El morocho fue a abrir y vi como acto seguido se tiró encima de valen para empezar una pelea que el ojiazul estaba perdiendo con notoria diferencia.
Empecé a buscar entre la penumbra del cuarto algo que pesase hasta que encontré una lampara. Me puse al lado de la puerta pegada a la pared y recé por que Valen estubiese bien.
Cuando sentí pasos se me empezó a acelerar el corazón.
-Angelina, respira, tu puedes.
No se si fueron los nervios, la presión o la adrenalina lo que me hizo estampar en la cabeza de aquel pibe la lampara con toda la fuerza que tuve.
Agarré mi cartera y salte el cuerpo tirado de aquel pibe para poder salir de la sala. Su nariz estaba sangrando mucho, pero no me iba a preocupar por el.
Lo que no me imaginaba era encontrarme la peor imagen de aquel ojiazul sonriente.