2. Domestic

1.7K 166 35
                                    

Los días siguientes son todo lo opuesto a lo esperado: soleados, brillantes y cálidos. Un cielo celeste sin nubes y es vago el viento que se cruza, que refresca, y se olvida que es invierno; de que los días son en realidad más cortos y el sol suele esconderse como un niño travieso, apareciendo y desapareciendo intermitente según le plazca.
El clima momentáneo es agradable; las manos cálidas y movibles sin la necesidad de arroparse en guantes; la nuca ligera de que no hay una tela extra envolviendo; el cabello que se torna más claro cuando el sol se refleja y el automático calor se siente entre las hebras, la sensación de que el aquí, el ahora, es perfecto. Al menos lo que ha venido sintiendo al abrir la ventana, y la mañana le ilumina la cara.

El pulóver de Kei es verde y ligero, la prenda justa para ir a la tienda a solo unas calles y regresar igual de cómodo. Pero no lo encuentra, cuando hace un rato aseguraba haberlo apoyado en el respaldo de una las sillas de la sala.

— ¿Qué haces? — llama la voz detrás suyo cuando se agacha a comprobar que no se ha caído en el espacio entre el sillón y la silla, dado lo compacto de la sala-cocina.
Kei se levanta sin dejar de revisar el sillón con la mirada y cuando por fin voltea, la respuesta está delante suyo. En efecto, Kei habla:

— Eso es mío — señala.

Tadashi tiene el descaro de mostrarse confundido. Kei se lleva una mano al pecho, ejemplificando con la camiseta, pues el pulóver lo trae puesto Tadashi. De hecho, ahora él tiene el descaro de vacilar ya que... Yamaguchi se ve bien, confortable entre las telas un poco más grandes que él, suelto y de fácil movimiento, dado que Kei no solo es más alto que Tadashi, sino que ha ganado músculo en lo que continúa jugando voleibol (ahora como profesional), sobre todo ha crecido de espalda. Y bueno, las manos de Tadashi medio escondidas en las mangas; Tsukishima mejor se contiene en seguir buscando detalles, porque si no dejará en el olvido ir a comprar: al diablo el desayuno, al diablo rebuscarse.
De todas formas, la respuesta de Tadashi es llevarse la mano al corazón, y sonreír.

Kei reprime su sonrisa, empero se escapa un vago gesto... porque este idiota, se está haciendo el idiota.

— Tengo que ir a comprar, si me lo devuelves por un rato — dice sin decir, pues es obvio que Tadashi es consciente que trae su ropa.

— ¿Cuánto tiempo?

Yamaguchi se encamina hacia la cocina. Kei le sigue, mientras responde:

— Unos minutos.

Yamaguchi voltea de repente para mirarle. Kei se detiene al instante, como alerta incluso cuando la conversación es nada seria. Es más, la sonrisa de Tadashi se torna inocente (en realidad es burlona).

— ¿Y si me da frío? — inquiere.

— ¿Sin tu corazón? — cejas alzadas y el juego eterno.

— ¡Tsukki! — exclama Yamaguchi, como si tomar en serio toda la tontería fuese suficiente, asimismo exclama al contacto repentino: la mano de Kei que tantea bajo la tela y se apoya sobre la cadera, la cintura, la piel caliente contra sus dedos fríos, sube hasta el esternón, acariciando el cuerpo, los huesos que enjaulan el corazón.
El contacto suave y delicado, escalofríos que también corren por las yemas de sus dedos.

— Tienes otros abrigos — dice Tsukishima mientras la mano desciende, fija de nuevo en la cintura.

— Pero este me queda bien.

— Sí — afirma —, pero... — nada. Pero la tienda, las compras, cualquier palabrería se difumina hasta desaparecer.

Da igual, puesto que Tadashi le mira directo a la cara, entre serio y agraciado.

— Tsukki, ya he hecho las compras — dice entonces, como si fuera obvio y luego, al ver hacia donde cabecea Yamaguchi, ah, Kei percibe las bolsas llenas en la esquina de la pequeña isla.

Sus cejas se inclinan notablemente.

— ¿Cuándo?

— Mientras te afeitabas la poca barba que te sale — Yamaguchi se ríe a su propia tontería ni bien la suelta.
Kei suelta un falso bufido y empuja sin fuerza la otra mano hacia el rostro ajeno para que se calle, de modo que Tadashi se ríe con más ganas, idiota y hermoso.
Un par de segundos de viveza temprana, y los últimos rastros de risita se pierden en el largo suspiro de Tadashi, antes de recuperar el aliento. Y la compostura. Kei mira todo el proceso. Quiera o no, termina sonriendo.

— ¿Y esa fue tu excusa para ponerte mi ropa? ¿eh? — el contrataque, algo tardío.

Yamaguchi suelta otra risa, esta vez más quisquillosa. El rosado natural en sus mejillas le sienta tan bien.

— Atrapado — murmura, antes de dejar un rápido beso (que Kei ni alcanza a corresponder como le gustaría) en sus labios. Y va por las bolsas comenzando a vaciarlas. Kei se mueve hacia el otro extremo, pone agua a calentar.

— Voy a hacerme un café, ¿quieres uno? — lo que es una invitación a desayunar, pues hay otros días en los que son perezosos y el ánimo está para pasarse todo el día recostado (si fuera tan fácil). O también comprobar si tienen, aunque sea algo, de tiempo de sobra para desayunar con tranquilidad y no con el apuro de salir corriendo para alcanzar un autobús hacia el trabajo (en efecto, Tadashi).

— Claro.

Tsukishima toma el frasco de café instantáneo de la alacena. Tienen de ese tipo porque sí, es más rápido y eficiente en las mañanas donde el sueño ha sido muy largo y se debe salir enseguida (de nuevo, Tadashi).
En la espera del agua pone el café en cada taza. Al hervir el agua hecha apenas un poco y, apoyado contra el lavabo, comienza a batir durante varios segundos primero en una y luego en otra. Mientras tanto, Tadashi va y viene dentro de la misma pequeña cocina, dejando cosas aquí y allá, calor y frío cada vez que pasa delante suyo.

— ¿Me pasas la leche? — pide, aprovechando que está más cerca de la nevera. Tadashi de paso saca el frasco de mermelada de fresa para el pan de salvado que Kei ha separado para hacer tostadas.

Un momento después el olor a café inunda el ambiente; el pan caliente sobre la mesa y la cucharita tintineando dentro de la taza al mezclar el azúcar para finalmente diluirse.

La mañana es cálida y fresca.

-

-

-

¿Es esto doméstico? Honestamente no lo sé. Cuando pienso en doméstico lo primero que se me viene a la cabeza es poner a lavar ropa, lavar platos... limpiar jajaja

Gracias por leer <3

Días de invierno - Tsukkiyama week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora