II

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Elaine.

Estaba sumida en una oscuridad total. El ambiente era totalmente pesado para moverse con facilidad, como si estuviese en medio del fondo de algún cuerpo de agua. Voces extrañas susurraban palabras en latín, como hacía unos minutos, a excepción de aquella.

Vas a vivir, Elaine.

Era melodiosa, muy varonil. La sensación de la presión de tersos y carnosos labios sobre los míos no me abandonaba. Pero aquella hermosa sensación de conforte y delicadeza desapareció, reemplazándola por una extraña presión y disturbio en mi pecho, que iba creciendo en milésima de segundos. Dolor, agonía, tristeza y desespero se instalaron en mí, seguido de gritos de auxilio que provenían de algún lugar no me ayudaban en nada, haciendo que gruesas lágrimas brotaran de mis ojos, rodando por mis mejillas.

Omnem dolorem sentire, intellecturum quid sensissent.

Cito veniet tempus.

Repetían una y otra vez, torturándome al mismo tiempo que sentía como mi respiración se iba cortando por aquella tensión en mi cuello, como si algo o alguien cerrara su mano alrededor de él para hacer que dejara de recibir oxígeno.

Angelus meus excitare.

Engel...

—Engel...—exclamé bajito, abriendo mis ojos y sentándome en... ¿mi cama?

Pero ¿en qué momento llegue aquí?

—¡Por todos los santos! ¡Hasta que te despiertas! —escuché que gritaban en la puerta—. Estarás castigada por un largo tiempo—inquirió Aria acercándose.

—¿Qué hago aquí? —pregunté cuando se sentó a mi lado.

El movimiento del colchón hundiéndose hizo que me moviera, provocando que llevase la mano a mi cabeza por un dolor punzante que me atravesaba desde la frente y noté un parche allí.

—Por el arcángel Rafael, ¿estás bien cariño? —preguntó preocupada mi madre.

—Sí, estoy bien, pero ¿Qué estoy haciendo aquí? —miré hacia los tres y luego hacia el ventanal que se encontraba abierto—. Y-yo estaba en el bosque con un conejo blanco, estaba herido y yo también, miren en mi...—levanté mi mano, pero esta no tenía nada, el corte que me había hecho había desaparecido—. Lo perseguí y algo o alguien que no estaba allí, pero si escuchaba, empezó a susurrarme cosas en latín... y luego me caí en un risco dándome un golpe tras la cabeza, justo aquí—llevé mi mano a esa zona, pero tampoco sentí nada—. ¿Por qué...

—Ay, ¡ya enloqueció! ¡Se cree Alicia en el país de las maravillas! Aunque si eres rubia y un poco rarita, ¿deberíamos llamar a un doctor? —chilló Aria mirando a papá, pero algo en su mirada adquirió un brillo y se giró sonriente hacia mí—. Ya sé, puedo hacer que te mejores con algo, solo debo...

—¡No! —exclamaron mis padres al mismo tiempo, dejando la mano de Aria en el aire.

—Tomar tu temperatura y verificar que no tengas una contusión—prosiguió, riendo nerviosa.

—Cielo, te encontramos en el bosque, cerca de un árbol y con este amiguito allí—mamá alzó una bola de pelos blanca, colocándola en mi regazo. Revisé su pata y no tenía nada—. Al parecer te tropezaste con la raíz de un árbol y te caíste.

—Por culpa del golpe en tu frente te desmayaste—señaló papá.

Juraría que el golpe no había sido allí.

—Pero esto fue muy real, sentí como caía por ese barranco y entraba en el agua...

—De seguro lo soñaste todo, estamos a unos días de tu cumpleaños y como dijo tu hermana hace un rato, a veces tienes pesadillas por ello.

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⏰ Última actualización: Aug 23, 2020 ⏰

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Dulce Tentación©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora