despertar, por lo que de alguna forma me está reclamando que he dejado en coma a una chica y de mientras estoy lamentándome por mi coche. Y en parte es cierto, pero por dentro me he lamentado muchísimo de ella, como si mi corazón me dijera: eres gilipollas y de todas las personas en el mundo, esa se lo merecía menos.

Me arrepiento de todo; de ser un irresponsable, de ser un inmaduro, de ser un niñato e infantil, pero sobre todo, me arrepiento de que una vida esté en juego por mi despiste. Éso es lo único que no me saco de la cabeza.

-Oye Diego, ahora que pienso... No tienes coche, ¿no?

Y me lo quedo mirando con mala cara, porque hace como unos 30 segundos me estaba reclamando que había pensado más en mi coche que en la vida de la chica, y él ahora está haciendo prácticamente lo mismo pero pensando en Natalia también.

Él se da cuenta y baja la cabeza avergonzado, y aprovecho para hablar.

-Tendrás que hablar con Natalia y decirle que lo cancelas, no puedes amigo, estás paralítico y sin coche, aunque suena bastante cruel, ya que ha sido culpa mía, pero es verdad.

Y él se me queda con cara de: no me digas, no me había enterado todavía. Y nos reímos. Y estallamos como dos focas pariendo. Lo necesitábamos y ahí lo teníamos, esto nos estaba superando, y nos acabábamos de levantar.

Seguimos hablando un rato más hasta que un doctor un tanto enfadado vino a nuestra mesa preguntando que donde estábamos y que porque no habíamos avisado a nadie, mientras que en la puerta de la cafetería veíamos a un Dr.Miller riéndose como cuando tu hermano se ríe porque te están hechando la bronca de algo que no has hecho.

-Lo sentimos, la enfermera nos dijo que podíamos dar un paseo.

Lo miro con cara de perrito abandonado pero su semblante serio y rígido no cambia.

La miserable historia de un enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora