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El cielo estaba repleto de nubes oscuras, impidiendo que se apreciara la luz de la Luna y las estrellas. Una brisa helada azotaba el follaje de los árboles. Recién pasaba la medianoche y los únicos transeúntes eran los gatos callejeros, que merodeaban en las calles y se subían al tejado de las casas. Esa noche, la ciudad entera parecía dormida; se sentía la ausencia del típico bullicio nocturno característico de los barrios de Busan.

JiMin estaba sentado en la mesa del comedor. Una taza de porcelana con té humeante reposaba entre sus pálidas manos. Su vista perdida en algún punto del comedor. La casa entera se encontraba en tinieblas, todas las luces apagadas. Sus pensamientos eran una bola de hilos mal tejidos, enredados unos con otros.

¿Dónde está?

Esa era la pregunta que había estado rondando su mente las últimas dos horas.

El corazón le latía con fuerza, martillándole el pecho. Sentía que se le saldría por la boca de un brinco. Respiraba entrecortadamente y cada tanto se arrancaba un cuerito de los labios con sus dientes. En su frente brillaba una ligera capa de sudor a la cual se adherían mechones de su cabello revuelto.

Los nervios lo estaban matando.

¿Dónde está? ¿Dónde está? ¿Dónde está?

Su teléfono móvil yacía justo frente a él, con la pantalla bloqueada. Su estado empeoraba cada vez que los minutos pasaban y no recibía ningún mensaje, llamada, alguna señal de vida por parte del Alfa.

Llevó su mirada a la puerta de la entrada.

Sentía las lágrimas pujando por brotar de sus ojos. Sus manos temblando. Su pierna subiendo y bajando repetidas veces porque no podía quedarse quieto.

¿Dónde mierda estás, Daniel?

Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, enojado, y tragó el nudo de saliva que se le había formado en el fondo de su garganta.

No vas a llorar. No vas a llorar. No vas a llorar.

Aunque se repitiera a sí mismo esa frase cien veces, el omega en su interior no paraba de gemir, jadear y aullar atemorizado, preguntándose sin parar por qué su Alfa no estaba allí, en casa, a su lado. Por qué su marca dolía. Por qué en el fondo sentía que había perdido algo vital para vivir y no tenía cómo recuperarlo.

Eran tantas preguntas, taladrando a la vez, que sentía que su cerebro explotaría en cualquier instante.

Ya va a llegar, JiMin. De acá no te paras hasta que él llegue.

Dulce Hogar © VMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora