Los Héroes de mi Corazón/Saint Seiya The Lost Canvas

Capítulo 8: Déjame ser tu amiga

¡Buenas mis querubines! ¡¿Cómo están?! Aquí les traigo el nuevo capítulo que esperaban, ojalá y les guste (=3=) Gracias por su apoyo, no saben lo feliz que me hacen :D. Por cierto en el capítulo anterior no me había dado cuenta que en vez de colocar "capitulo 7" puse "8" ¡Lo siento! Fue sin querer -////- Este es el capítulo 8 jejeje disculpen otra vez.

Bueno, bueno vamos a lo que nos interesa. Disfruten del capítulo y denle mucho love ("∆")

Capitulo 8: Déjame ser tu amiga.

Pov Albafica:

Mi sueño siempre ha sido ser parte de algo que ayude a este mundo, a mejorarlo, y protegerlo de cualquier cosa que intente destruirlo. Desde que tengo uso de razón supe que era diferente a los demás, y cuando fuí consciente de la existencia de los Santos que tenían como misión proteger al mundo y a la diosa que gobierna en el, no dudé en ser parte de ello, encontrándome en el camino jóvenes con ideales y dones similares a los míos. Todos con un mismo sueño, el de convertirnos en caballeros de Athena.

Cada uno quedó con un maestro diferente, en regiones distintas y con duros entrenamientos que ponían a prueba nuestra fortaleza, el poder de nuestros cosmos y toda nuestra capacidad de resistencia para obtener las armaduras que nos eligieran... En mi caso, yo era el aspirante de Piscis.

Lugonis era el nombre del antiguo caballero dorado de Piscis y mi maestro, aquel que no solo me enseñó lo que sé ahora, sino que también arriesgó su vida en el ritual... Un ritual de intercambio de sangre que consistía en ver quién sobrevivía al potente veneno de nuestro cuerpo luego de estar tantos años rodeado de rosas venenosas, dejándome a mí como el único sobreviviente inmune.

Así es, me convertí en alguien capaz de poder tolerar cualquier tipo de veneno existente sin complicaciones, pero mi condición requería de un precio. Apartarme de las personas... Simplemente no podía vivir sabiendo que podía lastimar a alguien, por lo que me vi en la obligación de alejarme, teniendo como únicos compañeros la soledad y mis rosas, evitando así cualquier tipo de contacto físico... Pero había un problema en mi propósito de proteger a los demás desde la distancia. Mi apariencia.

Hay algunas ocasiones en que odio mi apariencia... Por más que intento no destacar y pasar desapercibido, siempre me miran e intentan tocarme... Y yo detesto eso porque lo que hacen es exactamente lo que no quiero, que me persigan y que me profesen como alguien sublime cuando en realidad no lo soy... Que solamente se dejen llevar por mi exterior sin pensar en lo peligroso que puedo llegar a ser... Todo aquel que me toque tiene como destino la muerte. Esa es mi verdad, mi día a día... Mi maldición y desde hace unos años aprendí a vivir con ello... Pero lo hago porque realmente quiero cuidar de este mundo, y mi tóxico poder es capaz de ello.

Actualmente, los caballeros dorados que habíamos caído en la guerra santa contra el dios del inframundo volvimos a la vida, y la verdad es que las cosas no cambiaron mucho luego de eso, a excepción de una cosa... La llegada de una extraña chica al santuario.

Realmente no cabía en mi asombro al enterarme que aquella chica pertenece a un mundo diferente al nuestro. Su ropa, su calzado e inclusive su cabello es raro, pero el saber que su repentina llegada fue por medio de un ser del cual no hemos visto ni tenemos certeza de quién es en realidad, hace que desconfíe de ella... Pasaron muchos sucesos en la guerra anterior y nada garantiza que la aparición de esa chica no sea el comienzo de otra... A estas alturas, ya nada me sorprende, además, de seguro no es más que una niña caprichosa, mimada y débil que hará lo que se le venga en gana por el santuario....

O eso creía yo.

Cuando intentó tocar mis rosas y se disculpó cuando le advertí sobre ellas, me di cuenta de que era algo despistada y torpe pero hubo algo en el momento en que se despidió de mi. Me sonrió de una forma tan sincera y alegre que no pude dejar de mirarla... Sus ojos grandes resplandecían con emoción y sus mejillas coloreadas le daban un aspecto adorable, provocando una ligera agitación en mi pecho. Aquello me desconcertó, jamás había prestado atención a ese tipo de cosas ¿Y ahora pensaba que la sonrisa de esa chica era adorable? Ja, de verdad que estaba mal.