「⸙͎CAPÍTULO V」

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 SHINSO DEJÓ escapar un gruñido de dolor al sentir una punzada malditamente fuerte en su nuca. Se quedó quieto en la exacta posición en la que estaba antes de que le doliera el cuello como el infierno. No sabía qué hora era. No sabía qué día era. Y mucho menos sabía por qué carajos se había quedado dormido con la cabeza recostada sobre la mesa del comedor.

 Es que, mierda. ¿Qué tenía ese arroz chino? 

 Luego de unos segundos volvió a intentar incorporarse, claro, con más cuidado que antes. Movió su cabeza a la izquierda, luego a la derecha y luego - ¡CRACK! - de su cuello salió un crujido preocupante.

  Con pereza se levantó y se dirigió al baño. No importaba la hora, él se duchaba a penas se levantaba. Era algo así como una regla. Si no lo hacía lo más seguro es que tuviera un mal día. Claro que con el artículo de Toga lo más probable es que de ahora en adelante todos sus días fueran un infierno en vida.

 Bueno, no. Pero no tenía nada de malo un poco de dramatismo mañanero, ¿O sí?

 Acababa de salir de su ducha de agua hirviente y a duras penas se había secado la cara cuando vió que su teléfono se encendía con una notificación. Lo tomó aún con las manos húmedas sólo para llevarse un buen disgusto al leer que era sólo un nuevo comentario respecto al artículo. Sin siquiera pensarlo, borró la aplicación. También borró todas las otras aplicaciones de redes sociales. Sólo las usaba para dar información respecto a sus libros nuevos, no para prestar atención a rumores sin fundamento.

 Miró las demás notificaciones de la noche. Correos, más que nada. Y un mensaje de Uraraka.

 "Va, ok. No demandes a la loca esa. Pero por lo menos vé a hablar con ella. Algo debe querer si se ha tomado el trabajo de inventarse porquerías sobre tí. ¿Sí?"

 Shinso se quedó pensando unos momentos. Tal vez Uraraka tenía razón. Iba a hablar con esa mujer a ver qué quería de él.

 Respondió con un "Está bien" a secas.

 Y hablaría con ella ese mismo día. A ver si se sacaba un problema de encima.

 Habiendo tenido una noche de sueño, aunque no muy cómoda sí muy larga, tenía una extraña energía inusual en su cuerpo. Un poco más liviano, diría él. ¿Quién lo diría? Al parecer, dormir unas ocho horas sí que hace un gran cambio.

 Se sentía bien, con suerte. Tal vez iba a ser un buen día.

 Mientras el joven adulto de cabellera inusualmente morada pensaba en su  buen estado de animo, Izuku estaba a punto del colapso

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 Mientras el joven adulto de cabellera inusualmente morada pensaba en su  buen estado de animo, Izuku estaba a punto del colapso. Himiko no lo había dejado descansar en paz ni un minuto en la noche. Después de haber ignorado el mensaje de voz en el parque esperándo que ella lo dejara pasar no habían hecho más que bombardearle de mensajes de todo tipo.

 No sabía por qué se metió en ese problema.

 Así que, cumpliéndo los deseos de Toga, estaba esperando a que le dieran pase. Honestamente, le ganaba la ansiedad. Había necesitado el dinero en el momento, y la rubia le había dado una buena oferta, pero quería seguir en el anonimato. El acuerdo era que su nombre no se diera, y mentiría si dijera que confiaba en la maldita periodista de cuarta.

 Se sentía terrible por haber vendido esas fotos. Nunca quiso ver sus fotografías como algo comercial. Más bien, quería hacer arte con ellas.

 Recuerda muy claramente el primer acercamiento que tuvo con el mundo de la fotografía. Estaba estudiando ya una carrera, Finanzas y Relaciones Internacionales. Su madre ya estaba hospitalizada, prolongadamente. Era extraño, la verdad; ni siquiera sabía por qué había elegido estudiar aquello. ¿Fue el hecho de esa había sido la carrera que su madre había seguido también? Tal vez.

 En ese entonces, todo lo que estaba ligado a Inko le brindaba seguridad. Ella ni siquiera tenía un diagnosis, pero no tenerla todos los días en casa dejaba un vacío horrible en su pecho. La visitaba todos lo días, más eso no quitaba la ausencia.

 Cierto día, estando en el hospital, se fijó en las paredes. Aún no le dejaban entrar, y tenía demasiado dolor de cabeza como para usar su celular. Estaba agotado. Sus ojos viajaban por el corredor notándo cosas que, de no ser por la tristeza y preocupación que le invadía, no hubiera notado antes. Una grieta, una mancha, una pintura caída, un desperfecto.

 Así fue su primer acercamiento, aunque no tuviera una cámara a la mano. Algúnos fotógrafos olvidan que su herramienta principal no es su máquina, sino sus ojos. Puedes ver el mundo como es, o crear difetentes universos. Todo depende de tu ojo. De tu sensibilidad. De tu persepción. En ocasiones, fotógrafos intentan usar el ojo de otros para poder retratar sus ideas. Esos fotógrafos están ciegos.

 Esa fue la primera lección que tuvo Izuku. La segunda vendría casi un año después de que se enterara de que Inko, la luz de su vida, tenía cardiopatía isquémica crónica.

 Hablaba con falsa calma mirándo a su madre. Le dijo que quería tomarse una foto con ella, porque estaba preciosa. Era su manera de animarla. Se inclinó hacia ella, e hizo lo posible por hacerla reír.

 Lo logró, pero la dicha no duró mucho.

 Inko lloró. No, no lloró. Gritó. Izuku no sabía qué había pasado. Veía el rostro de su madre, y veía dolor. ¿Había fallado el medicamento? ¿Le habían dado nitroglicerina sublingual para aliviar el dolor? ¿No estaba funcionando? ¿Por qué mierda no estaba funcionando? Se suponía que debían ayudarle a su madre, al menos con eso.

 Los doctores lo sacaron de la sala, justificándo que su presencia podría causarle estrés emocional a la mujer, lo que sólo complicaría las cosas.

 En el pasillo, giró a la pantalla del celular. Todo había sido tan rápido. Intentó buscar en la foto algúna pista, algo que pudo haber notado antes de eso.

 Entendió que la fotografía nunca podría representar el presente, por más cercano que fuera.

 —Señor Midoriya, ya puede pasar.

 El peliverde apartó la mirada de la mancha en la pared la cual se había quedado viéndo mientras recordaba para levantarse, de algúna manera más agotado que antes.

𝙇𝙄́𝙉𝙀𝘼 𝙄𝙉𝙐́𝙏𝙄𝙇 | shindekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora