Toda mi vida había estado encerrada en la Comisión con mi madre pisándome los talones. Muchos pensaban que ser hija de la Encargada era todo un honor, sin embargo, yo conocía lo asquerosa y falsa que ella era en realidad. Consideraba mi vida un infierno, sin amigos con quienes hablar o lugares que visitar. Mi día a día consistía en entrenar, comer y dormir, así que cuando llegó él, fue como un regalo caído del cielo.
Lo observé desde el primer día que llegó, a cada hora y en cada momento. Me fascinaba su forma de sobrevivir a todo contratiempo que se le presentaba, era tan listo y tenía mi edad. Me emocionaba la idea de que había un niño tan excepcional como yo, sin embargo, estaba atascado en el fin del mundo, solo y triste. Quería ir a hablar con él, sentía que comprendería el vacío de sentirte tan solo en un lugar tan grande.
Y como sabía que mi madre me negaría ese deseo, decidí tomar mis propios riesgos, porque la vida era demasiado corta como para asfixiarte siguiendo todas las reglas.
En el horario en que toda la Comisión trabajaba sin descanso, me colé en el área de los maletines, cambiando mi apariencia por la de alguien del personal. Realmente no tuve algún problema, porque sólo tuve que sonreír una cuantas veces y listo, ya estaba fuera de la Comisión con mi maletín en manos. Si quería visitar al chico, tenía que darme prisa porque en cualquier momento mi madre comenzaría a buscarme.
Coloqué las coordenadas exactas y un instante después una aura azul me envolvió, consumiéndome y llevándome por un vórtice que daba vueltas y vueltas; en un parpadeo, ya estaba en el 2019. Al contrario de los que hacían su primer viaje con maletín, yo no vomite ni tuve indicios de que iría a marearme, tal vez era por lo emocionada que estaba. Como niña pequeña, corría por el lugar entre saltos y tropiezos, buscando incansablemente o la mirada a aquel muchacho de 16 años. A mi alrededor todo estaba destruido, casi completamente consumido por las llamas, el olor a caucho ceniza asfixiaba todo el lugar,
Como era de esperarse, lo encontré caminando por el mundo en ruinas que nos rodeaba, sus piernas flaqueaban y parecía estar a punto de desfallecer. Así que cuando me vio correr hacia él, abrió los ojos y pude notar un atisbo de temor. Tal vez pensaba que ya se había vuelto loco o que por culpa de la insolación empezaba a ver cosas. Cuando se percató de que era algo real, retrocedió asustado cayéndose de espaldas.
— ¿Estás bien? — fue lo primero que se me ocurrió decir.
— Hay alguien vivo... — murmuró impactado. Un pequeño montoncito de lagrimas se acumularon en las esquinas de sus ojos, como si se negara completamente a dejar que las emociones afloraran en su ser. — Hay alguien vivo...
Con cuidado, coloqué mis dedos en su mejilla, y aunque al principio él estaba reacio hacia mi tacto, pronto dejó de tensarse y se dejó llevar por algo de calidez humana. Por un momento pensé en cuánto la había añorado. Observé detenidamente sus facciones que dejaba de ser las de un niño, contemplé fijamente sus ojos y me detuve los lunares que adornaban una de sus mejillas, su cabello desordenado y la agitación de su cuerpo. ¿Qué tan estupido podía haber resultado terminar enamorada de alguien que no conocía?
— Vengo de un lugar ajeno a este.
—¿Cómo es eso posible?
Me alejé un poco de él para que tuviera espacio para reponerse. Se levantó, se sacudió la ropa y se irguió, mirándome con más determinación que antes.
— Es tan posible como el hecho de que tú hayas llegado aquí.
Elevó una ceja. Resultaba gracioso que fuera tan desconfiado.
— Mi nombre es Elena — estiré la mano en forma de presentación y él, un poco resentido, me la estrechó.
— Cinco.
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| Number Five | One Shots
FanfictionTodas amamos a Número Cinco y su obsesión por el café, así que si ambas cosas te gustan tanto coml a mí, eres bienvenida a este lugar que será dedicado a historias de él. Pedidos abiertos;)