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La luna resplandecía entre la negrura, creando la luminiscencia necesaria para que la profunda noche no la opacara. Las furgonetas, tan oscuras como la misma noche, tan rápidas como aquella estrella fugaz que recorría el cielo, salían disparando hacia su destino a toda velocidad.

Ninguno de aquellos agentes tenía en claro qué hora era, tampoco importaba. Sin embargo, cualquiera podía asegurar que la mayoría de los coreanos se encontraban durmiendo plácidamente en su acogedora habitación, envueltos en calidad mantas, tal vez estando ya en su segundo sueño. Pero el equipo de rescate no podía permitirse aquello, no luego de que saliera a la luz información acerca de una familia que podía estar necesitando su ayuda.

Las furgonetas corrían por las calles vacías de la ciudad con la mayor rapidez posible, tal como una ambulancia en pleno acto de urgencia, pero éstas carecían de sirenas ruidosas. Al contrario, el equipo tenía que trabajar con cautela y no alarmar a todo el vecindario. Sin mencionar que el ruido podría delatarlos y arruinar por completo la misión.

Mark Lee apenas vislumbró aquella solitaria y fugaz estrella que atravesó el cielo nocturno y, para antes de que la misma se desvaneciera, pidió un deseo en su mente. Encontrarlos con vida.

Sus ojos eran azules, por lo que era una persona amable, leal y demasiado sobreprotectora. Ansiaba, con cada célula de su ser, proteger a todo aquel que necesitara, o no, su ayuda. A veces, no conseguía controlar su instinto, pero eso sucedía sólo con las personas que realmente quería. Era como un lobo protegiendo su manada.

Mark había cumplido veintiún años hacía tan sólo unas semanas atrás. Su cabello era azabache, alborotado. Sus pómulos marcados y su mandíbula bien definida. En su mirada se alojaba toda la confianza que cualquiera necesitase para saber que todo saldría bien. Y aunque no tuviese una estatura tan respetable, se defendía muy bien con su contextura atlética. Vestía, como todos sus compañeros, un uniforme negro y, por debajo del mismo, tenía el chaleco antibalas por si acaso. En sus manos cargaba una metralleta listo para utilizarla si el caso se presentaba.

En cuanto a las furgonetas llegaron a su destino, frenando justo en frente de una casa de los suburbios que mantenía todas las luces apagadas, el equipo uno y el equipo dos bajaron de los vehículos de modo rápido y ordenado.

El agente Lee Minho era uno de los líderes por naturaleza. Sus ojos negros no le dejaban más opción. Con una de sus manos, cuya piel se encontraba tatuada, hizo señas, indicándole al equipo dos que se encargaran de ir por la puerta trasera de la casa. Los mismos obedecieron sin replicar. El equipo uno se mantuvo en posición, aguardando la señal de Minho para entrar por la puerta principal.

Habiendo recibido la señal, se dirigieron en filas ordenadas, avanzando con cuidado por el porche, teniendo las armas preparadas para ser utilizadas.

El agente de ojos negros indicó quiénes debían ir por la derecha y quiénes por la izquierda con el propósito de verificar el lugar antes de ingresar. Al no detectar ningún movimiento, Minho pateó con fuerza la puerta de entrada haciéndola abrir de un golpe y, entonces, todo el equipo uno entró a la residencia para después ponerse a inspeccionar el sitio.

Ninguno se sorprendió cuando vieron que todo se encontraba sumamente desordenado. Los muebles caídos, sillones volteados, cientos de objetos destrozados tirados en el piso, vidrios rotos, manchas de sangre... El lugar parecía ser un genuino escenario de un crimen. Y lo era.

Mark Lee subió por las escaleras, siendo seguido por otros cinco. Se mantenía alerta, mirando con atención cada detalle, agudizando su olfato y su escucha. La metralleta especializada apuntaba al frente, alumbrando su camino, ya que la misma tenía enganchada una linterna encendida. Mark no estaba nervioso, ni tampoco tenía miedo. Al contrario, sentía la adrenalina correrle por las venas como una corriente de electricidad.

peligro de extinción || markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora