Black Gold [Harry Potter]

Diary II

Sirius miraba atentamente a James y a Quejicus, ellos lo miraban de vuelta mientras que Regulus se esforzaba por parecer ligeramente avergonzado con la situación actual, era obvio que no lo estaba, ¿en qué momento su mejor amigo había terminado siendo sometido por el grasoso de Snape y por su hermanito "inocente"? Sintió una fuerte incomodidad invadirle mientras observaba como los Slytherin soltaban las esposas que sostenían a James Potter aunque parecían reacios a quitarle el collar de cuero con el que mantenían cierto control sobre el cuerpo del jovencito.

—...Que incómodo, ¿no?—Sirius hizo una mueca suave retrocediendo algunos pasos y cubriendo sus ojos para evitar tener que observar la escena obscena desarrollándose frente a sus ojos, sinceramente no disfrutaba la situación.—Mira, Reg, solamente venía a decirte que ya es hora de la comida, madre quiere que la acompañes en la habitación, sabes que se siente enferma. Ustedes dos... Miren, no diré nada pero recuerden que padre no es mucho de tocar las puertas y no le hará ninguna gracia encontrarse con esto.

Era verano antes de iniciar su quinto año y la vida comenzaba a sonreírle. Habían pasado dos cosas muy importantes, la primera, su madre había enfermado de alguna cosa misteriosa que la tenía moribunda retorciéndose de dolor constantemente, aquella enfermedad consumía su magia así que en esos momento era poco más que una squib lo que solamente podría ser karma en su estado más puro. La segunda cosa, era la repentina entrada de Charlus Potter a su vida, aquel codiciado viudo que jamás había sido atrapado faltándole al recuerdo de su amada esposa, finalmente había caído en los encantos de Orion Black lo que significaba que ahora James prácticamente vivía en su casa, además, su padre mágicamente se había vuelto atento y cariñoso con él, si no supiera que su padre estaba enamorado, pensaría que le habían lanzado un imperio o algo por el estilo.

Además de todo eso, aunque no era nada nuevo, Alexandre Morte había pasado todo el verano con ellos, Sirius no había podido resistirlo, buscó la compañía del profesor en todo momento de manera ávida, era como si no pudiera saciarse de su profesor, había algo en el hombre que le tenía profundamente intrigado y fascinado. Su madre Walburga luchaba por mantenerlo lo más lejos posible de su persona, pero ahora, tumbada en cama al borde de la muerte, siendo engañada por su esposo... Sí, con suerte la mujer lograba gritar que quería que Regulus comiera con ella y lo cierto es que Regulus casi nunca la obedecía, mucho más entretenido en enredarse con su futuro hermanastro o hacer literalmente cualquier otra cosa que no fuera estar con su odiosa madre, la mujer estaba completamente sola a causa de sus propias decisiones y a Sirius no podía importarle menos.

—Sirius, tengo que hablar contigo.—La voz de su padre interrumpió sus pensamientos haciéndole desviar la mirada para juntarla con la ajena.

—¿Mande?

—Tu madre quiere adelantar la boda... Dice que quiere verte seguro y casado antes de partir. Es una locura, le dije que tendría que esperar a que fueras mayor de edad pero no escucha, mandó una carta a los Malfoy, lo más probable es que el próximo Yule tengas que casarte con Lucius.

—No, ¡me niego! Lucius es horrible, va a hacer mi vida un maldito infierno, papá no puedes apoyar esta locura, por favor.

—Hay un contrato de sangre, al menos que Malfoy por alguna razón se negara, tenemos las manos atadas, cachorro.

—Yo... Necesito un momento, padre.

Sirius salió corriendo, sin darse cuenta estaba en su forma animaga, se había refugiado en un hueco debajo de las escaleras donde comenzó a aullar de dolor mirando todos sus sueños derrumbarse lentamente ante él, ¿por qué? Él quería ser Tom, pertenecía a Tom en cuerpo y alma, no podía casarse a otro hombre, no podía casarse con Lucius Malfoy, sin embargo ya se había quedado sin opciones... Lo que daría por ser rescatado como la princesa de los cuentos muggles. Pero esos son cuentos, simples cuentos, no podía hacer más que rendirse a Lucius Malfoy.