· Prólogo ·

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El plato que estaba secando se resbaló de sus manos, cayendo al suelo, quebrándose en pedacitos, interrumpiendo el silencio de la noche con un ruido estruendoso.

Enmudeció, su cuerpo explotó en una crisis nerviosa al sentir la punzada de dolor más horrible de su vida.

-¿Q-Qué está pa... -pero la frase quedó ahogada en el fondo de su garganta cuando la punzada se intensificó.

Un grito lastimero se escapó de sus labios en lo que sus piernas flaquearon, retrocedió un par de pasos tambaleándose y su cuerpo colapsó en el piso. Como un saco inerte de patatas sobre la cerámica fría.

Confundido y desorientado, llevó una mano temblorosa a su cuello justo en el hueco entre su hombro y su clavícula, donde yacía su preciada marca.

Ardía. La piel le dolía.

La incertidumbre era tan grande que apenas se percató del sabor metálico de la sangre que le tocó los labios...

Su nariz estaba sangrando.

-N-No, ¿qué demonios...?

Gritó de nuevo sin poder evitarlo.

Algo dentro suyo empezó a doler intensamente. Como millones de agujas enterrándose al mismo tiempo por todo su cuerpo.

Como fuego que le quemaba desde lo más profundo de su ser.

Algo andaba mal.

Su corazón comenzó a bombear sangre demasiado rápido, causándole un mareo; su cabeza daba vueltas... Y vueltas... Todo a su alrededor se veía borroso. Sus ojos aguados por el malestar, las ganas de llorar aparecieron.

Y estaba solo, la casa estaba completamente vacía excepto por él.

¿Y si le marcaba a su Alfa y lo llamaba?

¡Claro! ¡Su Alfa vendría a ayudarle y salvarlo! Le quitaría ese espantoso dolor de encima y...

Una cosa hizo click en su cabeza, alertando sus sentidos.

No, no era posible...

El omega de JiMin chilló en busca de consuelo, clamando por algo o alguien que le aliviara el dolor y alejara lo más posible su sufrimiento.

Tiritando, su cuerpo tenso y entumecido, incapaz de levantarse e ir a buscar su teléfono móvil para hacer una llamada rápida, tragó saliva y cerró sus ojos para enfocarse en halar del lazo que compartía con su Alfa, para llamarlo, para transmitirle su dolor y hacerle saber que lo necesitaba allí a su lado urgentemente.

Que le dolía y no sabía cómo detenerlo.

Pero JiMin palideció al darse cuenta de...

El enlace, el lazo que compartían él y su pareja... Ahora se veía, se sentía diferente. Era un detalle muy sutil, pero ahí estaba. Y se sentía mal, incorrecto.

Dulce Hogar © VMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora