「⸙͎CAPÍTULO II」

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 MIRÓ A su madre y sintió cómo algo se retorcía en su interior. Le dolía mucho verla así, en una cama de hospital. Débil. Agotada. Desgastada. Derrotada. Le dolía porque él siempre la había visto como a alguien fuerte, como alguien dificíl de derrumbar.

 Se inclinó un poco en su silla y pasó su mano por el cabello verde y lacio de la mujer que más había admirado en su vida. Inko Midoriya lo había críado  completamente sola. Claro, su padre mandaba dinero, pero eso no eliminaba en hecho de que cuidar un niño es un trabajo dificíl. Ella lo vio llorar, lo vio reír, lo escuchó decir sus primeras palabras.

Y eso no tiene precio.

 Inko abrió sus ojos con lentitud, como si ese simple gesto gastara todas sus energías. Y le sonrió. Izuku sintió sus ojos aguarse.

 — Hola, mi amor — Izuku jadeó mientras sentía cómo se le formaba un nudo en la garganta al escuchar la voz ronca de su madre — ¿Cómo has estado? —.

 El peliverde abrió la boca con la intención de responder, pero tuvo que volver a cerrarla porque sentía que si hablaba iba a llorar, y él no quería que ella lo viera así. No ahí. No ahora.

 — Oh, ¿Te conmueve verme así? — La mujer sobó el rostro de su hijo afectuosamente — Cada vez que vas a llorar se te hinchan los ojos y se te pone roja la nariz. ¿Por qué quieres llorar? — Sin esperar una respuesta, siguió hablando — ¿Por qué no me hablas de lo que te hace llorar? —.

 «¿Cómo?» Se preguntó Izuku en su mente. ¿Cómo podría hablarle de lo que sentía?¿Cómo podría explícarle que cada vez que la veía sentía que el alma se le iba del cuerpo, que no podía mantenerse bien por mucho tiempo?¿Cómo podía pedirle perdón? Perdón por las malas decisiones. Por las veces que no notó que estaba cansada. Por haber sido un niño pequeño y energético.

 Porque, sí, él sentía que era su culpa que ella estuviera así. Que la hubiera cansado.

 Inko inhaló. Izuku miró con atención sus movimientos. Vio cómo el pecho de ella subía y bajaba con esa acción. Parecía que todo iba en cámara lenta.

 — ¿Sabes, 'Zuzu? — Preguntó Inko. Sus ojos brillaban. También ella quería llorar — Eres mi adoración, aunque no me creas —.

 Hubo unos minútos de silencio. Ella había vuelto a cerrar sus ojos y parecía estar pensando. Él sólo sentía cómo sus ojos picaban y giró su rostró para que ella no se diera cuenta de que lloraba.

 — Grabémonos nuestros ojos — Soltó Inko de repente. Izuku volvió a poner su mirada en ella. Se veía decidida, segura. Y decidió que lo haría.

 Vió los ojos de su madre como nunca antes lo había hecho. Notó, por primera vez, que tenían un poco de ocre en el centro y que era en el borde que se volvían verdes. Notó que estaban cansados, que batallaban con algo contra lo que no ganarían.

Y lo entendió.

Era hora de irse. De dejárla ir.

 De dejárla ir

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𝙇𝙄́𝙉𝙀𝘼 𝙄𝙉𝙐́𝙏𝙄𝙇 | shindekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora