—Agente Lee, ¿me recibe? Cambio— la voz gruesa y distorsionada de Lee Minho se escuchó a través del parlante del handie que poseía el pelinegro enganchado en el uniforme por su hombro izquierdo.
Mark caminaba con tranquilidad por uno de los tantos pasillos del edificio junto con Donghyuck, el cual estaba felizmente entretenido lamiendo un chupetín de cereza que el mayor le había dado luego de haber pasado por la cocina del establecimiento.
—Aquí el agente Lee, cambio— habló presionando el botón del handie, lo soltó en cuanto terminó de pronunciar la última palabra cediéndole la palabra al otro.
—Tenemos las pertenencias del joven. ¿Nos deshacemos de ellas o todavía no? Cambio.
—No, no. Aún sigue con vida. Ya se encuentra a salvo. Cambio— contestó, echándole una mirada rápida a Donghyuck, esbozando una sonrisa sin darse cuenta.
—Bien. Nos vemos en la sala de reuniones. Cambio y fuera— informó Minho finalizando la comunicación.
La sala de reuniones quedaba unos cuantos pisos más arriba de aquel inmenso edificio que se hallaba en el centro de la ciudad de Seúl, por lo tanto el pelinegro guió al pequeño hacia uno de los tantos ascensores.
Donghyuck nunca imaginó que fuese posible el hecho de que estuviese caminando por un amplio pasillo demasiado pulcro, formal y hasta se podría decir lujoso. Sentía en las plantas de sus pies la frialdad de los relucientes pisos que eran de un color blanco salpicado de gris, las paredes también contenían ese color níveo sin siquiera tener una pequeña mancha de suciedad o humedad. Cada tanto pasaban por grandes puertas teñidas de un suave grisáceo que a su costado poseían una placa de metal que mencionaba el propósito de esa habitación, pero Donghyuck no tenía tiempo de detenerse a leer cada una ya que intentaba seguirle el paso al pelinegro.
Ver puros grises y blancos le resultaba muy aburrido. No tenía ni la menor idea de qué era ese lugar, ni de qué hacía él ahí, ni a dónde se dirigían, pero estaba con Mark y sólo eso importaba para que Donghyuck se sintiera seguro.
Por otro lado, el ojiazul no podía dejar de pensar en cómo le diría a su jefe que no permitiría que se llevaran al moreno, quería que lo dejaran bajo su cargo porque podía perfectamente cuidar de él; su instinto le exigía sin piedad que cuidara de él, le era imposible evitarlo. Pensó que quizá su jefe entendería, haría todo lo necesario para que le diera el permiso, después de todo Mark era una persona muy confiable, el azul de sus ojos lo delataba. Cualquiera que lo mirara sabía que la lealtad lo era todo para él.
Una vez que subieron al ascensor y llegaron al respectivo piso, se dirigieron en silencio a otra de las tan repetitivas puertas grises. Mark saludó a un guardia de seguridad, para luego ingresar sin ningún tipo de problema a la sala de reuniones. Le sostuvo la puerta a Donghyuck para que éste también pudiese entrar.
Una grande y espaciosa habitación los recibía, en apariencia era igual de formal que los pasillos y de, tal vez, el resto del edificio. Aunque la misma tenía algo que la hacía ver muy llamativa y entretenida; poseía un gran ventanal en uno de sus laterales ocupando todo el perímetro de una pared, donde le dejaba como obsequio para los ojos la iluminada ciudad de Seúl por la noche. A Donghyuck le pareció increíble, se quedó embobado en lo absoluto con aquella impresionante vista.
Justo en el centro de la sala se hallaba una gran mesa de madera con una forma ovalada, la cual tenía capacidad para unas dieciocho personas aproximadamente, pero en aquel momento nadie estaba sentado. Eran apenas cuatro personas las que se encontraban presentes y entre ellas no estaba el jefe de Mark, lo que le pareció extraño.
Mientras el moreno se quedó de pie enfrente del ventanal, hipnotizado por la belleza que derrochaba la ciudad de noche, Mark se acercó a sus compañeros.
—¿Taeyong no vendrá?— preguntó el pelinegro refiriéndose a su jefe.
—No. Tiene otros asuntos que resolver y el segundo al mando no está disponible por lo que me dejó a cargo a mí— respondió Minho con orgullo—. Así que hagamos esto rápido. ¿El chico está bien?
—Sí— instintivamente desvío su mirada hacia el ojiverde—. Sólo tiene una herida leve en la rodilla y es asmático.
—Bien. Le informaremos de esto a la familia que lo recibirá.
Minho sostenía en sus manos el legajo del chico moreno, con una lapicera anotó algo allí.
Mark lo miró de repente, y se adelantó a decir:
—Yo estaba pensando en que tal vez... él podría quedar bajo mi cargo.
El peliazul elevó la vista hacia los ojos azules del pelinegro para luego fruncir el ceño.
—No. Él viajará por la mañana. Ya está decidido— respondió firme con la mandíbula tensa.
—No. Por favor— suplicó con la esperanza de que le dejara.
—Mark, él no es una mascota de la que puedas decidir si adoptar o no— espetó—. Necesita una familia que lo cuide.
—Yo puedo cuidarlo mucho mejor que cualquier otra familia— aseguró con el entrecejo fruncido, entrando en un estado de frustración.
Necesitaba convencerlo como sea. No podía darse por vencido.
—No puede quedarse. Aquí no está seguro.
—Conmigo sí lo estará. Sabes perfectamente que lo cuidaría con mi vida.
—¿A qué quieres jugar, Lee?— Minho dio un paso hacia adelante, quedando más cerca de Mark.
La mirada penetrante e intimidante de Lee lograba persuadir a cualquiera en la mayoría de los casos. Sin embargo, Mark no le tenía miedo. Él sabía que Minho no era capaz de hacerle algún daño físico; aunque lo ocultase bien algo le decía que seguía siendo su debilidad.
—No puedo permitir que se lo lleven. Por favor, Minho. Lo necesito. Mi instinto lo necesita.
Mark le suplicaba con su azulada mirada que por lo que más quisiera le dijera que sí, que le permitiera el gusto de conseguir la custodia de aquel pequeño que necesitaba con todo su ser cuidarlo como si fuese si tesoro más preciado, como si fuese la persona más importante del planeta, como si de él dependiera que la Tierra siguiera girando. Mark deseaba protegerlo como si hubiese nacido para eso, como si el destino hubiese planeado todo desde un comienzo.
Minho desvió la mirada de aquellos ojos azules, sin poder evadir que le ablandara muy ligeramente el corazón. Respiró hondo.
—Hablaré con Taeyong.
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peligro de extinción || markhyuck
FanfictionUn color de ojos que quiere dominar: los líderes. Un color de ojos está en peligro de extinción: los débiles. Una corporación del estado lucha por obtener la estabilidad social y la igualdad entre los distintos colores de iris. Mark Lee, un miembro...